Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Alcaldes de Acapulco (XXVI)

Adiós al Siglo XIX

Acapulco dice adiós al siglo décimonono sin haber notado por ninguna parte la cacareada “mano bienhechora” del presidente Porfirio Díaz. Las costas del Pacífico acusaban una bajísima densidad poblacional en contraste, por ejemplo, con los valles de Toluca y de Puebla que tenían de 50 a 100 habitantes por kilómetro cuadrado. Por lo que hace a la esperanza de vida, el Porfiriato no solo no la movió para adelante sino que la retrajo de 31 años en 1895 a 30 años en 1900.
Ora que la tasa de mortalidad era más baja al nivel del mar –quizás por aquello de que “en el mar la vida es más sabrosa”–, mientras que en la ciudad de México llegaban a ser de 50 por cada mil habitantes. Pegaba terriblemente en los niños, alcanzando hasta 700 defunciones por cada mil de ellos. Las causas principales: enfermedades del aparato digestivo y respiratorias; escarlatina y viruela además de partos mal atendidos. La miseria será desde entonces la mejor aliada de “La Parca Tricolor”.
Aquí, en materia de salud, el alcalde Antonio Butrón Díaz recibirá entusiastas muestras de agradecimiento por parte de una población de suyo indiferente y rejega. Primero por la creación de la leprosería de La Roqueta y segundo por el hospital de Las Iguanas. Éste, a decir de los cronistas Liquidano-Tavares, estuvo “muy bien dotado y mejor atendido”. Lo destruirá un temblor en 1909. Entre sus ruinas se construirá el moderno hospital civil Morelos con larga vida. Hoy Parque de Las Iguanas.
Tampoco en materia de educación pudo cantar victoria “Don Pérfido”. Ello no obstante haber tenido la colaboración de educadores como Ignacio Manuel Altamirano, Enrique Rebsamen y el mismísimo Justo Sierra. Éste, ministro de Instrucción Pública, establecerá la educación primaria obligatoria, laica y gratuita.
En Guerrero, sobre el particular, apenas el 7 por ciento de la población estaba alfabetizada. Mucho peor en las comunidades indígenas donde el alfabeto había llegado apenas al uno por ciento de la población. Hoy mismo el 17.53 por ciento de los guerrerenses no conocen el alfabeto –mujeres en mayor número. Como para recordar el argumento de un funcionario de la SEP de aquel tiempo: “Es que Dios no les dio a los pobrecitos cerebro para tanto, además de ser muy güevones y güevonas”.

Donato G. Alarcón

A 75 días de concluir el año de 1899 y con él la despedida del siglo XIX, nace en este puerto el niño Donato G. Alarcón, hijo de Andrés Alarcón, de Chilpancingo, y de Taide Martínez, de Zumpango del Río. La familia emigra a la ciudad de México para alejarse de la violencia revolucionaria y ofrecer a sus hijos las más amplias oportunidades de estudio. Donato se gradúa finalmente de médico en la UNAM. Su tesis El diagnóstico temprano de la tuberculosis pulmonar.
Tal es su interés por ese mal que gana en 1939 una beca Guggenheim para estudiarlo junto con la cirugía de tórax. Lo hace en hospitales estadunidenses de Colorado, Chicago y Nueva York. A su regreso será el primer cirujano de tórax de México, fundador, además, del primer servicio hospitalario de esa especialidad. Crea el sanatorio de Huipulco (Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, cuya unidad quirúrgica lleva hoy su nombre) y dirige en 1940 la Campaña Nacional contra la Tuberculosis. Funda y preside la Sociedad Mexicana de Neumología.
El doctor Alarcón ocupará la regencia del College Chest Physicians and Surgeons, institución que le otorga su presea mayor durante el Congreso Internacional de Nueva Delhi. Coautor del libro Clinical tuberculosis, editado en español y en inglés por Benjamín Golberg. También en coautoría Prognosis and extrapleural pneumotórax y No tuberculosis diseases, planteando la primera clasificación de cáncer bucofaríngeo.
Charles de Gaulle, presidente de la República francesa, honra al científico mexicano nombrándolo Oficial de la Legión de Honor de Francia. También recibe por sus trabajos académicos las medallas de oro de la República de Cuba y del instituto Breznewski de Moscú.
Director de la Facultad de Medicina de la UNAM, el guerrerense acompaña y protege a su casi paisano rector Ignacio Chávez, cuando éste abandona con gran dignidad el campus universitario. Sometido él y sus acompañantes a la befa y escarnio de los estudiantes que han logrado echarlo de la rectoría, acusándolo de déspota y autoritario. Nacido en Zirándaro cuando pertenecía a Michoacán (hoy de los Chávez), el científico fue el creador del Instituto Nacional de Cardiología.

