Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

¡Señor policía!

Eran los días en los que el reflujo del movimiento por la aparición de los normalistas desaparecidos se hacía evidente en la ciudad, y desde el gobierno provisional de Rogelio Ortega se retomaba el control del orden en la capital, sacando a los policías antimotines a la calle como fuerza disuasoria.
Después de los daños a los edificios públicos, causados por las organizaciones radicalizadas ante el hecho descubierto de que en Iguala la agresión contra los estudiantes normalistas las habían perpetrado, coordinadamente, todas las fuerzas de seguridad, coludidas con el crimen organizado, en la capital, en una medida calculada que tomaba en cuenta el hartazgo de los capitalinos por la anarquía reinante, los policías antimotines hacían su aparición.
Los grupos uniformados que se veían en las calles, cargando su enorme arsenal a cuestas, bajo el sol abrasador, parecían enojados de por vida, como corresponde a su papel represor.
Unos grupos por aquí, otros grupos por allá, los policías antimotines comenzaron a proliferar por la ciudad hasta confundirse con el paisaje urbano. En pocos días su actitud violenta y retadora mutó; libres de la tensión de cuando se avecina un enfrentamiento, se les veía relajados. La marcialidad y hasta el espíritu de grupo se disiparon.
Ése medio día caloroso uno de esos policías que buscaba hacer llevadero su trabajo, descansaba recargando el peso de su cuerpo en el escudo que había bajado al suelo, sin reparar que en ese momento sus compañeros se levantaban del lugar y caminaban en fila india rumbo a su medio de transporte.
Al parecer el policía andaba con su mente revoloteando ajena a la orden de retirarse porque en vez de darse por enterado de que sus compañeros se habían marchado siguió en la lela.
Más de uno del grupo de mirones que esperaba la combi en la banqueta sonrió cuando el policía quitado de la pena comenzó a tararear aquella consigna que se repetía en las manifestaciones:
Señor policía / qué lástima me da / usted con sus armas / no puede protestar.
Lo que hizo que el policía antimotines volviera a la realidad fueron los gritos del grupo de estudiantes que corriendo se disputaban un lugar en la combi.
Instintivamente el policía se puso en guardia para repeler lo que se imaginó un intento de agresión, pero al darse cuenta de que estaba en desventaja porque se había quedado sólo, pegó la carrera en busca de sus compañeros que desde el camión se carcajeaban mirando el apuro que había pasado.

No son estudiantes, son normalistas

En las primeras acciones que los padres de los estudiantes normalistas desaparecidos encabezaron en Chilpancingo al cumplirse el primer año de los fatídicos hechos de Iguala, el gobierno buscó poner límite a las manifestaciones sin importarle generar caos él mismo con la presencia de las fuerzas policiacas bloqueando la autopista cuando los manifestantes tomaron la caseta de Palo Blanco.
Bloqueada la Autopista del Sol por el sinnúmero de patrullas de la policía federal tratando de imponer su fuerza frente a los manifestantes, muchos automovilistas penaban buscando alguna vía alterna para salir del caos vial y terminaban más molestos en algún reten que les impedía nuevamente el paso.
Una muchacha, conductora de su automóvil que quiso saber la explicación que los policías federales daban a ése panorama de bloqueos que le impedía pasar de la vía alterna del Huacapa rumbo a Petaquillas, bajó de su auto un tanto molesta y caminó hasta la patrulla de la policía federal que tenía los vidrios subidos y al agente que la conducía en el confort del aire acondicionado.
La muchacha se puso frente a la puerta del conductor y tocó gentilmente, forzando al policía a que bajara el vidrio.
Con cara de enfado el agente quedó frente a la muchacha haciendo un gesto de interrogación en espera de la pregunta.
–Disculpe, oficial, ¿me puede decir qué está pasando?
–Es un bloqueo de la autopista que ya se está atendiendo.
–Sí, entiendo que es un bloqueo, pero yo veo que son ustedes los que bloquean ¿ Por qué?
–No, señorita, nosotros estamos tratando de liberar la caseta de peaje que está tomada.
–¿Tomaron la caseta los estudiantes?
-No, dijo el policía, no son estudiantes, son los normalistas (¿?)
La respuesta provocó una duda en la cabeza de la muchacha. ¿Será tanta la ignorancia de un policía federal que no sabe que los normalistas son estudiantes?, se preguntó. O al contrario, la conducta del oficial está de tal modo adoctrinada que lo hacen ver como enemigos a los normalistas?

Desde las montañas del sureste

Por el dolor, por la rabia,
Por la verdad, por la justicia
En muchas lenguas, idiomas, signos, nombramos a quien falta.
Y cada dolor y cada rabia toma un nombre, un rostro, una historia, un hueco que duele e indigna.
El mundo y su historia se llenan así de ausencias,
Y esas ausencias se hacen murmullo, palabra fuerte, grito, alarido.
No gritamos por lamento.  No lloramos por pena. No murmuramos por resignación.
Es para que quienes faltan encuentren el camino de regreso.
Para que sepan que están aunque falten.
Para que no olviden que no olvidamos.
Por eso: por el dolor, por la rabia, por la verdad, por la justicia.
Por Ayotzinapa y todos los Ayotzinapas que hieren los calendarios y geografías de abajo.
Por eso:
No claudicar. No venderse. No rendirse.
Por eso.
¡Verdad y Justicia!
(Extracto del comunicado del EZLN, septiembre del 2015).

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