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La banana y vuelo en paracaídas, los preferidos de turistas este domingo en la playa El Morro

Mariana Labastida

El sonido de un silbato anuncia que la vuelta en paracaídas se terminó y alerta a quienes están en la arena de que descenderá un visitante, a quien le gritan los prestadores de servicios turísticos que abra las manos para que pueda caer sin problemas.
El domingo en playa El Morro fue movido para los prestadores de servicios turísticos que recorrían la franja de arena ofreciendo paseos en banana, motoacuática o paracaídas.
Familias como la Soriano Casasola disfrutan de la playa: unos se refugian del sol debajo del toldo que rentaron para pasar el día, mientras que los más jóvenes se ponen chalecos salvavidas en espera del recorrido en banana que van a hacer.
El representante de la Cooperativa de Deportes Acuáticos El Morro, Arturo Pantoja, comentó que era un buen día, un domingo de vacaciones y dos días después de la quincena. “Cuando es quincena viene también gente local y sabemos que habrá movimiento como ahorita (ayer)”.
La única lancha que tiene la cooperativa no se da abasto para los paseos en banana y paracaídas, pues entre tres y cinco personas esperan con sus chalecos salvavidas puestos su turno de disfrutar de la diversión en el mar.
“Sube las manos, baja las manos, jala el de atrás”, son algunos de los gritos que se escuchan de prestadores de servicios que dan instrucciones a quienes vienen en el paracaídas, cuando la altura indica que se pueden pasar el área de playa donde se tiene previsto bajarlos.
El prestador que esta más cerca del visitante que viene en el paracaídas brinca para alcanzar sus pies y con ello ayudarlo a aterrizar sin problemas.
Los dos hombres que repitieron por lo menos seis veces el procedimiento en menos de dos horas, traen playeras en las que se lee: “Bienvenido a Acapulco amigo turista”.
“Se debe de tratar bien a los visitantes para que regresen”, dijo Arturo Pantoja.
A los turistas que tiene ocupados sombrillas y toldos privados y de la Promotora de Playas, los vendedores informales les ofrecen de todo: pulpas de tamarindo, llaveros de plástico de diferentes figuras con la leyenda Acapulco, ostiones, callo de hacha, quesadillas de papa y de cazón, ceviche, tamales, nieve, agua de horchata, jamaico y coco.
A lo lejos se escucha una canción y el sonido se va acercando. Es un joven con una bocina en la espalda y con un letrero escrito en una cartulina naranja florescente con letras negras, en la que se lee: “se renta sonido”. Trae de todos los ritmos para complacer el gusto de todos los clientes.
“For rent José”, se lee en los chalecos salvavidas. “La necesidad nos obliga”, indicó uno de los trabajadores de playa, José, quien aclaró que lo que se renta es el chaleco, “bueno si le llegan al precio negociamos”, bromeó.
“La banana se siente bien padre”, afirmó un niño de 9 años que acaba de regresar de su recorrido, y ahora va con los cooperativistas a rentar un cheleco para meterse al mar. Sólo viene con su madre y estarán dos días en Acapulco y otros dos más en Cuernavaca, antes de regresar al Distrito Federal de donde viene.
Fabiola Casasola sale del mar y se sienta junto a Arturo Pantoja en las sombrillas, donde tienen las mesas en las que se cobra por los paseos. Muestra sus manos, está temblando, una de las olas la puso nerviosa. “No me vuelvo a meter en su playa”, le dijo al representante de la cooperativas a quien conoce de hace 10 años, tiempo en el que ha visitado Acapulco consecutivamente.
“Ella viene a nadar en el Guadalupano”, comentó Arturo Pantoja en referencia al maratón que se hace por la celebración a la Virgen de Guadalupe el 11 de diciembre.
Fabiola viene con su familia, son 12, los menores se preparan para dar un paseo en banana. Es la tercera vuelta consecutiva que da la lancha, y en espera están los que contrataron una vuelta por la bahía de Santa Lucía en paracaídas.

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