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Fernando Lasso Echeverría

Alberto Vázquez del Mercado, un chilpancinguense distinguido y ejemplar

Este personaje nació en Chilpancingo en 1893; sus padres fueron don Jesús Vázquez del Mercado –lerdista / antiporfirista, quien se desempeñó como secretario de Juzgado en Chilpancingo– y doña Nicolasa Marquina; en este lugar estudió la primaria en una escuela privada de particular fama como centro educativo regional, por ser dirigido por el notable matemático don Francisco Estrada, mostrando Alberto desde temprana edad un claro talento y una pasión por el estudio poco común en niños, hecho que lo distinguió en su grupo. Seguramente esta cualidad lo llevó a formar parte de la famosa Generación de 1915, compuesta por estudiantes muy talentosos como Narciso Bassols, Miguel Palacios Macedo, Daniel Cosío Villegas, Jaime Torres Bodet, José Gorostiza, Manuel Toussaint y Carlos Pellicer entre otros, y dentro de esta generación, específicamente del grupo conocido históricamente como el de Los Siete Sabios, formado por él e integrado en la Facultad Nacional de Jurisprudencia por Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morin, Teófilo Olea y Leyva, Antonio Castro Leal, Alfonso Caso, Jesús Moreno Baca (el menos conocido por haber muerto joven) y el propio Alberto Vázquez del Mercado. Fue un grupo muy unido de jóvenes inteligentes, cultos y probos, cuyos miembros caminaron por la vida en forma entrelazada, y es por esto que hablar de cualquiera de ellos en forma separada es prácticamente imposible.
Al concluir su educación básica el joven Alberto ingresa a la Normal del Estado, en donde sólo realiza un año de estudios, y se traslada a la ciudad de México para incorporarse a la Escuela Nacional Preparatoria, lugar en donde estuvo de 1909 a 1912 y en donde se reencuentra con su paisano y amigo íntimo Teófilo Olea y Leyva, y se hace amigo cercano del futuro político y diplomático potosino, y miembro después, de la Academia de la Lengua Mexicana, Antonio Castro Leal y del futuro historiador Manuel Toussaint, quien escribió mucho sobre Taxco. Con un deseo irrefrenable de superación intelectual Alberto, el joven estudiante, inició en esa época sus asistencias regulares como oyente a la Escuela Nacional de Altos Estudios, donde se desempeñaba como subdirector de la biblioteca de esta institución, el después famoso escritor Martín Luis Guzmán, con quien también hizo una amistad cercana; esta actividad, la alternaba –durante 1913 y 1914– con sus funciones como profesor de Literatura Española e Iberoamericana en la Escuela Nacional Preparatoria donde había estudiado. En 1915, ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia, en donde se relaciona íntimamente con los otros Sabios: Manuel Gómez Morín, Alfonso Caso, Jesús Moreno Baca y Vicente Lombardo Toledano, concluyendo su carrera profesional de jurisprudencia en 1919.
Miguel Alessio Robles, en su obra A medio camino, escribe un capítulo sobre Los Siete Sabios, y en él, comenta que un día llegó a su oficina Vázquez del Mercado, acompañado de Gómez Morín, a quien le presentó solicitándole que lo aceptara en su bufete para que realizara su práctica de pasante de Derecho; describe a don Alberto, como una persona “de frente despejada, ojos pequeños y vivaces y su nariz un poco torcida”, y reconoce que era él en ese momento, el guía del grupo, a quien los demás demandaban sus consejos y los seguían fielmente. También afirma que don Alberto era el que más carácter demostraba en el grupo de ellos; que Teófilo Olea era el más humano y Alfonso Caso –quien después descolló como arqueólogo– el más soberbio y orgulloso; de Gómez Morín –fundador del PAN en 1939– expresa que era un joven muy serio, formal, ilustrado y talentoso, y aunque a Lombardo Toledano y a Castro Leal les reconoce su capacidad intelectual, los llama “burócratas que nunca han enfrentado al poder público”.
Octavio Paz, en El laberinto de la soledad inserta un párrafo muy descriptivo sobre la Genera-ción de 1915: “Una vez cerrado el periodo militar de la Revolución (1920), muchos jóvenes intelectuales –que no habían tenido la edad o la posibilidad de participar en la lucha armada– empezaron a colaborar con los gobiernos revolucionarios. El intelectual se convirtió en el consejero secreto o público del general analfabeto, del líder campesino o sindical, del caudillo en el poder. La tarea era inmensa y había que improvisarlo todo. Los poetas estudiaron economía, los juristas sociología, los novelistas derecho internacional, pedagogía o agronomía. La ‘inteligencia’ fue utilizada para fines concretos e inmediatos; proyectos de leyes, planes de gobierno, misiones confidenciales, tareas educativas, fundación de escuelas y bancos de refacción agraria, etc. La diplomacia, el comercio exterior, y la administración pública, abrieron sus puertas a una inteligencia que venía de la clase media del país.”
