Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tlachinollan

El  embate gubernamental contra las víctimas

Centro de derechos humanos de la Montaña, Tlachinollan

“Ese día miércoles 16 me encontraba en México con los demás padres de familia. Eran como las 4 y media de la tarde cuando platiqué con el licenciado Mario y con Mercedes la experta del equipo argentino en las oficinas del Prodh. Me comentaron que la procuradora Arely les habló por teléfono para decirles que había recibido información de Innsbruck, de que otro de los muchachos de la Normal estaba identificado, y que al parecer era mi hijo Jhosivani. Me explicaron que los resultados no eran ciertos, porque no se podía asegurar de que en realidad se tratara de mi hijo. Por eso me dijeron que le llamarían a la Procuradora para decirle que no difundiera esa información.”
“Escuché cómo el licenciado Mario y la experta Mercedes le pedían a la procuradora que primero hablara con todos los padres y las madres de familia, como había sido el acuerdo con el presidente de la República. Se notaba que ella ya tenía órdenes de arriba para dar a conocer los resultados. Mercedes le decía que esa información no era importante porque no había mucha seguridad en los resultados y que por eso no veía necesario de que saliera a decirlo tan rápido a los periodistas. No quiso escucharnos, más bien sentí que tenía ganas de hacernos más daño. Y así lo hizo, porque más tarde salió en la televisión diciendo cosas que ni ella entendía. Lo que le importaba era quedar bien con su jefe y volver a decir mentiras como Murillo Karam. Todavía salió con la gente que dijo que nuestros hijos los habían quemado en el basurero de Cocula, como ese señor Tomás que no tiene vergüenza de seguir defendiendo mentiras.”
“Agradezco mucho a los abogados, a Mario, a Jimena, a Mercedes y a los demás compañeros de Tlachinollan que vinieron a nuestra casa para hablar con la familia y para explicarle con detalle lo que estaba saliendo en la televisión. Luego se ve quién te quiere ayudar y busca no hacerte daño, y los que sí quieren chingarnos, como los del gobierno. Por eso, con esa noticia que nos quiere desanimar, nosotros vamos a seguir luchando, vamos a continuar con más fuerza en esta pelea. Usted sabe que no nos rajamos, que hemos ido a todos lados para exigir que entreguen a nuestros hijos y así lo seguiremos haciendo.”
Es el testimonio de don Margarito, quien el miércoles 16 en el transcurso de su viaje a México, supo que la procuradora andaba buscando urgentemente a los abogados del Prodh, para que a través de ellos, informaran a los padres y madres, sobre los resultados que habían llegado del laboratorio de Innsbruck. Como ya ha sucedido en otros casos, al gobierno federal evadió priorizar el diálogo con las familias agraviadas y se preocupó más en cuidar su imagen. Su postura por la vía de los hechos es mantener su línea de que los 43 estudiantes fueron incinerados en el basurero de Cocula. Más bien, con esta información de Innsbruck vieron la oportunidad para abollar la investigación robusta que recientemente publicó el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). No les importó lo que pudieran opinar y sentir los familiares de los estudiantes desaparecidos. Ni siquiera tuvieron el detalle de comunicarse con ellos, tampoco hubo el intento de hablar con la familia de Jhosivani. En un lapso no mayor de dos horas la procuradora operó esta determinación presidencial. Su argumento mayor fue que tenía instrucciones de la Presidencia para dar a conocer a los medios nacionales e internacionales los resultados de Innsbruck. Fue el mismo artificio que puso Murillo Karam, al decir que la sociedad tenía el derecho a conocer la verdad y que el gobierno no podía impedirlo. Ambos optaron por violentar los derechos de las víctimas. El golpe que le dieron a la familia de don Margarito fue tremendo, porque a la distancia no había manera de amortiguar la información que sin matices vertía la procuradora.
Don Margarito fue testigo de este desprecio y de esa cerrazón. Se dio cuenta que en verdad no hay esa intención de proteger a las víctimas y de no causarles más daños. Ante este desdén don Margarito no tuvo otra alternativa que regresar a su comunidad, para explicarle a su esposa y a sus hijos, lo que había sucedido. Con el acompañamiento de compañeros y compañeras del Pro, Fundar y Tlachinollan y la presencia del equipo argentino pudieron explicar con mayor precisión técnica los resultados de Innsbruck.
