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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAIS

* El PRD en las manos del PAN

*La desesperación que se extiende por el PRD tiene sustento, pero poner su futuro en manos del PAN sería una de las peores equivocaciones de ese partido y antesala de un desastre más grande.

El 14 Congreso Nacional del PRD puso ayer la presidencia del partido en manos del ex priísta Agustín Basave Benítez, y su futuro en las del PAN. Son las últimas decisiones que Los Chuchos toman desde una posición de control, y están destinadas a mantener con vida al partido y a preservar lo que se pueda de la hegemonía indisputada que este grupo disfrutó desde el 2008.
Gracias a una operación diseñada y puesta en práctica por la corriente Nueva Izquierda de Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete, Agustín Basave tiene despejado ya el camino hacia la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido, pues las reformas estatutarias aprobadas ayer le permiten aspirar a ese cargo aun cuando se afilió al PRD hace menos de un mes, el 26 de agosto, y expresamente para competir por la dirigencia. Para ello fue preciso eliminar del artículo 256 de los estatutos del PRD el requisito de una antigüedad mínima de dos años de militancia para poder aspirar a la dirigencia nacional del partido.
Pero quién sabe si esa sea la solución para el PRD, o un paso más en su descenso al infierno.
Hay una nota bufonesca en la maniobra de Los Chuchos para llevar a Basave a la dirigencia nacional, pues el ex priísta es el único político no afiliado al PRD que aceptó participar en el proceso de relevo tras el anuncio de Carlos Navarrete de que renunciaría a su encargo en el que todavía no cumple ni un año. Antes que a Basave, Los Chuchos ofrecieron el puesto a otras personalidades de la vida pública nacional, y ninguno aceptó pese a que la invitación equivalía a simplemente ir a tomar posesión.
Hace un año precisamente en estos días Los Chuchos eran otros, tan diferentes que se dieron el lujo de rechazar la sensata propuesta de cederle la presidencia nacional del PRD a Cuauhtémoc Cárdenas, con el objetivo de enderezar al partido.
Desde luego, Basave no es Cárdenas, y su arribo a la dirección del PRD –cuya formalización deberá producirse en algunas semanas– despierta dudas razonables sobre si podrá sacar al PRD de la crisis y del hundimiento electoral que sufre ese partido por la irresponsabilidad de Los Chuchos. Porque no sólo no pertenecía al PRD, sino que su experiencia política es resultado de su militancia en el PRI, partido al que renunció en enero del 2002.
Mientras perteneció al PRI, Basave fue diputado federal (1991-1994), presidente de la Fundación Colosio (1996-1997) y embajador en Irlanda (2001-2004). Se le atribuye un perfil reformador y él mismo se define como “reformista irredento” y “socialdemócrata de viejo cuño”. También como “un ciudadano de centro izquierda”. Fue parte del equipo cercano de Colosio cuando éste fue candidato presidencial, del Grupo San Ángel (aquel grupo de opinión que tuvo una fuerte presencia en las elecciones presidenciales de 1994) y, más recientemente, en el 2006 apoyó a Andrés Manuel López Obrador en su primera candidatura presidencial por la Coalición por el Bien de Todos. En las elecciones del 7 de junio pasado ganó una diputación federal como candidato externo plurinominal del PRD. Es decir, Basave llegará al PRD a aprender.
Es indudable que una vez al frente del PRD, le pesará a Agustín Basave ocupar el cargo gracias a los acuerdos promovidos por Nueva Izquierda y Alternativa Democrática Nacional, corrientes que no fácilmente llevarán a los hechos el desprendimiento con el que le abrieron la puerta. Le pesará también su pasado priísta, que perredistas inconformes le reclamaron durante las discusiones en el congreso. Uno de ellos dijo que el único mérito de Basave era haber sido “amigo de Colosio”, y preguntó dónde estaba cuando 600 perredistas murieron en los primeros años de vida del partido. Y se respondió: “en el PRI”.
Aun así, no parece haber ya ningún obstáculo real para oficializar el experimento que protagoniza Basave. El Congreso Nacional del fin de semana dejó fuera de la contienda a los demás aspirantes, entre ellos Beatriz Mojica Morga y Armando Ríos Piter, éste sin fuerza alguna dentro del perredismo pero manifiestamente impulsado por el gobierno federal y sus amigos priístas.
Implicaciones más serias y de más largo plazo tiene el hecho de que el congreso perredista haya autorizado pactar alianzas con el PAN para las elecciones del próximo año. Aunque la redacción del acuerdo pretende imponer límites a esas alianzas al plantear que serán “sólo en determinadas condiciones y para propósitos políticos específicos” y “en ningún caso con el PRI”, lo cierto es que esos condicionamientos no tienen efecto en la realidad de los intereses que se desarrollan y entran en puja durante los comicios.
El PRD no solamente se desdibujó por participar en el Pacto por México con el PRI y el gobierno de Enrique Peña Nieto, o por apoyar las reformas estructurales en el Congreso. También ha traicionado su origen cuando ha brindado apoyo a candidatos del PAN, como el actual gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, un represor contumaz.
Es posible que con Basave en la dirección, el PRD se despoje o atenúe el pragmatismo desenfrenado que Los Chuchos solían poner en marcha a la hora de integrar alianzas electorales con el PAN. Para el PRD los aliados naturales son los otros partidos de izquierda y, ahora, el partido de López Obrador, Morena. De ejercer sin miramientos el mandato del congreso perredista, el PRD podría terminar por convertirse otra vez en el aliado del PAN para llevar al poder en los estados a este partido.
Si un escenario como ese se abriera paso en las elecciones presidenciales del 2018, el PRD podría ser el instrumento del PRI y del PAN para frenar a López Obrador. Lo interesante es que mientras en el PRD hay sectores y voces que proclaman desde ahora su rechazo a López Obrador –hoy el precandidato con el mayor apoyo del electorado en las encuestas–, en el PAN hay sectores que se muestran abiertos a darle su apoyo, como declaró Gustavo Madero.
La desesperación que se extiende por el PRD tiene sustento, pero poner su futuro en manos del PAN sería una de las peores equivocaciones de ese partido y antesala de un desastre más grande, justo en el momento en que dice reestructurarse.

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