Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Anécdota

A los escasos políticos que todavía tienen principios, ética, honestidad y congruencia.

Gobernador del estado de Guerrero era Don Alejandro Cervantes Delgado (ACD). Yo no lo conocía personalmente, hasta que José Luis Mosqueda Nogueda, a la sazón coordinador general del Copladeg, me lo presentó en una reunión social donde mi amigo resaltó mis capacidades de economista. En forma inmediata el gobernador me extendió su invitación a colaborar en su gobierno. Acepté. Meses después me nombró secretario de Planeación y Presupuesto, cuando mi amigo, José Luis, se fue a la Costa Grande para iniciar su campaña electoral en pos de la presidencia municipal de José Azueta (Ixtapa-Zihuatanejo).
ACD no conocía mucho de mi persona bien a bien. Al principio sus invitaciones a desayunar ocurrían más de una vez a la semana en Casa Guerrero. Para platicar sobre mi persona, mis estudios, mis inclinaciones políticas y de asuntos de gobierno. En una ocasión, su jefe de ayudantes, Reynaldo Echeverría, me comunicó que el gobernador deseaba que al día siguiente lo acompañara a realizar sus ejercicios físicos matutinos, por lo que debía estar en Casa Guerrero a las 6:30 de la mañana forrado en mis pants y con tenis.
Tal cual se me indicó estuve presente a la hora fijada. Reynaldo me señaló un impecable coche Ford Galaxie, en donde íbamos a trasladarnos a un lugar fuera de la residencia gubernamental. Al ir al carro, me informó que únicamente ACD, su chofer y yo iríamos a una colonia en los suburbios de Chilpancingo, sin mayor personal de compañía.
Tan pronto se subió y el automóvil arrancó, el gobernador me dijo que quería que fuera con él a realizar una supervisión personal a una escuela secundaria oficial en construcción. Así es que llegamos al lugar de la obra y la recorrimos constatando el avance físico que llevaba. A su lado iba yo, en actitud respetuosa de observación.
Después del recorrido y cuando salíamos de la secundaria en ciernes, nos topamos con un pequeño grupo de peones-albañiles. Alrededor de un comal sobre una fogata, estaban calentando para desayunar, tortillas, frijoles y café negro. ACD caminó directamente a donde estaban sentados los hombres y les preguntó si nos podían compartir un taco.
Uno de ellos nos contestó, sin percatarse con quien trataba: “¡Cómo no! Jálense unos ladrillos para sentarse”. Seguimos las instrucciones dadas. Además nos señalaron la olla de café negro. Nos indicaron que nos hiciéramos los tacos deseados. ACD procedió a formar un taco con frijoles y con un poco de salsa que también había. Yo, como fiel discípulo, seguía sus acciones.
Mientras desayunábamos el gobernador les preguntó en cortés forma sobre sus lugares de origen, el tiempo que llevaban trabajando en la obra y cuánto dinero les pagaba el maestro de obras por jornal. Les preguntó también sobre sus hijos y el grado de escolaridad que tenía cada uno de ellos. También les interrogó sobre cuál de sus respectivas esposas teníamos que felicitar, por haber guisado los frijoles negros y elaborado la salsa verde ya que, al decir de él, estaban exquisitos.
Habiendo terminado nuestros tacos y el café, ACD se levantó agradeciéndoles el momento de convivencia, trasladándonos al coche, al tiempo que uno de los peones albañiles exclamó: “¡Oiga! ¡Yo a usted lo conozco! Lo he visto en alguna parte”. “Creo que en la televisión!”. ACD emitió una pequeña sonrisa a la par que me señalaba y caminaba al automóvil para retirarnos. En ese momento, alcanzamos a oír a nuestras espaldas como otro compañero albañil le espetaba al primero: ¡Pendejo! ¡Es el gobernador del estado! Todos al momento se pararon, para despedirse de mano de tan distinguido personaje.
Ya en el camino de regreso a Casa Guerrero y durante el trayecto, ACD me dijo el por qué fue a constatar personalmente el avance de la obra. En dos horas más le iba a otorgar audiencia de trabajo a su secretario de Obras Públicas. Al arribar a la casa oficial nos separamos, diciéndome que se retiró a bañarse y vestirse a fin de iniciar su faena diaria de gobernar estas tierras del sur.
Tal era el porte y talante, de sencillez y humanidad, que como gobernador, ACD tenía en su trato y convivencia con la gente del pueblo.

468 ad