Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

La noche de la tragedia

La noche del 26 de septiembre de 2014 en Chilpancingo estuvo lloviendo. El viento frío que baja de la sierra invitaba a meterse temprano en la cama.
Mi trabajo para el periódico lo había terminado a buena hora y me dispuse a descansar viendo una serie de la televisión, hasta que me perdí en el sueño.
Como a las 11 de la noche me desperté sobresaltado por una llamada que entró a mi celular. En realidad no había dormido, más bien tenía una pesadilla en la que veía a los estudiantes de Ayotzinapa muertos en diciembre del 2013, tirados en la autopista sin que la gente se ocupara de ellos.
La llamada que me despertó era de un compañero de nuestro grupo de reporteros que alarmado me ponía al tanto de que algo malo había pasado en Iguala.
Fue cuando me acordé que en la tarde de aquel día la noticia que corría en las redes sociales entre los reporteros, hacía referencia a la salida de un grupo de estudiantes normalistas que preparaban acciones para participar en la marcha anual que se organiza en la ciudad de México, para recordar la masacre del 2 de octubre, ocurrida en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en 1968.
Pero la noticia de que en la ciudad de Iguala había habido balazos contra los normalistas nos seguía alarmando a todos porque sabíamos que eso agravaría la situación política en el estado cuando se acercaba el primer aniversario de los dos estudiantes muertos el 11 de diciembre en la autopista, frente al hotel Parador del Marqués en Chilpancingo.
Como sucede siempre que se conoce de algún hecho relevante que merece ser difundido, sin importar la hora ni el lugar, pronto se formó un grupo de reporteros dispuesto a viajar esa noche lluviosa hasta Iguala para conocer lo sucedido en aquella ciudad.
Los reporteros que conformaron el grupo se fueron en una camioneta y un coche cuando la lluvia arreciaba, y quienes nos quedamos estuvimos pendientes de lo que se iba conociendo en aquella ciudad y de los pormenores en el camino de quienes se dispusieron a viajar.

La conferencia de prensa

Al poco rato supimos de la conferencia que los estudiantes de la normal de Ayotzinapa habían organizado para dar a conocer la agresión de la que habían sido víctimas. Nuestra alarma creció cuando nos enteramos que dicha conferencia había sido disuelta a balazos por un grupo civil que portaba armas largas disparando a matar ante la presencia de la policía.
Nuestros compañeros que iban a Iguala se enteraron de la balacera que disolvió la conferencia de prensa cuando pasaban por Zumpango. Una reportera de aquella ciudad, sobreponiéndose a su crisis nerviosa los puso al tanto de lo ocurrido.
Les dijo que apenas comenzaban la entrevista a los estudiantes cuando se inició la balacera. Mientras algunos reporteros se ocultaban en sus autos estacionados a unos pasos, otros corrían buscando dónde protegerse de las balas. Ella se salvó de salir herida porque en la confusión su marido la sacó de la estupefacción jalándola del brazo para correr, aunque en la carrera dejó tirado un zapato que ahora forma parte de las evidencias de los hechos que las autoridades recogieron.
Después de lo que dijo la compañera, algunos de los reporteros que iban en camino se preguntaban si debían regresarse o continuaban, porque ante la violencia y la confusión de lo que pasaba, su jefa de información les había ordenado el retorno, pero como ninguno de los que manejaba se detenía, siguieron su marcha sin chistar.

Iguala, un campo de guerra

Quienes nos quedamos en Chilpancingo nos mantuvimos pegados al teléfono mirando los mensajes del grupo que tenemos en whatsapp haciendo recuento de lo que ocurría para divulgarlo.
Por ejemplo, supimos que casi llegando a Iguala nuestros compañeros se encontraron el camión balaceado donde viajaban Los Avispones, el equipo de futbol de Chilpancingo que también sufrió la violencia que se desató aquella noche.
Después nos informaron que habían llegado a un retén a cargo de los policías municipales quienes de mala manera les preguntaron a dónde y a qué iban, dejándolos pasar cuando les respondieron que eran de la prensa y que viajaban a la ciudad para reportar lo ocurrido en el informe de la presidenta del DIF.
Luego se dirigieron al Perifé-rico buscando el lugar donde los estudiantes habían sido atacados para conocer los pormenores de los hechos. Allí los puso nerviosos el Tsuru que los siguió desde que pasaron el retén policiaco.
Eran las 12 y media de la noche cuando mis compañeros llegaron al lugar donde se encontraban los dos estudiantes muertos a balazos, comenzaron a recabar la información de lo ocurrido y tomaron fotos y videos de los impactos de las balas en una combi que quedó ahí detenida.
No había ni un alma en las calles de la ciudad, sólo se escuchaban las sirenas de las ambulancias y se veían las luces de las torretas que traen las patrullas.
Después supimos que en ese lugar fue donde hirieron a Aldo, el estudiante normalista que sigue en coma por la bala que le atravesó la cabeza.

Un compañero abandonado

En cuanto pudieron, mis compañeros se fueron al hospital a ver y tomar datos de los heridos. Eran las 3 y media de la madrugada cuando completaron la información. Después se trasladaron a las oficinas de la delegación regional de la Procuraduría para conocer los reportes oficiales de los hechos, pero viendo tanta hostilidad de parte de las autoridades, en cuanto terminaron su trabajo tomaron la decisión de abandonar la ciudad por el temor de tanta violencia.
Ahí el grupo de reporteros dejó a uno de nuestros compañeros que se le ocurrió ir al baño sin avisar a los demás. Como la determinación de regresar a Chilpancingo la tomaron en un instante, todos subieron apresuradamente en los dos vehículos y nadie reparó en que faltaba uno, porque los del carro A supusieron que el compañero había subido al carro B y viceversa.
El pobre reportero, sólo y abandonado, tuvo que hacer de tripas corazón quedándose en la sala de espera de la delegación de la Procuraduría hasta que amaneció y pudo regresarse a Chilpan-cingo por su cuenta.
En el transcurso del día 27 fue cuando todos nos enteramos del tamaño de la tragedia de Iguala, donde los narcos, sicarios y policías descargaron su saña contra los jóvenes indefensos.
Desde esa noche me cuesta trabajo dormir, aunque procuro no pensar en que el timbre del teléfono sonará otra vez para despertarme de una pesadilla y entrar en otra.

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