Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Federico Vite

Hechuras

(Segunda de dos partes)

Porque leer consiste en darse y recobrarse, en ver más allá del marketing de becas o premios; leer, aparte del acolchonado placer que ofrece la actividad en sí, implica comprender la ruta emprendida por el escritor, los andamios por donde tantea su escape o el arribo a la estética propuesta. Leo también para espejearme. Con esa curiosidad me asomo a las páginas de los poetas publicados por la Secretaría de Cultura y Servicios Editoriales de Otro Tipo este 2015, ganadores del Premio Estatal de Cuento, Poesía y Ensayo Literario Jóvenes en las ediciones 2012, 2013 y 2014.
Entre verso y prosa, dice Alfonso Reyes, no hay jerarquía de estética. Quizá la única diferencia, refiere el diplomático escritor, sea precisamente el uso del lenguaje. Tomando como eje de pensamiento este apartado empolvadón de la obra de Reyes, notamos que la intención estética de los poetas que a continuación enumero parten de una exploración narrativa que simple y sencillamente encalla en la poesía.

Poesía

La rueca de Gabrielle, ganador de la edición 2014, de Adriana Ventura Pérez, ofrece al lector un recorrido simbólico por las mallas, cotas y tramas de una tejedora. Alguien con el oficio de Penélope, una voz, más que una mujer, que se preocupa por el invierno, el arribo del príncipe azul y las rutas grises que conducen siempre a la maquiladora, a una especie de cárcel donde se decantan los pensamientos oscuros. Ahí se manufacturan los sueños de la voz que recuerda al modista Paul Poiret y se interna hondamente en una preocupación: la esclavitud por crear, o concebir, el atuendo perfecto de oropel. Ventura recurre al verso libre, a la repetición confesional de la segunda persona para generar intimidad con el lector. Invoca el ámbito doméstico de una esclava que sólo teje, igual que una araña, el eslabón grueso de las carencias. Me agrada la inusitada forma de engarzar un canto desde el humor ácido, negro casi, que despiertan estos versos:
“Hay mujeres que no pueden sostener una idea
bajo los plumajes que llevan por sombrero.
Ya amanece y tejo con la agilidad de las arañas
cuando toman los rincones de esa casa.”
Troya sobre una muralla, ganador de la edición 2013, de Zel Cabrera, nos ofrece un paisaje construido por la sombra de varios símiles de la invasión. En estas páginas se muestra la opresión a punto de la conquista. Ya sea Troya, la voz de Helena, la de Judith o la del poeta Ezra Pound, esencialmente el poema nos canta la tranquilidad que precede a la catástrofe, la autora confía en su voz para señalar cómo alguien atraviesa esa muralla y consuma el sacrificio de cada uno de los personajes que nombra en diversos escenarios, pero con el mismo leitmotiv del crak.
La imagen más sutil del poema es la de una fisura en la baldosa, esa marca que propicia la ruptura, el cambio en el plano narrativo del poema, donde la noción del mártir detona el entramado poético.
Cabrera nos remite a una atmósfera de encierro, utiliza pasadizos de la historia para mostrarnos por crujías el rostro fragmentado de algunos personajes. Cito a la autora:
“Mi madre dice que viene una hecatombe hacia la casa.
Me postro en la ventana y los pájaros se han marchado.
Mi madre me protege del frío con un deshilachado suéter.
Abro la ventana y mi casa está sitiada por los hijos de Holofernes […]”.
Díptico, ganador en la edición 2012, Ángel Vargas, reúne dos poemas: No odio y Odio. En el primero de los textos encontramos, más que el ejercicio de la retórica, las imágenes que fundan el raigambre de este volumen, la inmersión en sí mismo:
“Yo te como con la boca caliente,
discurro en ti
y en mis labios
bostezan tus molduras […]”.
En el segundo texto, se afianza la voz en primera persona, la confesión y la fuerza, una intensidad que pareciera infantil pero que revira esa pulsión, al final del texto, con una declaración de principios.
Sacrifican a pareja híbrida en la entrada de una casa, ganador en la edición 2014, Ari J. González, recurre al contexto vital de su aldea para buscar nuevas formas de versificación. Se apoya en la prosa que suelen utilizar la mayoría de los reporteros, en la carga semántica de ciertas frases hechas que para el entorno reporteril no dice mucho. Ofrece una relectura de lo violento en las noticias. Propicia su canon e indaga los excesos de un hecho con diversas herramientas, pero la más recurrente, la que permea prácticamente todo el libro, es la narración en favor de la imagen que sustenta el poemario y da el título del libro.
Ari cambia el sentido lógico y el estilo directo de la prosa periodística para crear, con versos blandos, quiebres y encabalgamientos, la atmósfera criminalística de un relato que va mutando, porque las indagaciones de autor buscan un más allá de la prosa; es decir, problematiza el esquema, subvierte el contexto escritural para ofrecer un algo más allá de lo meramente noticioso al lector. Transcribo algunos de los versos iniciales de este volumen:
“Acapulco
de sexo
fue hallado
flotando masculino
una edad aproximada a los treinta y cinco,
la ‘presentaba’ con toda la seriedad de un hombre muerto”.
Estos autores, varios de ellos con becas y premios, poseen la formación para sortear los escollos gramaticales que se imponen, no es necesario que le canten a su aldea ni que recurran a lo ya dicho por otros sobre esta aldea. Que los chicos busquen a sus interlocutores y, como es debido, devoren a sus padres literarios. Que tengas buen martes.

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