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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAIS

*Los Chuchos y la muerte de la gallina de los huevos de oro

Con un engreimiento inaudito, el 9 de febrero de 2014 Carlos Navarrete dijo que era una “fantasía” de Andrés Manuel López Obrador pensar que Morena podía rebasar al PRD en las elecciones de 2015 para asumirse como el mayor partido de la izquierda en el país.
Hoy, dos meses después de los comicios del 7 de junio, la fantasía de López Obrador no sólo es una realidad, sino que Morena es ya, sin duda alguna, el mayor y más representativo partido de la izquierda del país, y López Obrador se ha convertido en el enemigo a vencer por el PRI y el PAN en las elecciones presidenciales del 2018.
Esa perspectiva tiene documentado su reflejo electoral, si se toman en cuenta dos encuestas publicadas por el diario Reforma, una en la que López Obrador figura como el aspirante presidencial con la mayor ventaja de todos los partidos, incluido el PRI, y otra en la que Ricardo Monreal y Morena aparecen como favoritos de los electores para la jefatura de Gobierno de la ciudad de México. (Reforma, 2 y 9 de agosto de 2015).
Lo que ocurre con el PRD de Navarrete y Los Chuchos es muy distinto, pues su derrota en la ciudad de México, en Guerrero y en la disputa por las diputaciones federales sumió a ese partido en una crisis sin solución, pues no pueden ser Los Chuchos quienes la resuelvan, si ellos son la crisis.
En el proceso de renovación del Comité Ejecutivo Nacional en septiembre y octubre del año pasado, el PRD tuvo en sus manos la posibilidad de poner fin a la descomposición que comenzó a sufrir de manera acelerada a partir del 2008 con el arribo de la corriente Nueva Izquierda a la dirigencia. No ha pasado tanto tiempo como para que nadie se acuerde que un sector del PRD, ciertamente minoritario, propuso ceder la presidencia nacional a Cuauhtémoc Cárdenas, con el objetivo de que el peso moral de la principal figura del perredismo facilitara el reencauzamiento del partido después del desprestigio que experimentó por los acuerdos que Los Chuchos pactaron con el PRI y el gobierno de Enrique Peña Nieto para que las llamadas reformas estructurales fueran aprobadas en el Congreso. Pero la arrogancia de Los Chuchos obstruyó esa posibilidad.
Emplazado por Cárdenas para que renunciara a la presidencia del comité ejecutivo, Navarrete escenificó el conocido espectáculo de necedad y ambición que caracteriza a su corriente. No estuvieron dispuestos entonces Los Chuchos a entender que el estrepitoso derrumbe del PRD se debe a ellos, y que entre las causas principales se halla el hecho de que ellos le abrieron la puerta e impulsaron a José Luis Abarca, a sabiendas de las acusaciones públicas que pesaban sobre el ex alcalde de Iguala por sus nexos con la delincuencia organizada, lo que finalmente produjo la matanza y la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, crimen que es de la responsabilidad histórica del PRD.
Conviene recordar todo esto porque explica y es el antecedente de la situación actual de Los Chuchos, que se encuentran en el fondo del abismo y por fin parecen haber comprendido –demasiado tarde– que solamente su salida de la dirección nacional del PRD pondría al partido en la circunstancia de emprender una reestructuración.
Al presentar la situación del PRD el viernes al abrir el Quinto Pleno Extraordinario del Noveno Consejo Nacional, así presentó las cosas Navarrete: “No podemos seguir por el mismo rumbo, ha llegado el momento de una transformación en las filas del PRD y de no hacerlo corremos el riesgo de ir debilitando nuestro proyecto político hasta ponerlo en franca extinción”.
Sin la soberbia que solía exhibir al referirse a López Obrador, el todavía dirigente del PRD diagnosticó que la renuncia del ahora líder de Morena en el 2012 fue el punto de partida del desastre, y aludió a “otros hechos” ocurridos en 2014. Dijo que “en Iguala y Cocula, Guerrero, jóvenes fueron asesinados y 43 estudiantes normalistas desaparecieron. La noche del 4 de octubre, cuando en este Consejo se elegía a su dirigencia nacional, se descubrieron fosas clandestinas en Iguala. El hecho de que esos acontecimientos hubiesen ocurrido en un municipio y en un estado gobernados por nuestro partido nos colocó en el centro de la polémica y de la responsabilidad”. Consideró que ese ciclo de desgracias políticas, de las que sin embargo no responsabilizó a su corriente, se cerró con la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas al PRD.
No parece que vaya a servir de algo ya, pero por esos motivos anunció Navarrete su renuncia a la dirigencia para facilitar la transformación del PRD con la renovación adelantada de todo el Comité Ejecutivo Nacional, planteamiento que el sábado fue aprobado por el Consejo Nacional. En el programa de la restructuración fue incluido un capítulo de alianzas, y se aprobó la creación de una comisión que buscará acercamientos con “fuerzas progresistas y liderazgos de izquierda”, la forma indolora que Los Chuchos emplearon para referirse a López Obrador y Cárdenas.
La renuncia de Navarrete, el reconocimiento de las grandes causas de la derrota del PRD y la necesidad de “transformar” al partido eran factores conocidos incluso desde antes de la crisis de Iguala. Antes de renunciar él al PRD en noviembre de 2014, Cárdenas solicitó la renuncia de Navarrete y la transformación del partido, frente a lo cual Los Chuchos se mantuvieron intransigentes porque no creían que la derrota fuera inevitable ni que ellos serían arrastrados por la catástrofe.
Es decir, Los Chuchos se volvieron humildes una vez que acabaron con la gallina de los huevos de oro. Demasiado tarde. Pero ni así se les acaba la ambición, pues el proceso de saneamiento que pretenden ejecutar ni siquiera disimula la intención de que sea otro de los suyos quien entre en remplazo de Navarrete. En esas circunstancias han llegado a mencionarse los nombres de Beatriz Mojica Morga y Armando Ríos Piter como posibles sucesores, soluciones pobrísimas en ambos casos y una entrega desembozada del PRD a Los Pinos y al PRI en el segundo.
Al final, han sido notorios en estos días la ausencia de ideas y de un proyecto de fondo para concretar la “transformación” del PRD, caricaturescamente expuesta en la versión de que Los Chuchos sondean la posibilidad de que la presidencia nacional del partido sea ocupada por Juan Ramón de la Fuente, José Woldenberg o Roger Bartra. Por lo visto, a pesar de que el PRD está acabado y prácticamente sin futuro, Los Chuchos todavía conservan el sentido del humor.

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