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Humberto Musacchio

Lo de Beltrones, acierto entre titubeos

La embajada mexicana en Washington, para todos los efectos la más importante de nuestras representaciones, se halla acéfala desde hace medio año. El anterior embajador, sin mérito alguno, fue premiado con el nombramiento de ministro de la Suprema Corte de Justicia, lo que aporta al Ejecutivo un aliado más en el Poder Judicial.
Pero seguimos sin embajador en Washington, aunque extraoficialmente se sabe que el gobierno mexicano está negociando con el de Estados Unidos, que incluso ya habría dado su beneplácito al futuro representante de México, con un pequeño detalle: que el Senado de la República, órgano que debe ratificar el nombramiento, hasta ahora no cuenta con notificación oficial.
Por otra parte, se dice que el ungido será el académico y encuestador Miguel Basáñez. Sí, el mismo que en el sexenio de Miguel de la Madrid fuera secretario particular del secretario de Energía Alfredo del Mazo. A Basáñez se atribuye el equívoco destape de Sergio García Ramírez por haber confundido sus iniciales, SG, con las de Salinas de Gortari, que finalmente resultó el candidato presidencial del PRI. De confirmarse, México mandará a su embajada más importante a un hombre sin experiencia alguna en el campo diplomático, pero eso sí: un integrante más del clan toluco.
Otro nombramiento irresponsablemente pospuesto es el del próximo líder de los priistas en la Cámara de Diputados. Por la prominencia de su actual cargo, todo mundo espera que César Camacho Quiroz, el aún presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, sea el líder de los diputados de su partido, pero, a menos de un mes de que entre en funciones la nueva Legislatura, todavía no hay confirmación y, hasta donde sabemos, ni siquiera está participando en las negociaciones que indebidamente realiza un miembro del gabinete presidencial con los partidos sobre la integración de la próxima Legislatura y el reparto de comisiones, lo que deja en una débil posición a quien finalmente vaya a ser nombrado jefe de la bancada tricolor.
Paralelamente, ayer a mediodía tampoco estaba claro quién sería el nuevo líder del PRI. Sin embargo, Joaquín López Dóriga dijo en su noticiero que el bueno era Manlio Fabio Beltrones, lo que confirmaron los portales de algunos diarios capitalinos, mientras que se difundía la noticia de que Aurelio Nuño, hasta poco antes señalado como El Delfín, se había ido de vacaciones. Igualmente, coahuilenses cercanos a la nomenklatura priista dieron a entender que Enrique Martínez y Martínez no era el señalado por los dioses.
Al momento de escribir estas líneas, todo indica que el sonorense será el próximo presidente del CEN del PRI, lo que deseaban amplios sectores del partido, pero lo veían como poco probable porque Beltrones no cuenta con la simpatía del clan mexiquense, que necesita con urgencia de su talento político, pero el miedo le ha impedido incorporarlo al primer círculo, pese a que en la Cámara de Diputados cumplió lealmente con todos los encargos que le hicieron en Los Pinos.
Para el priismo militante, el de un día sí y otro también, la llegada de Beltrones es una buena noticia. El sonorense es uno de los suyos, un hombre para el que la política parece no tener secretos. Alguien que, según esperan, dará al partido del gobierno la fuerza, el dinamismo y la elasticidad para adaptarse a las actuales condiciones de competencia electoral y oposición permanente.
Desde hace meses se decía que Manlio Fabio iría a dirigir el PRI y él mismo no ocultaba su interés por el cargo. Pero la banda toluqueña lo veía y lo ve como un peligro, un político con fuerza propia, con múltiples relaciones en toda la República y, por lo tanto, alguien que puede emprender el camino que mejor le parezca, pues no le deberá el cargo a nadie y su llegada al PRI es un reconocimiento a sus habilidades, que buena falta le hacen al actual gobierno.
Viendo la probabilidad de que llegara Beltrones al PRI, se levantaron voces para recordar que, por definición, el principal dirigente del partido estaba impedido para buscar la candidatura presidencial, como ha ocurrido hasta ahora. Sin embargo, los promotores del veto olvidan que estos son otros tiempos. Hoy existe verdadera oposición y el PRI va a necesitar de abanderado a un político en toda la extensión de la palabra, un hombre con determinación, capaz de despertar el entusiasmo de sus bases. Un Beltrones, pues.

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