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Rubén Aguilar Valenzuela

La vuelta del PRI

La decisión de la mayoría de los votantes, el 38% de los mismos, decidió que el PRI volviera a la presidencia de México. Este sector de la ciudadanía piensa que el PRI debe ahora hacerse cargo de la conducción del país.
El presidente constitucional electo, Enrique Peña Nieto, y su partido deben ser conscientes y actuar en consecuencia frente a dos realidades: han sido elegidos por una minoría de ciudadanos y que existen dudas e incluso temores sobre cuál será el camino que tomará el PRI: la restauración del viejo régimen o seguir la renovación.
En la nueva realidad del país, mientras no exista la segunda vuelta, el presidente de la República siempre será electo por una minoría. El padrón es de 79 millones de ciudadanos. De esos 32 millones, el 38%, decidieron no ejercer su derecho a votar y de los 49 millones que sí lo hicieron, el 62%, votaron por Peña Nieto 18 millones 630 mil. Sólo el 25% del padrón.
No existe ninguna duda sobre la legitimidad del nuevo presidente, pero es necesario tener en cuenta que 60 millones 370 mil ciudadanos, el 75%, no votó por el actual presidente. Él está obligado a gobernar para todos y una  tarea fundamental es asumir esta realidad y hacer esfuerzos para ganar al proyecto del gobierno, no al partido, a esos ciudadanos que son la mayoría.
A pesar de que el país es otro y que ya no se puede volver a los tiempos de la opacidad absoluta o al ejercicio del poder presidencial sin contrapeso alguno, hay muchos ciudadanos, son la mayoría, como se deriva de los números anteriores, que temen que el PRI caiga en “la tentación”, así lo he oído de algunos, de restaurar viejas prácticas.
El nuevo presidente constitucional electo, que tomará posesión el próximo primero de diciembre, debe tener muy claro esta duda, para demostrar que no ha lugar a esa tentación y que su gobierno habrá de continuar con el proceso de profundización y consolidación de la democracia que el país vive desde 1997 y de manera más clara a partir del 2000.
La contribución del PRI a ese proceso es evidente y sin la actitud y las acciones que tomó para crear, por ejemplo, el Instituto Federal Electoral (IFE), autónomo y ciudadano, y reconocer su derrota en 2000 y 2006 el país no estaría en la ruta de la maduración democrática en la que ahora se encuentra, donde siguen presentes todavía muchos problemas.
Todo indica, así lo ha declarado el presidente constitucional electo, que está decidido a gobernar para todos y a seguir impulsando las transformaciones democráticas que el país requiere, que implica no dar marcha atrás a la rueda de la historia. Si el nuevo presidente y su partido no hacen realidad estas promesas metería al país en una dinámica de tensión que nadie desea.

Twitter: @RubenAguilar

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