Enrique Krauze, en su obra Caudillos culturales en la Revo-lución Mexicana, menciona este interesante párrafo referente a un pasaje de Vázquez del Mercado: “En junio de 1918 –antes de recibirse de abogado–, Vázquez del Mercado decidió ser el primero de los Sabios en tirarse al ruedo político. Lanzó su candidatura por el 5º Distrito electoral de Guerrero. Durante su campaña, redactó un manifiesto con tintes radicales donde se leía: ‘No es tiempo ya de enviar bendiciones celestiales a estómagos vacíos’. A pesar de contar con apoyos suficientes en Chilpancingo, un ataque zapatista a esa ciudad frustró sus esperanzas de ocupar una curul en el Congreso de la Unión, pues las elecciones no se llevaron a cabo; se recibió y al poco tiempo abrió un bufete de abogados en Acapulco, donde su padre había dejado buenas amistades, desempeñándose también como Juez de Primera Instancia. En ese tiempo, su amigo y paisano, Teófilo Olea y Leyva fungía como diputado local en el gobierno de Francisco Figueroa, en donde le tocó recibir al general Álvaro Obregón, cuando éste –huyendo de la persecución de Carranza– llegó a Chilpancingo; Olea y Leyva declaró roto el pacto federal y libre e independiente al estado de Guerrero, hecho que provocó que al llegar al poder De la Huerta, se le nombrara Presidente de la Legislatura guerrerense”.
Por esos mismos días, Vázquez del Mercado ayudaba al líder de la CROM, Luis N. Morones, a embarcarse en Aca-pulco hacia Estados Unidos, a donde éste iba en busca del apoyo de la Federación Obrera Norte-americana para la causa del Plan de Agua Prieta, que había desatado un movimiento armado contra Carranza. El 1 de junio –ya muerto don Venustiano– Adolfo de la Huerta, rendía su protesta como presidente, atrayendo a su administración a jóvenes profesionistas de la Generación 15, con Los Siete Sabios como vanguardistas, a quienes la Revolución había alcanzado o quizás en realidad, eran ellos quienes habían logrado integrarse a ella.
Vázquez del Mercado fue de-signado oficial mayor del gobierno del Distrito Federal, y de inmediato atrajo a jóvenes profesionistas de la Generación de 1915; nomnró a Miguel Palacios Macedo vocal primero de la Junta de Vigilancia y Cárceles y Alfonso Caso como abogado consultor; Manuel Gómez Morín fue designado secretario particular del ministro de Hacienda. Quienes no entraron al gobierno durante el breve interinato de De la Huerta, lo hicieron después, por los espacios que les abrió José Vasconcelos como secretario de Educación obregonista, y no sólo eso, los que ya estaban dentro ascendieron; Vázquez del Mercado pasó al puesto de secretario general del gobierno del Distrito Federal y llamaría a Lombardo Toledano para que lo supliera en la Oficialía Mayor. Gómez Morín llegó a la Subsecretaría de Hacienda, gracias también a la intervención de Vázquez del Mercado, pues en ese tiempo don Alberto era el guía del grupo.
Vázquez del Mercado gozaba de la absoluta confianza del gobernador del Distrito Federal, el general Celestino Gazca, de tal modo que aunque el tiempo se le iba en litigar contra los amparos interpuestos por los latifundistas afectados por las disposiciones del artículo 27 de la Constitución, pudo llevar a cabo algunas reformas que le parecieron indispensables. Experimentó por ejemplo, liberar algunos días a la semana a los presos, para imbuirles de nuevo la confianza en la sociedad, y rehabilitarlos paulatinamente; instituyó el descanso dominical obligatorio, no obstante las protestas de los dueños de comercios e industrias citadinas; puso a funcionar a las –hasta ese momento– teóricas Juntas de Conciliación y Arbitraje, e impulsó el cierre de muchas pulquerías, establecimientos que abundaban en la capital del país, en detrimento de las clases bajas que eran las únicas que prácticamente consumían este producto, fomentándoles el alcoholismo.
Posteriormente, con Miguel Alessio Robles como secretario de Industria y Comercio, fue subsecretario de abril de 1922 a julio de 1923, de donde salió al desatarse la rebelión delahuertista, cuyo caos lo obligó a refugiarse en su cátedra de Derecho Mercantil, que impartió en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. De 1924 a 1926, se desempeñó como diputado a la XXX Legislatura por el 5º Distrito Electoral de Guerrero. Su bien ganada fama de jurisconsulto erudito, de abogado brillante y honesto, lo llevaron a la Jefatura del Departamento Jurídico del Banco Agrícola, en 1927.
