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Carlos Toledo Manzur

Alternancia electoral: el péndulo político en Guerrero

Con la toma de posesión de los nuevos ayuntamientos realizada el último día de septiembre, se da un paso más en la renovación de los poderes en el estado. Ya antes tomaron sus cargos los diputados locales y a finales del mes se llevará a cabo el relevo en el gobierno estatal. Así, se está iniciando una nueva etapa en la vida política del estado en la que la alternancia de los diferentes partidos en los puestos gubernamentales es una realidad. Después de 10 años de ejercicio de gobiernos estatales postulados por el PRD, y en los que este partido y sus aliados mantuvieron también la mayoría de las curules en el Congreso local, así como la mayoría de los ayuntamientos, ahora se inicia una etapa en la que la correlación de fuerzas se invierte y el PRI regresará a la conducción del gobierno estatal, también con la mayoría en el Congreso y en las alcaldías.
Las tendencias en las preferencias políticas de los guerrerenses parecen estar oscilando en los últimos tiempos de manera pendular, ya que en 2005 y 2006 la izquierda predominó notablemente en los procesos electorales, primero con la elección que llevó a Zeferino Torreblanca a la gubernatura y después con el paraguas de la competitiva candidatura de Andrés Manuel Lopez Obrador. En ese último año el PRI disminuyó fuertemente su influencia en el electorado y parecía que tenía una tendencia irreversible hacia el debilitamiento. Sin embargo, en la elección federal intermedia de 2009, el tricolor se recuperó notablemente y ganó ocho de los nueve distritos.
Posteriormente el péndulo de las preferencias electorales se inclinó nuevamente a la izquierda con el triunfo de Ángel Aguirre en las elecciones para gobernador del 2011, lo que fue ratificado claramente en las elecciones de ayuntamientos y diputados locales de finales de ese año.
La situación actual en la que de nuevo el PRI recupera la mayoría electoral tiene, entre otros, tres factores fundamentales: la tragedia de Iguala en la que estuvo involucrado el alcalde perredista; el desencanto de la población por el desempeño de los dos gobiernos postulados por la izquierda (aunque no encabezados por líderes izquierdistas, nunca sobra insistir en ello); y la división de los partidos de izquierda, especialmente en el caso de Movimiento Ciudadano y PRD-PT que se presentaron de manera independiente aunque sus votos sumados superaron a los del PRI.
Sin embargo, a pesar de la alternancia electoral, por desgracia los problemas fundamentales del estado no han podido encontrar los caminos de su resolución, especialmente el caso de la marginación y la pobreza de la mayoría de la población cuyos tercos índices se han mantenido en los últimos años de manera persistente, y de la violencia e inseguridad que se ha agravado terriblemente en los últimos tiempos.
Entonces ahora toca el turno al PRI que debe tratar de aprovechar la oportunidad que los electores y la coyuntura le brindan para desarrollar estrategias de políticas públicas que enfrenten con éxito esos graves problemas estructurales que el estado tiene. El gobierno estatal, con la mayoría legislativa y en las presidencias municipales, tiene el enorme reto de demostrar que aún puede ser una alternativa para el futuro de Guerrrero, aunque debe enfrentar las ansias de muchos actores institucionales que vendrán con intenciones de aprovecharse del poder para sus fines personales, después de muchos años de estar fuera.
Por parte de la izquierda el reto es el de hacer una oposición efectiva que le permita reencontrarse con la ciudadanía, superar el divisionismo y aprovechar las insuficiencias que pudiera tener el desempeño gubernamental para lograr la mayoría de las preferencias en el estado y contribuir dentro de tres años al proceso electoral nacional en el que la izquierda sin duda tendrá una clara y valiosa oportunidad.

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