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Recorren los tradicionales tigres y perros las calles de Chilapa en un ritual pagano

Luis Daniel Nava

Chilapa

Decenas de hombres y mujeres de todas las edades, vestidos como jaguares y perros, recorren las calles y el zócalo de esta ciudad para conmemorar un viejo ritual pagano religioso.
Los hombres jaguar, ataviados con trajes amarillos y artesanales mascaras de madera, con colmillos de cerdo y bigotes de pelo de jabalí, corren arrastrando y serpenteando una cadena de fierro o tronando un chirrión; mientras que los perros portan un sombrero y un palo.
La tradicional temporada de jaguares en esta ciudad va del primero al 15 de agosto, día en que manadas de felinos de los barrios tradicionales recorren masivamente las calles de Chilapa, práctica que enmarca la festividad de la virgen de la Asunción o virgen de las manzanas, en la catedral.
En estos días de fiesta, niños, jóvenes y adultos recorren las calles correteando a niños y adolescentes, en una suerte de toreo. También son tardes en que decenas de familias acuden a placear al centro de la ciudad.
Son días que recuerdan la tradicional, pacífica y hasta religiosa Chilapa, que en sus últimos años acaparó la atención nacional e internacional por el nivel de barbarie, violencia e inseguridad que vive la sociedad, en medio de una guerra entre grupos del narcotráfico.
Existen muchas versiones sobre la tradición de vestirse de jaguares, que van desde la de agradecer a los dioses prehispánicos por las cosechas otorgadas, al final del ciclo agrícola; a la de simplemente vestirse de “tigres” para adornar una celebración religiosa.
Las pocas personas que popularmente han sido nombrados y reconocidos por las autoridades como “tigres mayores”, recuerdan que desde mediados de la década de 1950 ya había hombres jaguar y hombres perro, que recorrían en pequeñas manadas las empedradas calles en medio de la lluvia.
Uno de ellos, Antonio García, detalla que el viejo ritual consistía en que dos o tres tigres recorrían las calles, seguidos por unos 20 perros.
Según la leyenda popular, los tigres representaban el mal y los perros trataban de ahuyentarlo.
Otra versión, retomada por los gobiernos locales, expone que los tigres y los perros representan a la lluvia y al viento para pedir fertilidad de la tierra a los antiguos dioses de la demarcación.

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