Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Abelardo Martín M.

Un gobierno fallido

Guerrero va en camino de obtener el nada presumible liderazgo nacional en violencia, inseguridad y mala reputación.
A esta mala fama contribuye el equivocado comportamiento institucional, la errónea valoración de que la violencia es la raíz, cuando que quien tenga dos dedos de inteligencia en la frente sabe que es consecuencia de problemas distintos. El primero es la ausencia de gobierno, junto con el grave rezago en educación, salud y desarrollo de oportunidad (empleos, trabajo, ocupación) para los guerrerenses. La violencia no es la raíz, la gente no es violenta de por sí, sino que las condiciones de salud, educación y los problemas sociales la empujan a encontrar esa salida.
El recuento de víctimas en Guerrero suma ya miles de personas muertas o desaparecidas, no obstante los programas municipales, estatales y federales enfocados exclusivamente a la pacificación o, dicho de otro modo, a la inseguridad. Durante la administración del presidente Felipe Calderón Hinojosa, se pusieron en marcha, con bombo y platillo, programas que se convirtieron en esfuerzos mediáticos por obtener fama y reconocimiento.
Guerrero es la mejor demostración del gobierno fallido, por la mala administración de sus gobernantes, empezando por el depuesto Ángel Heladio Aguirre Rivero, cuya superficialidad e ineficacia no pudieron ocultarse detrás de campañas publicitarias. Es un hecho que no es posible gobernar con spots por muy bien producidos o “creativos” que sean. Es necesario modificar el paradigma de la comunicación política, la comunicación institucional y dejar de creer que al buscar fama se logra prestigio. Eso es como pedir peras al olmo.
La primera plana de El Sur refleja, sin matices, el peso de la realidad que vive Guerrero: “Tres ejecuciones ayer en Acapulco, dos en Iguala y una en Chilpancingo”. “Por la noche balean a un hombre en la Costera, cerca de Aurrerá. Fallece el policía vial atacado el viernes en La Laja. Matan a balazos a dos jóvenes al norte de la ciudad igualteca y a una vendedora ambulante en el mercado central de la capital del estado. Consignan a seis detenidos por el asesinato de Urquizo; dos heridos dejan el hospital y uno más sigue grave. Tres muertos a balazos ayer en distintas colonias deja la violencia en la ciudad .Hallan en la colonia José López Portillo un cadáver en descomposición…”
El recuento de la violencia ya a nadie sorprende. El país se ha convertido en (mal) ejemplo internacional de que los hechos delictivos forman parte de la cotidianeidad, que violación a las leyes e impunidad van de la mano y configuran un modelo cultural que sobrepasa, supera y aleja al gobierno y a su función primaria: la gobernanza o gobernabilidad.
El gobernador electo de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, recibirá un estado no solo quebrado o insolvente en lo económico, sino descompuesto en lo moral y sin esperanza. Ya aquella luz que se veía al final del túnel en las vísperas de la llegada de un nuevo gobierno, hoy no existe. La mayor parte de la gente no la distingue, sino que se presume la oscuridad y el fracaso de la nueva administración, en tanto que demuestre lo contrario. En este  contexto, no resulta nuevo y mucho menos casual que el arzobispo Carlos Garfias Merlos se sume al llamado contra la violencia: “No es justo para la sociedad vivir con miedo”, dice.  Y continúa: “Si las autoridades saben que llegó un nuevo grupo por la forma en que suceden las ejecuciones, que procedan como los responsables de dar seguridad y tranquilidad al estado”, demanda el arzobispo.
La información de El Sur agrega que el arzobispo dijo que “no es justo para la sociedad vivir en la zozobra y el miedo”, en referencia a la “preocupante violencia en el puerto y en el estado. Con tristeza nos hemos enterado, a través de los medios, de asesinatos y situaciones relacionadas con hechos delictivos. Como Iglesia reprobamos la violencia en todas sus expresiones y nos unimos a las voces que piden un alto”. En el comunicado que leyó se indica que preocupa que haya un aumento en el número de asesinatos y más que sean mujeres las víctimas. Añadió que el combate a la violencia no sólo se limita a acciones represivas o correctivas, sino a trabajar en una estrategia que permita ofrecer opciones a niños y jóvenes que son vulnerables a la delincuencia. “Todos en la sociedad tenemos el derecho de pedir a las autoridades que cumplan con la responsabilidad que tienen para poder proveer de seguridad a toda la sociedad”, declaró.
Y propuso: “El compromiso de todos debe de ser contribuir a erradicar esta situación (violencia) la reconstrucción del tejido social, y el enfocar los esfuerzos a una cultura de la construcción y promoción de la paz, que son elementos indispensables para transformar la realidad”, afirmó. Para construir la paz, el arzobispo explicó que se necesita atender problemas de beneficio social y se requiere de proyectos que ofrezcan alternativas a jóvenes, como empleos.
Está claro, la violencia no se combate con más violencia. La violencia exige estrategia, inteligencia, prudencia, decisión, compromiso, acción intachable, es decir una serie de actos que los gobiernos en Guerrero no han puesto en práctica. Ha prevalecido el dejar hacer, dejar pasar, que no compromete a nadie y que permite el deterioro, creciente, constante y seguro de la situación social, política y económica. Guerrero ha vivido un gobierno fallido. Pero no es una condena, es un problema que puede superarse. No solamente para poner estrellas y medallas a los funcionarios, sino especialmente para crear las condiciones de vida que cualquier sociedad reclama.

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