¿Donato?

En 1977, el alcalde Virgilio Gómez Moharro declara al doctor Alarcón Hijo Predilecto de Acapulco e impone su nombre a una calle sobre la Costera. (¿Dónde? Ni buscarla. El entonces hotel Crown Plaza se la agandalló inmediata e impunemente para convertirla en estacionamiento. “¿Donato? –¡ vaya con el nombrecito!–. ¿quién sería ese cabrón?”, habría preguntado el gerente extranjero al eliminar la placa azul). Al cumplirse en 1999 el centenario del científico acapulqueño, el Congreso de Guerrero incluye su fecha natal como digna de celebración.
Donato Alarcón fue padre del doctor Donato Alarcón Segovia, considerado el padre de la inmunología mexicana y hermano menor del pediatra chilpancingueño Alfonso G. Alarcón. Siendo éste miembro de la XXVI Legislatura Federal, se opone al nombramiento de Victoriano Huerta como presidente provisional, costándole la cárcel. Fue rector de la Universidad de Puebla y Acapulco lo honró dándole su nombre a la Biblioteca Pública Federal.

También en 1899

Algunos hombres destacados en la ciencia , la literatura, la música y las artes en general (entre ellas, el de matar), nacieron en el año que nos ocupa.
Carlos Chávez, Al Capone, Miguel Angel Asturias, Max Theiler, Vladimir Nobokov, Lavrenti Beria, Duke Ellington, Jorge Luis Borges, Adolfo Hitler, Humprey Bogart, Fred Astaire, Ernest Hemingway, Alfred Hitchcock, Leo Strauss, Noel Coward, Federico IX de Dinamarca, Yasunari Kawabata y William Steinberg.
La Casa de La Cadena

Don Antonio Pintos quizás inaugura aquí la sección “Cartas al director”, luego imprescindible en todos los medios impresos del mundo, y su misiva es breve pero contundente en su alegato. Desmiente el ex alcalde de Acapulco –lo será nuevamente a partir del primero de enero de 1900–, un comentario aparecido en el periódico Iris del Sur bajo la firma de su director, Manuel Condés de la Torre, en el que alude al presidente de la República.
Rechaza el señor Pintos Sierra, por ejemplo, que el presidente Porfirio Díaz gane “un sueldo de rey mientras el país se deshace en la pobreza”. Ello es una mentira infame, rebate el remitente y afirma: el señor presidente Díaz tiene asignado un sueldo de 30 mil pesos anuales del que cobra únicamente la mitad. El resto, cuando hay monetario en la tesorería, es destinado a obras de caridad encabezadas por su esposa Carmelita Romero Rubio. La Presidencia tiene asignados únicamente 600 pesos para gastos oficiales. Se trata, pues, de un hombre honrado a carta cabal, ocupando el máximo cargo de la Nación donde otros incluso la vendieron.
Tampoco es verdad –continúa Pintos Sierra–, que mi general Díaz posea casas y haciendas en todo el país. La única casa que posee es la de la calle de La Cadena, de la ciudad de México, obsequio, por cierto, de un grupo de amigos. La hacienda de Tamaulipas, a la que se refiere el redactor mal informado, no es de mi general sino de Carmelita, su señora esposa. Por lo que hace a las “montañas de oro” que posee el señor presidente, no existen más que en la mente calenturienta del redactor. El único oro que posee el señor presidente es de sus medallas, ganadas en buena ley.

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