Con la llegada de Emilio Portes Gil al poder a fines de 1928 –después del asesinato del presidente electo Álvaro Obre-gón– éste, como una estrategia para darle lustre a su gobierno y acallar la oposición, llamó a varios allegados a Vasconce-los –ministro de Educación de 1921 a 1923– para ocupar puestos encumbrados de la nueva administración. Castro Leal, fue designado rector de la Univer-sidad; Cosío Villegas lo acompañó como secretario general de la casa de estudios; Caso es nombrado director de la Escuela Na-cional Preparatoria; sin embargo, quizá en ningún miembro de la Generación de 1915 –dice Krauze– el llamado del gobierno haya sido tan reconocido y justificado como en Vázquez del Mercado, un hombre verdaderamente tan cercano a Vasconce-los, como pudo haberlo sido Pa-lacios Macedo o Gómez Morín, y que fue nombrado ministro de la Suprema Corte de Justicia a los 35 años, labor que asumió con sumo entusiasmo, pues era la oportunidad de servir al país, en lo que dominaba a la perfección: el derecho, convirtiéndose en uno de los elementos más brillantes y valiosos de esta institución.
No obstante, dado su carácter enérgico e indomable y su intachable dignidad y honradez, un incidente político frustró su carrera de jurista. En mayo de 1931 fue aprehendido en su casa don Luis Cabrera, el antiguo ministro de Hacienda de Carran-za, presumiblemente por haber dado unas conferencias en la Biblioteca Nacional que atacaban al gobierno, y luego, deportado a Guatemala; todo ello, por ordenes de Plutarco Elías Calles, aunque en ese momento el presidente en turno era uno de sus peleles: Pascual Ortiz Rubio. El evento se había ejecutado a pesar de dos amparos concedido a Cabrera por el poder judicial, hecho que provocó protestas de don Alberto en las sesiones de la Corte, por el atropello cometido en contra de esta institución. La Corte en pleno le hizo un vacío al magistrado Vázquez del Mercado, quien lamentando la cobarde ac-titud de sus pares redactó y envió posteriormente al presidente Pascual Rubio su renuncia, “por la imposibilidad de lograr que la administración actual deje de cometer violaciones a los derechos y garantías que asegura a las personas la Constitución de la República”, convirtiéndose en el único magistrado de la Suprema Corte que dejaba voluntariamente este cargo, como protesta por la intrusión ilegal del Ejecutivo, en el máximo representante del Poder Judicial en el país.
Sin embargo, no era la primera vez que Vázquez del Mercado se enfrentaba con el Poder Eje-cutivo por disposiciones arbitrarias contra la autoridad autónoma del Judicial. Un año antes se opuso al nombramiento “al vapor” y sin el conocimiento de causa de un licenciado Villalobos Ruiz, como Juez de Distrito en La Laguna, hecho directamente por don Plutarco, quien fungía como ministro de Guerra y Marina; en esa ocasión, Vázquez del Mercado orilló a la Corte, contra la voluntad y el temor de la mayoría a dirigir un escrito de protesta al presidente (interino) Portes Gil por la acción de Ca-lles. A los pocos días, el presidente ofreció al pleno de la Corte disculpas por la actitud del ministro, quien en realidad continuaba como el poder atrás del trono.
Posteriormente –ya siendo presidente electo Ortiz Rubio– éste le envía una comunicación personal al ministro Vázquez del Mercado, con el objeto de recomendarle un asunto de un amigo, que estaba por ventilarse en la sala a la que estaba adscrito. La respuesta fue escueta y fulminante, y hacía alusión a la ilegalidad de la recomendación, indigna de su investidura política y que él como ministro de la Corte, desde luego debía desechar.
La renuncia de Vázquez del Mercado fue una actitud que halló un inmenso eco de admiración en el medio universitario e inclusive en el mundo político del país. Por supuesto, Luis Cabrera le envió desde su exilio guatemalteco una carta de agradecimiento, en la cual le decía: “su renuncia significa la liberación moral de un hombre que no podía seguir viviendo en un medio asfixiante, y que había preferido la modestia de una vida privada a la costosa responsabilidad de una magistratura en la que no puede cumplir con la misión encomendada”.
Don Alberto, este guerrerense admirable, dedicó el resto de su vida a la docencia, a la obra editorial y la práctica privada de su profesión, sin embargo, creo que no ha tenido un justo reconocimiento. ¿Usted conocía estimado lector, el nombre de este distinguido jurista y su brillante historia? ¿Conoce alguna calle o avenida con su nombre, en alguna ciudad del estado? En esta entidad, llena de nombres y bustos de políticos contemporáneos o de sus cónyuges u otros familiares en avenidas, escuelas, jardines de niños, colonias urbanas. En 1998, a petición de Guerrero cultural siglo XXI, el cabildo del H. Ayuntamiento de Chilpancingo, acordó imponer su nombre a una calle de la capital del Estado, sin embargo esto nunca se ejecutó.

* Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI AC.

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