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Funda físico de la UNAM un espacio de promoción de la ciencia en Acapulco

*Antonio Rodríguez busca que el Centro de Investigación Científica y Tecnológica de Guerrero sea un semillero científico que financiaría a estudiantes de posgrado para desarrollar investigación aplicada y tecnológica

Dulce Soto / Agencia Reforma

Chilpancingo

Antonio Rodríguez, un físico de la UNAM, encontró en la gente el apoyo que le negaron las autoridades para construir el Centro de Investigación Científica y Tecnológica de Guerrero (Cicteg).
El académico dejó los laboratorios de la Facultad de Ciencias para fundar un espacio que promueve la ciencia en un estado donde más de mil personas son asesinadas anualmente y sólo 85 consiguen becas para estudiar un posgrado.
De los experimentos pasó a las negociaciones y así ha logrado que varias personas apoyen su causa.
Con los ahorros de su jubilación logró comprar una casa en Acapulco, luego de explicarle al anterior propietario para qué la ocuparía.
El dueño era un médico, quien supo que el Cicteg sería un semillero científico que financiaría a estudiantes de posgrado para desarrollar investigación aplicada y tecnológica.
“Quería más por la casa”, narra Rodríguez, “pero le dije: ‘mire, tengo tanto’. Se condolió y me dijo: ‘órale pues’”.
Al proyecto se sumó un notario guerrerense que ayuda a registrar el centro como una asociación civil ante la Secretaría de Hacienda, para que pueda recibir donaciones.
“El notario se interesó también, no cobra nada, sólo que paguemos los impuestos”, relata.
Además, el físico invitó a un grupo de académicos de la UNAM a asesorar a los estudiantes en la realización de sus tesis.
Empezaron cuatro, quienes son socios fundadores, pero, conscientes de que Guerrero no cuenta con presupuesto estatal asignado a ciencia, se les unieron otros seis.
“Todos los que trabajamos aquí no recibimos nada, somos los free”, bromea Rodríguez.
Esos 10 académicos ayudan a pagar servicios básicos del centro con dinero de las becas que reciben del Sistema Nacional de Investigadores, del cual forman parte.
“A mí no me interesan los títulos nobiliarios, pero gracias a la maestría y el doctorado tengo el SNI, y con esa beca pago a la señora que hace el aseo, al señor que cuida, y así me la llevo”, cuenta.
Aunque en enero de este año el Conacyt reconoció al Cicteg como un centro científico, no lo admitió en una convocatoria para recibir recursos, por lo que el físico tuvo que solicitar un préstamo de dinero para equipar el centro.
Además, con ayuda de arquitectos e ingenieros de Acapulco ya remodelan la casa, además de que montaron los laboratorios de óptica, biotecnología y nanotecnología. Ellos mismos armaron el equipo y compraron otros de segundo uso en internet.
Rodríguez encontró en la física conocimiento para ser mecánico, electricista, carpintero y plomero.
“Le hemos tenido que hacer a todo para echarlo a andar”, dice orgulloso.

Investiga y funda empresa

Jazmín Carbajal, arquitecta guerrerense, encontró en el Centro de Investigación Científica y Tecnológica de Guerrero (Cicteg) el apoyo que le faltaba para convertirse en emprendedora.
Acaba de fundar la microempresa Arte y árbol, la cual ofrece servicios de diseño de jardines y naturación de edificios con plantas nativas para ahorrar energía y reducir el consumo de aire acondicionado.
A falta de los instrumentos necesarios para hacer la investigación y de un asesor de tesis especializado en óptica física que laborara en las universidades de Acapulco, decidió acudir al Cicteg.
La única condición que le pusieron fue que al concluir su investigación fundara una microempresa, sin tener que aportar ningún beneficio económico al centro, indica, sino con la intención de mejorar las condiciones laborales en la región.
Ni siquiera el Conacyt la había apoyado pues un requisito para becarla era que no tuviera empleo y ella no desea perder su trabajo como docente en el Instituto Tecnológico de Acapulco.
“No me conviene renunciar porque yo me quiero dedicar a la investigación y a la docencia y aquí es muy difícil volver a encontrar un trabajo así”, explica.
Carbajal es una de los 12 estudiantes de posgrado que realizan investigación en el centro, en cuyas instalaciones 290 niños con discapacidad de zonas marginales han recibido terapias de rehabilitación como parte de un proyecto paralelo.

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