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Disfrutan los paseantes en Barra Vieja la última semana de las vacaciones de verano

Pasean en cuatrimotos y a caballo, dan caminatas y se bañan en la tibia agua de las albercas de restaurantes de la zona

 

Karla Galarce Sosa

Durante las agónicas vacaciones de verano en Barra Vieja, los vacacionistas disfrutaron de paseos en cuatrimotos, caminatas, paseos a caballo y de la tibia agua en albercas de restaurantes de la zona.
La llegada de visitantes comenzó después del mediodía al restaurante Las Palmitas, uno de los primeros en el poblado de Barra Vieja, donde las familias llegaron, la gran mayoría, a bordo de vehículos particulares.
Los Calzada Ventura llegaron a bordo de un Áltima gris, lo estacionaron en el predio que tiene para tal fin el restaurante, decidieron si se instalarían cerca de la playa o de la alberca y pidieron un cubetazo de cervezas “bien frías” (cuatro vickis y una corona).
Se decidieron por una de las mesas más cercanas a la playa, aunque aún estuvieron a poco más de 300 metros hasta la playa. Aquellos que se aventuraron a llegar descalzos desde la mesa hasta la playa, corrieron apresurados para evitar que el calor de la arena les quemara las plantas de los pies. Pero otros, llegaron con ardor de regreso.
Era tal el calor en la arena, que la superficie destinada a una pequeña cancha de boleibol, no fue utilizada por las familias que llegaron al restaurante. Hasta los meseros que atendieron a tres familias que habían llegado, pasaban apresurados entre las mesas más cercanas a la alberca y las instaladas cerca del área de la playa.
El primer servicio al cual los visitantes recurrieron fue el de paseo en cuatrimoto. Pagaron 200 pesos por 30 minutos de paseo y llevaron el vehículo hasta la zona de La Barra, que permanece cerrada, aunque empleados de Protección Civil prepararon el vado para que, una vez que el cuerpo lagunar alcance su máximo nivel, la presión del agua circule por el canal acondicionado rumbo al mar.
A pesar de que Barra Vieja, junto con la zona de restaurantes de Alfredo Villa de Bonfil fueron de las más afectadas por el fenómeno de mar de fondo en mayo pasado, el restablecimiento y operación de las albercas y mesas en ambas zonas, quedó prácticamente restablecido.
Ayer se observaron los restos de una barricada hecha con costales rellenos de arena en el restaurante Cira I, donde la alberca tenía al menos a 20 personas en su interior, entre niños y adultos; los primeros jugando en el agua y los segundos ocupando los camastros en torno al agua.
Muy cerca de La Barra, un grupo de seis jóvenes evitaron el calor del sol y jugaban boleibol cerca de la zona de resaca, en el mar. Cuando una ola rompía, los jóvenes turnaban entre cada jugada, clavados en el agua, o lo que el mar llevaba hasta ellos.
Al llegar la hora de comida, los comensales de Las Palmitas, pidieron el tradicional pescado a la talla, “elaborado con la tradicional salsa talla, típica del poblado de Barra Vieja para el mundo, aderezado con aceite de oliva, condimentos y cocinado al carbón, y al momento, con una sonrisa y el servicio que los visitantes que nos distinguen, se merecen”, decía el letrero que daba la bienvenida a los comensales.
Una amplia franja de arena, curtida con las rodadas de los vehículos (de pescadores y turistas que entraban con ellos al playa), las pisadas de humanos, caballos y perros, dejaban impresas, mientras las olas, en un vaivén borraban de vez en cuando, pues el aumento en el nivel del mar, las iba borrando de manera ocasional.
Un punto de referencia de los turistas que caminaban en la playa, era el enorme tronco de un viejo árbol que ya fue cubierto con algas, donde también sirvió como escenario para el registro de fotografías.
Otro peculiar atractivo que se volvió una necesidad para los vendedores ambulantes, fue la adaptación que hicieron en las cuatrimotos, a las que les colocaron palapa o lonas, a manera de toldo, para trasladarse de un restaurante a otro y llevar sus productos hasta la mesa de los turistas. Ayer, el conductor de una cuatrimoto, sobre la que se ofrecían frituras, salvavidas e inflables, refrescos fríos en una hielera y diversos artículos de playa como cubetitas y rastrillos de plástico para los niños. A bordo de otra cuatrimoto, una joven, acompañada de dos pequeños, llegaban a ofrecer nieves y paletas en 15, 20 y 25 pesos cada una a los turistas. Para cubrirse del sol, los vendedores construyeron un toldo con lona y adaptaron dos hieleras sobre los asientos delantero y trasero del vehículo.
El calor, sólo se podía contener bebiendo piñas coladas, refrescos o de plano, con alguna cerveza y entrando a la alberca o a la playa. No obstante, los turistas salían contentos después de haber degustado de un buen huachinango a la talla y haber bebido al menos seis cervezas cada uno.

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