Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Héctor Manuel Popoca Boone

Hace 21 años

Va solidariamente a mis compañeras y compañeros del plantón gubernamental: si la billetiza es poca, a los trabajadores les toca.

El 28 de septiembre de 1994, en la ciudad de México, muere asesinado José Francisco Ruiz Massieu. Su crimen, junto con el de Luis Donado Colosio, fueron los homicidios políticos más relevantes que estremecieron los cimientos del PRI en las postrimerías del siglo XX. Ambos inmolados cada cual en su momento dentro de la puja política por el poder presidencial. También fue distintivo que sus vidas fueran truncadas por correligionarios priistas.
FRM fue un político de rápido ascenso: después de dejar la gubernatura de Guerrero, se perfilaba como el líder de la cámara de diputados federales. Escala temporal en su trayecto último a la anhelada silla presidencial. Poseedor de una sobresaliente cultura jurídico-política, le permitió ser autor de iniciativas legislativas de gran calado, que modernizaron casi todo el andamiaje de leyes con el que se regía la gobernanza de Guerrero. Su inteligencia rayaba en la brillantez, que era únicamente mellada por su egolatría, autoritarismo, elitismo y perversidad; malas artes a las que acudía en forma sofisticada para gobernar; incluso hizo uso de la represión, como pueden dar fe los fundadores del PRD.
Según diversos jefes que encabezaron la Procuraduría General de la República, en el asesinato de FRM hubo autores intelectuales y materiales que intervinieron en la cadena de la maquinación fatal. Desde los sicarios tamaulipecos, pasando por servidores públicos como Fernando Rodríguez Lozano, el diputado federal, Manuel Muñoz Rocha, el teniente coronel, Chávez Ramírez; Justo Ceja, secretario privado del Presidente de la República, hasta llegar a la inclusión de varios miembros de la familia presidencial de aquel entonces. La “verdad histórica” sostenida por la PGR era que FRM “estorbaba el proyecto salinista”
El desencadenamiento de los sucesos (lubricados con millones de pesos) en torno a la ambición desmedida por el poder es digno de un thriller fílmico. De acuerdo a uno de los expedientes de la PGR: Un sicario, Daniel Aguilar Treviño, da muerte en la calle mediante disparo a bocajarro a FRM; una vez capturado el asesino, confiesa que fue contratado por Fernando Rodríguez Lozano; una vez apresado también éste, manifiesta que fue instruido por el diputado Muñoz Rocha.
Al día siguiente del día del crimen, el diputado Muñoz Rocha desaparece no volviéndose a saber nada de él hasta la fecha. Salvo una vez que vieron a una persona que se le asemejaba en San Antonio, Texas. El diputado de marras era muy amigo de Raúl Salinas de Gortari, desde que eran estudiantes universitarios.
Las investigaciones corrieron a manos de distintos titulares de la PGR. El primer fiscal especial fue Mario, hermano de FRM, que las realizó hasta que renunció después de no más de dos meses en funciones, declarando que el crimen fue un complot de políticos priistas. Después, Mario tuvo que salir del país al descubrírsele una cuenta de poco más de 9 millones de dólares en Estados Unidos que, según él, eran de su hermano Francisco.
Después, en 1995, otro titular de la PGR, Antonio Lozano Gracia, detiene a Raúl Salinas de Gortari, como presunto autor intelectual según confesión de Fernando Rodríguez Lozano. El nuevo fiscal del caso, Pablo Chapa Bezanilla, le agrega sabor al caldo cuando informa que en un rancho, El Encanto, desenterraron de una fosa clandestina el cadáver (falso) de Muñoz Rocha, el cual fue muerto con un bat por Raúl Salinas en una casa de las Lomas de Chapultepec. Según versión de un supuesto informante de la “médium” Francisca Zetina, alias La Paca. Nuevas autoridades de la PGR determinaron que todo eso fue un montaje y una historia falsa.
El asesinato político de FRM marcó una severa descomposición política del PRI en el contexto de pasiones, traiciones, avaricias, asesinatos, encubrimientos y complicidades, en la disputa del poder por el poder mismo, dentro del sistema político mexicano ahogado en la corrupción y la impunidad, como estilo para gobernar. El PAN y luego el PRD fueron sus dilectos discípulos, poco después.

Pd. Los 43, no se olvidan.

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