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Captan jóvenes huicholes desde su perspectiva imágenes del ámbito urbano

Dora Luz Haw / Agencia Reforma

Ciudad de México

No hay manos callosas ni pies lodosos, en Postales de la diferencia. La ciudad vista por fotógrafos wixáritari, tampoco ancianos con profundas arrugas, ropa bordada o niños en la miseria, que es lo que tradicionalmente ha captado la fotografía de los mestizos a los indígenas.
Lo que en esta publicación se puede encontrar es la autonomía de la mirada de un grupo de jóvenes huicholes.
Treinta y un estudiantes de la Secundaria Tatuutsi Maxákwaxi salieron por primera vez de su comunidad y viajaron a Guadalajara, a 20 horas de distancia, armados con una cámara para tomar imágenes de esta ciudad y de ellos mismos, durante los cinco días que duró su estancia en ella.
Iban con Sarah Corona Berkin, doctora en Comunicación por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, quien impulsó esta iniciativa para proponer el derecho a la igualdad discursiva, es decir, un modo de construir historias visuales desde los sujetos mismos, a diferencia de las que se conocen que son producto de miradas externas y estereotipadas.
En sesiones de trabajo previas al viaje, Corona Berkin propuso ir a ciertos lugares icónicos de la ciudad, como museos o iglesias, mientras que los jóvenes eligieron ir al zoológico porque querían ver animales que no conocían. Los maestros de la secundaria pidieron que los llevaran a alguna zona donde hubiera pobreza a fin de que vieran cómo se vive sin dinero en la urbe.
Los estudiantes, cuya edad osciló entre los 13 y 16 años, grabaron sus impresiones y realizaron un diario de campo individual. Gracias a esto, las fotografías que se reúnen en esta publicación realizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, están enriquecidas con sus comentarios.
Este ejercicio responde a que para Corona Berkin, contar las historias en plural es tarea inaplazable y a que considera que se ha dejado fuera la historia de los indígenas en la forma en que ellos mismos la perciben y desean relatarla.
“He descubierto que el mal de ojo sí existe y es que la mirada no es ingenua, la mirada ha menospreciado y disminuido a los indígenas, es por eso que surge esta contrapropuesta”. dijo la doctora en Comunicación, Sarah Corona Berkin.

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