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Abelardo Martín M.

El nuevo PRI de Beltrones

Con la llegada del diputado Manlio Fabio Beltrones Rivera (sonorense de 63 años, la mayoría dedicados a la política), se confirma el antiguo y sabio dicho de que la política es “el arte de lo posible”. El próximo líder de los priístas se colocó ya a la cabeza de prácticamente todos los liderazgos políticos y en él está la esperanza de que no sólo obtenga triunfos electorales, sino que con sus capacidades de negociación, sea capaz de devolver al gobierno su capacidad para cumplir la encomienda que lleva en su nombre: gobernar, aunque fuera con minúsculas.
A Beltrones los caricaturistas de muchos medios periódicos le han dado el mote de Don Beltrone que, bien reflexionado, puede no ser peyorativo, todo lo contrario. El calificativo implica liderazgo, jefatura y sabiduría, así su mejor ícono cinematográfico sea la trilogía del cine hollywoodense de El Padrino y la personificación de Don Corleone. Por eso, inclusive, hay quienes afirman que al hoy diputado no le incomoda ni molesta el mote, menos en la posición que asumirá en unas cuantos días como presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, es decir el de capo di tutti capi de los priistas. Salvo está la figura emblemática que en ese partido se da al presidente de la república, el priista Enrique Peña Nieto, su líder moral.
El “destape” de Beltrones revivió la actividad política. El presidente Peña sorprendió a jóvenes y viejos políticos porque cada quien entendió lo que le convenía y al final, decidió lo que mejor encaja a su proyecto político. Los especuladores habían asegurado que el diputado sonorense no llegaría a la dirigencia priista, porque antes los colaboradores cercanos del presidente habrían logrado dejarlo fuera del escenario sexenal. Lejos de eso, concluye su gestión como legislador fortalecido y, para muchos, perfilado y enfilado como precandidato a la Presidencia de la República, por el PRI claro, al lado de Luis Videgaray, el actual secretario de Hacienda, y de Miguel Ángel Osorio Chong, el actual secretario de Gobernación.
Ayer, en El Universal, el periodista Ricardo Gómez Guzmán, presentó así su entrevista a Beltrones: “El aspirante a la presidencia nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, tiene muy claro que quien sea el dirigente nacional del partido en 2018 no deberá contender por una candidatura presidencial. Lo que no se sabe aún es si en ese año, él se mantendrá como el líder del priismo, o si dejará de ser árbitro para ser jugador”.
Y, continúa la nota: “La víspera, como se anticipó, con el apoyo de integrantes de los sectores que conforman la base del PRI Beltrones acudió a la sede nacional priista para registrarse con su compañera de fórmula Carolina Monroy del Mazo, ante la Comisión Nacional de Procesos Internos como aspirantes a la Presidencia y Secretaría General”.
Para Guerrero los acontecimientos políticos de las últimas semanas tienen un significado particular. Se perfilan y, aparentemente, están en el mismo carril y en la misma ruta, el gobierno del estado, la Presidencia de la República y la dirigencia del partido. Para Beltrones, Guerrero es un estado cercano, dada la influencia que tiene en él su colaborador Manuel Añorve Baños, quien perdió en las elecciones para gobernador en 2010 y dejó un mal recuerdo entre los acapulqueños, a quienes abandonó antes de terminar el mandato como alcalde para ir tras la candidatura estatal.
Guerrero, en la piel del priismo, debiera ser prioritario hoy más que nunca. Para nadie es desconocido que es una auténtica bomba de tiempo y que, como se ha dicho hasta el cansancio, es una de las entidades, si no es que la que más violencia registra en todo el país. Pero ahí estriba la experiencia y sabiduría, o prudencia política, de Beltrones. Hasta este momento no ha hecho ninguna mención de lo que ha sido uno de sus fuertes de toda la vida: los sistemas de seguridad. Bien sabe el próximo dirigente priista, que educación y salud son los programas que pueden dar equidad, igualdad y fraternidad (como rezan los principios de la revolución francesa) y que la sola violencia tiene como resultado más violencia.
Guerrero está frente a una gran oportunidad si se logra, en efecto, encarrilar el gobierno del estado, cuyo mandatario electo es Héctor Astudillo, con la dirigencia priista del experimentado Beltrones y con la Presidencia de la República de otro priista, Enrique Peña Nieto. En todo ello, el papel de Añorve Baños resultará fundamental. Solo hay que tener presente lo que cada semana se ha dedicado a plantear el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias Merlos, quien palabras más palabras menos lo que pide es el restablecimiento de la gobernabilidad o gobernanza y el principio o la noción de autoridad. Situaciones como la toma por parte del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la presa la Parota (Cecop), de los pozos de la planta de captación Papagayo II, requieren una solución inmediata; indicó que más que determinar si sería justa o injusta la liberación del vocero de los opositores, Marco Antonio Suástegui Muñoz, en este momento eso sería oportuno. El prelado católico manifestó que los hechos delictivos deben de verse en el contexto que se realizan y no vincular a las personas que los realizan, por la función que tengan en alguna organización. Como ocurrió el sábado, con la detención en Acapulco de Walter Emanuel Añorve Rodríguez, integrante de la Comisión Política de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) opositora a la que encabeza el secretario general Ramos Reyes. “Si a él lo detienen por un delito común, por el robo de un vehículo, debe de darse el proceso normal para delincuentes de esa índole”, puntualizó el sacerdote. Se debe cambiar la estrategia de seguridad y sugirió que se considere tratar el tema desde el enfoque de salud pública. “Los hechos delictivos tienen que verse en el contexto en que se realizan y no tiene que identificarse con la función o vinculación de las personas en otras organizaciones, grupo o instituciones”. En el comunicado dominical, el arzobispo se refirió al tema de la inseguridad y violencia en Guerrero, especialmente Acapulco, sobre el cual requiere una estrategia global y la participación de todos, manifestó. Garfias Merlos expuso que a pesar de los esfuerzos de los tres órdenes de gobierno, la ola de violencia sigue creciendo, “lo que deja claro que la estrategia que hasta hoy se ha implementado se tiene que cambiar”.
Desprestigiada y más, la política es la única vía para solucionar los problemas o, como dicen los más viejos, hacer posible lo imposible. Esa es la puerta que se abrió con la llegada del diputado Beltrones o Don Beltrone, como le dicen sus críticos, y dependerá de que su actuación confirme esa hipótesis. Por lo pronto, está decidido a unir más que a romper, a conjuntar y conducir, a reconciliar e hilvanar, lo que implica tejer fino. Ya se verá.

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