Don Margarito es un campesino de gran valía, una persona bragada que está en primera fila en todas las batallas de los papás y mamás. Siempre dispuesto a luchar. Incansable e inclaudicable. Decidido a encarar a las autoridades que son responsables de las desapariciones de sus hijos. Como hombre del campo no teme enfrentarse a los riesgos que implica buscar a su hijo en esta maraña de intereses político delincuenciales. A sus 64 años camina largas horas por el cerro y las avenidas y guarda un amor muy grande por la vida en el campo. Con doña Martina ha conformado un matrimonio ejemplar. Procrearon siete hijos, siendo el último de ellos Jhosivani Guerrero de la Cruz, de 20 años de edad. Por ser de complexión delgada, tenía el mote de El Flaco. Fue del grupo de los 43 estudiantes que desaparecieron la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 por los policías Iguala que actuaron en contubernio con las demás corporaciones policiacas y el ejército, como bien lo ha documentado el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes.
Don Margarito y doña Martina tienen la dicha de contar con 12 nietos. Son originarios y vecinos de Omeapa, municipio de Tixtla. Don Margarito desde pequeño se dedicó al pastoreo de chivos y a la siembra del maíz. Ante la imposibilidad de sostener a sus hijos con lo que producía su parcela, optó por buscar trabajo fuera del país. Fue en Dallas, Texas donde encontró la suerte al ser contratado en un rancho donde cuidaba y curaba caballos. Añoró su terruño y sus hijos, por eso a los tres años regresó a sembrar maíz. De nueva cuenta se animó a salir y en ese tiempo se dedicó a pintar casas y a trabajar como albañil. Decidió regresar para apoyar a su esposa y a los hijos, sobre todo a los mayores que ya estudiaban fuera del municipio. Las necesidades fueron más apremiantes y el dinero que ahorró se fue como agua. Habló con su esposa y sus hijos y les planteó la necesidad de arriesgarse nuevamente para cruzar la frontera. Fue por tercera vez a Dallas donde se enroló al trabajo de recolección de trigo, alfalfa y frijol. Ahí logró ganar 6.50 dólares la hora, cuando bien le iba, porque no siempre lo contrataban. Ante la ilusión de que su hijo Jhosivani continuara con sus estudios, regresó para apoyarlo. Lo vio muy entusiasmado, sobre todo por ese espíritu de sacrificio que mostraba diariamente al caminar ocho kilómetros de su casa de Omeapa al crucero de Tixtla, desde que entró a la secundaria.
Eso es lo que más recuerda doña Martina, a un hijo muy noble, muy sacrificado y muy dedicado al estudio. Un niño (como solía decirle) que le gustaba trabajar en el campo y que disfrutaba de las actividades agrícolas que realizaban como familia.
Este domingo 20, cuando los papás y mamás salieron a manifestarse en la caseta de cobro de Palo Blanco, se notó claramente la estrategia que tiene el gobierno federal de actuar con todas las fuerzas represivas para contener cualquier movilización o protesta que atente contra los intereses económicos de los grupos empresariales y de las elites políticas.
Se vislumbra un plan para acallar las voces de los padres y madres de Ayotzinapa, de neutralizarlos, de cercarlos política y mediáticamente, con el fin funesto de contener el malestar de la ciudadanía e inhibir la organización masiva en torno a una lucha que condensa la grave crisis de derechos humanos que enfrentamos como país, ante la colusión que impera entre el crimen organizado y las autoridades de los tres niveles de gobierno.
El anuncio de los resultados de Innsbruck para el gobierno no fue sino un respiro, ante tanto desaseo de la investigación realizada por la PGR. Esta coyuntura fue propicia para continuar aferrándose a su verdad histórica y para mantener incólume un sistema corroído por la impunidad y la corrupción. La entereza de los padres, como don Margarito y doña Martina, es la que nos cautiva e inspira para seguir luchando a su lado. Su ejemplo y su testimonio son el motor del cambio que preludia el fin de la mentira y el derrumbe de un poder que se ha transformado en el verdugo de quienes luchan por la justicia y alzan la voz para defender a los olvidados.

468 ad