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Gaspard Estrada

Cuba y EU. Las razones de una reaproximación

Desde el anuncio, a finales del año pasado, del desarrollo de un diálogo político al más alto nivel entre Estados Unidos y Cuba, y el posterior restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países, La Habana se ha vuelto un centro diplomático internacional. Después de las visitas del presidente francés, François Hollande, del primer ministro Italiano, Matteo Renzi, así como del secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, el papa Francisco se apresta a viajar a la capital cubana, confirmando de esta manera el retorno de la isla al centro de la agenda no sólo regional, sino mundial. ¿Por qué existe tal interés de parte de las grandes potencias en ir a Cuba y realzar el nivel de las relaciones bilaterales con el país presidido por Raúl Castro, a pesar de la grave crisis económica que azota al país caribeño?
El acercamiento marcó el fin de uno de los vestigios políticos más visibles de la Guerra Fría. Desde hace varios años, la gran mayoría de los gobiernos de América Latina – ya sean estos de “derecha”, como Colombia, o de “izquierda”, como Brasil – habían venido criticando la exclusión de Cuba de los principales foros interamericanos. Durante la sexta Cumbre de las Américas, llevada a cabo en la ciudad de Cartagena, en 2013, los presidentes latinoamericanos ya habían advertido al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que se trataba de la última cumbre en la cual todos participarían sin la presencia oficial de Cuba. Este último, liberado de presiones políticas al no ser candidato a una segunda reelección, decidió entonces darle un giro a su política latinoamericana, la cual había decepcionado a la mayoría de los gobiernos de la región, a través de una reaproximación con Cuba. Sin duda, los resultados electorales de la elección presidencial de 2012, que evidenciaron un cambio demográfico sustancial en detrimento de las bases políticas contrarias a un acuerdo político con el gobierno marxista, contribuyeron a que el presidente de Estados Unidos tome tal iniciativa política. Por otro lado, esta evolución no significa que el gobierno norteamericano tenga la intención de volverse un aliado del gobierno de Raúl Castro: tiene como objetivo principal de evidenciar que la voluntad política existente desde hace cincuenta años de precipitar un cambio de régimen político en la isla por la vía de las sanciones políticas y económicas ha sido un rotundo fracaso. Cuba vive desde hace décadas en una difícil situación económica, agravada por la caída de la Unión Soviética en 1989 y por la crisis del régimen chavista en Venezuela en los últimos años, pero obtuvo un discurso que ningún gobierno –por más poderoso que sea– ha podido contrarrestar. Por ende, el principal blanco de esta estrategia no se encuentra en La Habana, sino en Washington: se trata del Partido Republicano, que ha sido históricamente la cuna de los políticos más reacios a cualquier tipo de relación con Cuba. Estos últimos se encuentran frente a una disyuntiva difícil, en el sentido en que sus bases electorales, antes cohesionadas por el rechazo tajante a cualquier tipo de intercambio con la isla, parecen perder su interés por mantener el status quo, al tiempo que el régimen cubano, dirigido por Raúl Castro, da muestras de ser más pragmático.
La “actualización del modelo cubano”, aplicada gradualmente por el gobierno de la isla desde 2011, tiene como objetivo transformar la economía cubana abriéndola a la inversión extranjera. Si bien se trata de un país relativamente pequeño, con menos de 15 millones de habitantes, tiene una población muy educada, dispone de un excelente sistema de salud pública y guarda una gran cercanía geográfica de Estados Unidos, lo cual le permitiría volverse en un centro logístico y de exportación de primer nivel. Brasil, por ejemplo, tomó la iniciativa de financiar vía su banco público de desarrollo, el BNDES, la construcción del puerto de aguas profundas de Mariel, que permitirá al país exportar mucho más fácilmente sus productos hacia Estados Unidos, el día en que el embargo impuesto por Washington termine. A raíz de la alternancia en Los Pinos, en 2012, y el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder, las relaciones con el gobierno cubano fueron reevaluadas a la alza. Sin embargo, a pesar de algunas medidas concretas –como la condonación de la deuda pública de Cuba con México– todavía no queda claro si nuestro país se empeñará en aprovechar su cercanía geográfica y política con Cuba para expandir su influencia en la transición cubana, como lo están haciendo Estados Unidos (con objetivos más ligados a la política interior) o la mayoría de los países europeos (que buscan mercados para sus empresas en el extranjero).

* Analista del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC).

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