Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge G. Castañeda

¿Qué hacer con Venezuela?

A mitad del periodo del presidente Peña Nieto, el cotejo del discurso con la realidad es una tarea especialmente ardua, en un país en donde nadie se dedica a eso. Los medios masivos de comunicación obviamente no lo hacen; los think tanks tampoco, ya que algunos investigan muy bien pero no difunden y viceversa, pero ninguno investiga y difunde. Y como todo informe de gobierno inevitablemente incluye verdades, medias verdades y falsedades, tratar de saber qué es cierto y qué no constituye una tarea francamente ociosa para un comentócrata como yo; prefiero que otros lo hagan con mucho más empeño.
Mirar hacia el futuro es más interesante y útil. En particular en un ámbito que es cada vez más importante para el país: la política exterior. La nueva secretaria de Relaciones, una mujer inteligente y abierta, y como su predecesor poseedora de la gran virtud de no ser de la casa, tiene ante sí grandes retos en las próximas semanas. El principal, en mi opinión, son las elecciones legislativas que tendrán lugar en Venezuela el 6 de diciembre. Es un problema endemoniado para México, para EU y para América Latina.
Todo el mundo sabe que se van a producir simultáneamente dos acontecimientos en Venezuela: uno, el régimen chavista de Maduro va a perder las elecciones; dos, va a llevar a cabo un fraude monumental para evitar su derrota. Cómo cuadrar ese círculo constituye un dilema enorme para los venezolanos pero también para la comunidad internacional. No existen soluciones fáciles ante esto.
El mejor antídoto para el fraude electoral, además de una oposición vigorosa e instituciones potentes, es la observación internacional ya sea de la OEA, del Centro Carter o de la ONU; Maduro ya dijo que no. ¿Qué queda? esa tragicómica institución llamada Unasur, que justamente porque Venezuela sabe manipularla con gran habilidad, encierra cierta consciencia para Caracas. Ahora bien, Unasur jamás va a entrometerse en los asuntos de Venezuela, a menos de que otros los convenzan.
México, de la mano de EU y de Canadá, podrían convencer a los brasileños –los que mandan en Unasur pero no piensan– y a los colombianos –los que piensan pero no mandan– de que es indispensable una misión observadora de Unasur en Venezuela. Como ni Argentina, ni Chile, ni Bolivia, ni Ecuador ni Perú van a mandar observadores, estos tendrían que ser en realidad funcionarios de la ONU, por ejemplo, disfrazados de Unasur. No tendría nada de malo. México puede desempeñar un papel crucial en este esfuerzo, si es que decide que la alternativa, a saber, un gran fraude electoral en Venezuela es peor para nosotros que el esfuerzo de entrometernos. Es el primer gran reto que va a enfrentar la nueva canciller.

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