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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* What next?

La vida de una verdadera sociedad democrática comienza cuando concluye una elección. Los ciudadanos votan para elegir por mayoría a los candidatos que piensan podrían ser los mejores representantes populares en los gobiernos y legislaturas, con un mandato principal: cumplir sus promesas de campaña obedeciendo la ley y sometiéndose al escrutinio abierto de su desempeño y a la rendición pública de sus cuentas.
Sin embargo, ese mandato obliga, por necesidad y antonomasia, también a la sociedad civil, a escrutar desempeños y revisar cuentas.
Sobre todo cuando se trata de elecciones “históricas”, como fue para los gringos la de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, “tener una familia negra en la Casa Blanca es un logro monumental. De hecho, es histórica (la elección) en un sentido más amplio. Los dos candidatos demócratas eran un afro americano y una mujer, dos logros notables. Si regresamos, digamos, cuarenta años, hubiera sido impensable”, opinó Noam Chomsky, el respetado intelectual de izquierda, en un discurso ante universitarios de Boston, en 2008.
Sin embargo, agregó más adelante en su discurso, que tituló What next? (¿Qué sigue?), “el desenlace de la elección presidencial fue el usual. Una vez más, la elección fue esencialmente comprada. Nueve de cada diez ganadores superaron el gasto de sus oponentes. Obama, por supuesto, superó en gastos a McCain” (el candidato republicano).
Por eso, advirtió Chomsky ante los universitarios bostonianos, el nuevo presidente deberá demostrar de inmediato que “la esperanza en un cambio verdaderamente democrático fue más que un discurso de campaña”.
Como Obama, también Peña Nieto gastó más que sus oponentes. Y aunque es obvio el contraste político entre la victoria presidencial de Obama y la de Enrique Peña Nieto, por distintas razones, ambas pueden considerarse como “históricas”.
Siendo así, en una interpretación simple de las ideas de Chomsky, Peña Nieto deberá demostrar de inmediato la convicción y seriedad de sus promesas políticas de cambio… aunque sea responsable; siendo así, los ciudadanos deberán comprometerse a escrutar el desempeño y revisar las cuentas de su gobierno.
Cuando menos, la simpleza interpretativa ofrece más utilidad y sentido políticos que la prolongación institucional y pública de los desacuerdos y conflictos poselectorales.
Guste o no guste el resultado de la elección, votaran o no votaran por su candidatura, el hecho es que Peña Nieto será –si la impugnación de López Obrador no prospera–, el presidente de México durante los próximos seis años. Ganando él, Andrés Manuel o Josefina, el reto habría sido el mismo para los ciudadanos frente al nuevo gobierno: la democracia comienza cuando la elección concluye.
El peor escenario para la democracia mexicana dentro de un año, no será la Presidencia de Peña Nieto repitiendo las viejas formas del poder hegemónico, sino los mexicanos repitiendo la indolencia sumisa de la vieja sociedad civil del PRI-gobierno.

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