Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Federico Vite

Hechuras

(Primera de dos partes)

Los textos ganadores del Premio Estatal de Cuento, Poesía y Ensayo Literario Joven, en las ediciones 2012, 2013 y 2014, fueron publicados por la Secretaría de Cultura de Guerrero y Servicios Editoriales de Otro Tipo en junio de 2015. Se trata de ocho plaquettes que ofrecen una muestra de los artefactos que hacen los nuevos oficiantes de la literatura de este laboratorio social llamado Guerrero.
Descubro con admiración y alegría que estos autores manifiestan una preocupación estética, que para beneficio de los lectores, no se relacionan con las vanguardias trasnochadas que tanto daño han hecho a diversas generaciones de escritores en el país.
Los primeros cuatro autores que comento poseen búsquedas narrativas aproximadas al realismo sucio, el tratamiento histórico y el noir, son escritores que están cada vez más alejados del canon autodidacta que ha caracterizado gran parte de la historia literaria de una región que sólo ha existido por chispazos y a cuenta gotas en el continente literario nacional, también bajón e inflado por la mercadotecnia sistemática. Esa punzada literaria del centro del país muy pocas veces pone los ojos en el sur, y me parece bien, no es necesario, sobre todo si seguimos pensando como burócratas de la literatura. Hay que salirnos de las cajitas de texto que redundan en historias contadas por oficinistas de la literatura. Romper las reglas, escapar de la baja producción cualitativa, arriesgar más que el abucheo de los lectores. Punto.
Realmente me alegra no hablar de autores bohemios, esa estadía pasada del puerto, sino de lectores serios que ha logrado un bagaje cultural para indagar el continuum de ruptura y tradición que es la literatura. Estos autores propician las experiencias que facilitan un proceso literario personalísimo, un proceso en solitario, reflexivo, egoísta y, si se puede, propositivo. Porque se escribe lo que se puede, como se puede, y la literatura no es un deporte, caballeros, damas, banda en general, no se trata de un más poético, ni un más ensayístico ni un más narrativo, sino de artefactos. Hablo de manufacturas que buscan la equilibrada resolución del qué y el cómo. Porque la literatura se trata de una ejecución en palabras, de una hechura que decanta, en el mejor de los casos, una poética autoral. Hablemos pues de hechuras noveles.
Decía que se trata de ocho títulos que manifiestan el interés estético de los noveles autores que pasaron un filtro de selección, justamente el premio joven de cuento, poesía y ensayo. Son ocho títulos que marcan los grados Celsius de una obra en ciernes, un termómetro que sirve para identificar las rutas emprendidas por los autores que iremos conociendo.
Aquellas noches de perros tiburón, ganador de la edición 2014, de Geovani de la Rosa, propone una historia hermanada con el pulp, el realismo sucio norteamericano y un subgénero clásico llamado noir. El blues, más que la noción invocada por el jazz en el texto, propone la atmósfera opresiva en la que el narrador detalla la infatuación por Sea Yellow, una mujer casi lluvia que redondea la existencia arrabal y mística Bahía Spy. El autor presenta una historia sin excesos, compacta; narra un enfrentamiento entre dos fuerzas y las herramientas utilizadas por Geovani, una historia de amor revestida por la violencia, son las apropiadas para darle un cierre afortunado al texto.
Ocho segundos, ganador de la edición 2013, de Jorge Luis Contreras Quiroz, intenta explicar, en aras del destino manifiesto que simboliza la pobreza, cada una de las razones por las cuales una oficiante del periodismo huyó de la abogacía porque la inquietante realidad del país indica que trabajar en aras de la justicia es un proyecto destinado al hambre y la precariedad económica. La narración en tercera persona propicia la distancia sicológica adecuada para que los personajes, con las elipsis propuestas por el autor, vayan entrando en el rompecabezas propuesto por Contreras Quiroz. La historia detalla cómo los marginales llegan al centro, los márgenes se tocan, cuando la delincuencia organizada gobierna.
Heroína, ganador de la edición 2012, de Alma Salamandra Ramos, es un ejercicio interesante.
La autora propone una renovación temática a los relatos sobre músicos suicidas. La narración en retrospectiva y en cámara lenta rejuvenece la visión que se tiene de la literatura de la onda, derivada de los espectaculares escritores beatniks; la virtud de este relato no está en el qué sino en el cómo. Cuenta de otro modo lo mismo, el nacimiento de una estrella del rock and roll y la forma en la que ésta ingresa eternamente bella a la historia. La autora no detalla los éxitos de una interpretación musical sino el fracaso rotundo que implica un suicidio asistido por la inconsciencia, la imagen del desencanto generacional del siglo XX.
Juan José Arreola, el narrador que se revela en un poema, ganador de la edición 2012, de Yelitza Ruiz, es un brevísimo ensayo en el que se intenta resignificar la obra de uno de los polígrafos más lúcidos de la literatura nacional. Quizá debido a la extensión de este documento, 20 páginas, la tesis de todo el texto se consuma acumulando citas más que ajustando elegantemente las reflexiones de la autora. El acierto del ensayo radica en proponer una forma de releer la obra de Arreola, en sugerir que la prosa de jalisciense posee la arquitectura musical de un poema, aparte, claro, de que Ruiz destaca el gran oficio narrativo del bardo que alcanzó la madurez literaria en el lenguaje poético. La virtud de Ruiz es el interés por distintas vías de expresión que no son las habituales en ella, pues Yelitza cultiva esencialmente la poesía. La siguiente entrega versa justamente sobre los títulos de poesía. Que tengan buen martes.

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