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México es un país sin justicia, corrupto, impune y violento, afirma el historiador Enrique Krauze

*Penguin Random House publica el volumen Personas e ideas que inaugura la Colección Ensayista Liberal

Silvia Isabel Gámez / Agencia Reforma

Ciudad de México

Para Enrique Krauze, el verbo fundamental es comprender. Otros historiadores prefieren descubrir, algunos más explicar. “Lo que me importa no es tanto el por qué, sino el cómo”.
Esta convicción guía también sus conversaciones con figuras como Isaiah Berlin, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Hugh Thomas y Charles Hale, reunidas en Personas e ideas (Debate), el volumen que inaugura la Colección Ensayista Liberal.
Una primera edición homónima de este libro apareció en 1989, a la que siguió otra en 2003 titulada Travesía liberal. Ahora suma nuevas entrevistas bajo un criterio de “obra reunida”. El plan de Penguin Random House consiste en publicar, en el plazo de un año, otros cinco títulos: Mexicanos eminentes, Caras de la historia, Por una democracia sin adjetivos, La construcción de la democracia y La difícil democracia.
“Se trata de que sea una colección completa, no antológica, con nuevos prólogos que ponen en perspectiva cada obra”, indica.
En Personas e ideas incluye 17 conversaciones. Como colofón, el propio Krauze entrevistado. ¿Por qué esos personajes?, cuestiona. Porque podían responder a aquello que le urgía saber; por ejemplo, qué pensaba Leszek Kolakowski sobre la crisis del marxismo, Bernard Lewis sobre la irrupción del fundamentalismo islámico, Mario Vargas Llosa sobre las utopías, Daniel Bell sobre los desafíos del siglo XXI.
“Todas esas conversaciones respondieron a un interés profundo, personal”.
En sus empresas culturales, Clío y Letras Libres, predominan las mujeres, asegura Krauze, una “corrección” que buscó hacer al comprender que era todavía un sector relegado, pero en su libro no aparece una sola. “¿Qué puedo decir? El México sobre el que escribía, o el mundo sobre el que inquiría, estaba dominado por hombres”.
–Las palabras desencanto y utopía atraviesan su libro. ¿Encuentra hoy razones para el desencanto?
–Yo creo que el desencanto español (al que se refiere el historiador John Elliot en su libro) se transmitió a México, que como país hemos tenido muchos breves momentos de gran optimismo, seguidos de un largo y profundo desencanto. Es una especie de malestar nacional, muchas veces justificado. Vivimos el desencanto de la democracia, que es peligroso, porque puede conducirnos a salidas autoritarias populistas.
–¿Conserva alguna utopía?
–Siendo un liberal, he visto fallar demasiadas utopías en el siglo XX. Ahora prefiero las modestas utopías: democracias como Suecia o Dinamarca, que, como no creo que existan razas superiores, pienso que son asequibles. Otra modesta utopía: Costa Rica, que ha mantenido un régimen democrático, con libertades.
–¿De qué vicio intelectual ha intentado protegerse?
–Del dogmatismo y de muchos otros ismos, casi todos, salvo el liberalismo. De los fanatismos de la identidad: nacionalismo, fascismo, comunismo, socialismo, populismo. Todas las variedades del dogmatismo laico que son sólo un reflejo, a veces igual o peor, de los dogmatismos de la religión.
Son varias las entrevistas, confiesa, que se quedó con ganas de hacer: al filósofo Karl Popper, al estudioso de la mística judía Gershom Scholem, a los historiadores E. P. Thompson y Eric Hobsbawm. Y muchos los chistes que lamenta no haber incluido. Recuerda uno que le contó Daniel Bell, cuya familia, como la de Krauze, era originaria de la ciudad polaca de Bialystok, que en el siglo XIX había sido ocupada por Rusia.
“Le llega a una viejita la noticia de que Polonia se liberó de los rusos, y que Bialystok, después de siglo y medio, es de nuevo polaca. Entonces dice ella: ‘¡Qué alegría! Estos inviernos rusos me estaban matando’”.
La idea de Dios y de la fe está también presente en Personas e ideas, en conversaciones como la que sostiene con el poeta israelí Yehuda Amichai. “Yo tengo nostalgia de la fe”, dice Krauze, “pero al mismo tiempo me doy cuenta de cuánto dolor ha causado en el mundo esa exacerbación de la fe que es el fanatismo. Lo estamos viendo ahora, en todas partes. Es la gran sorpresa del siglo XXI”.
–¿Por qué no se ha propuesto escribir un ‘gran lienzo’ histórico a la manera de Elliot o Thomas?
–Quizá fue por el espíritu del ensayista, a quien seducen mil cosas. Me interesó la historia de México lo suficiente para escribir tres libros, que reunidos en la edición en inglés de Biography of Power suman mil páginas. Si se trata de un interés monográfico, dos siglos de la historia biográfica y política de México me parece suficiente concentración y que no desmerece frente a otros modelos.
–Cita usted a Paz: “Quien ha visto la Esperanza, no la olvida”. ¿Cuál es su esperanza?
–El tema de la justicia, sin adjetivos, es el gran ausente del siglo XX en México, y estamos pagándolo. México es un país corrupto, impune, violento, porque nunca se construyó nada en ese terreno; es tierra baldía. Mi esperanza es que comprendamos eso, porque si seguimos concentrados sólo en culpar o denunciar, y no entendemos que debemos ponernos a construir (una cultura, un aparato judicial), estamos en graves problemas.

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