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En el DF, la consigna “Ayotzinapa, nos faltan 43” unifica el 47 aniversario de la masacre de Tlatelolco

* Marchan maestros y apedrean la 35 Zona Militar en Chilpancingo

 

La consigna “Ayotzinapa, nos faltan 43” unifica
el 47 aniversario de la masacre de Tlatelolco

Encabeza la marcha en la ciudad de México el Comité del 68, con las columnas de normalistas inmediatamente atrás. Las vallas metálicas que protegieron las fachadas de las sucursales bancarias y otros edificios se cubrieron de pintas: “68+43” o “68 nunca más”. De las bocinas instaladas en Palacio Nacional salía una voz que repetía impersonalmente que existía “el derecho a manifestarse, pero con respeto a la ley”

Agencia Proceso

Ciudad de México

La marcha conmemorativa por el 47 aniversario de la masacre de Tlatelolco arrancó ayer por la tarde en punto de las cuatro y media de la Plaza de las Tres Culturas rumbo al Zócalo capitalino.
Encabezada por el Comité 68, con las disciplinadas columnas de normalistas inmediatamente atrás, la caravana de contingentes gritó en coro las tradicionales consignas, así como las que nacieron a raíz del movimiento de solidaridad con los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero.
Así, al centro de mantas, banderas y cartulinas apareció un puño y alrededor del cual se unificó este mensaje: “Ayotzinapa, nos faltan 43”.
De las bocinas amarradas sobre el autobús que encabezó la marcha brotaron exigencias de justicia para los normalistas y palabras de repudios a las políticas del gobierno.
Si bien no se notó la presencia de policías en las inmediaciones de la marcha, importantes contingentes de granaderos fueron apostados en las calles aledañas.
Hora y media después de salir, los primeros manifestantes arribaron a la Plaza de la Constitución.
En avenida 5 de Mayo, las vallas metálicas que protegieron las fachadas de las sucursales bancarias y otros edificios se cubrieron de pintas, entre ellas “68+43” o “68 nunca más”.
“En México es más fácil conseguir cocaína que educación”, se leyó en otra pinta, grafiteada sobre la reja de una librería.
“¡Atenco, Atenco!” gritaron los pobladores del municipio mexiquense al ingresar al Zócalo, corriendo con sus machetes de punta hacia el cielo.
Mientras llegaban los contingentes, la plancha del Zócalo se fue llenando poco a poco de manifestantes, a los que ya aguardaba un “batallón” de vendedores de refrescos, nieves, libros y lentes de sol, entre otros.
A diferencia del pasado sábado 26 de septiembre, cuando la lluvia irrumpió en medio de la marcha que conmemoró el primer aniversario de la tragedia de Iguala, ayer el sol no dejó de irradiar la manifestación.
Policás contra anarcos

Y justo cuando se llevaba a cabo el mitin, un pequeño grupo de inconformes aventó botes de pintura roja y cohetes que estallaron sobre la fachada de Palacio Nacional.
De las bocinas ubicadas en la fachada salió una voz que repetía impersonalmente que existía “el derecho a manifestarse pero con respeto a la ley”.
Luego, los presuntos anarquistas –seguidos por un gran número de fotógrafos y reporteros–, lanzaron cohetes y botellas de vidrio sobre los granaderos que rodeaban Palacio Nacional. Incluso, un coctel molotov estalló a escasos metros del bloque de uniformados.
A escasos 50 metros de los disturbios proseguía el mitin que atendieron miles de personas. “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, se dejó escuchar incesantemente, junto con exhortos a no caer en la provocación.
De las bocinas instaladas enfrente de Palacio Nacional, voces pregrabadas –una varonil y otra femenina–, repetían una y otra vez: “Se respeta el derecho a manifestarse, siempre y cuando se haga de manera pacífica”.
Para ese momento los granaderos reculaban y avanzaban de unos metros cada vez, ya fuera del alcance de los proyectiles.
Mientras el canto de la Internacional sellaba el término del mitin, en la esquina del Zócalo permaneció un importante bloque de granaderos que se protegió con sus escudos de las escasas piedras que volaron hacia los uniformados.
A raíz de los disparos de gases lacrimógenos, la mitad de la plancha del Zócalo se desocupó en unos minutos. Los manifestantes alcanzaron a salir por avenida Madero, mientras en la Plaza de la Constitución las llamas que provocaron dos cocteles molotov comenzaron a extinguirse.
Cerca de las 19:00, el Zócalo lució prácticamente vacío. De avenida 16 de Septiembre todavía se observó un importante grupo de granaderos, al que los encapuchados arrojaron piedras, botellas y cohetones.
En respuesta, los granaderos avanzaron hacia los embozados, replegándolos hacia 5 de Mayo, bajo la mirada del personal y los clientes de los restaurantes ubicados a las orillas de la plaza.
En el Zócalo, un hombre imperturbable prosiguió anunciando la llegada de Jesucristo con una bocina y un micrófono. Pese a los embates, los vendedores tampoco salieron de la plaza.
De pronto, los granaderos corrieron hacia los encapuchados, los quienes se replegaron sobre 5 de Mayo, desde la cual siguieron arrojando piedras contra los uniformados.
Luego de unos minutos, los granaderos corrieron hacia la calle, donde “encapsularon” a los presuntos anarquistas.
Durante su movimiento sobre esa avenida, los granaderos agredieron a varios de los manifestantes y detuvieron a varios de ellos.
Al llegar al Eje Central, un torrente de granaderos se reagrupó en bloques compactos, cerrando el tráfico vehicular.
Integrantes de la Cruz Roja Mexicana confirmaron a Agencia Proceso que atendieron a algunas personas afectadas por gases lacrimógenos, pero que hasta el momento no tuvieron que atender casos de mayor gravedad.
En tanto, otros granaderos se reunieron en avenida Hidalgo, desde donde avanzaron juntos bajo los insultos nutridos de las personas apostadas en las banquetas.
Poco después, la Brigada Marabunta documentó al menos cuatro detenciones efectuadas sobre 5 de Mayo, así como la fractura de la clavícula de Adrián Rocha García, fotógrafo de un medio independiente.

 

Marchan maestros y apedrean la zona militar en Chilpancingo a 47 años de la masacre de Tlatelolco

Recuerdan la responsabilidad del Ejército en la matanza de estudiantes en la Ciudad de México en 1968 y en Iguala contra los normalistas de Ayotzinapa en 2014. Rompen vidrios en el Congreso local y en un módulo de la Sagarpa

 

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

Maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación Guerrero (CETEG) disidentes de la fracción que dirige Ramos Reyes Guerrero, e integrantes de Organizaciones Sociales marcharon ayer en esta capital y apedrearon los accesos de las instalaciones de la 35 Zona Militar, rompieron cristales en el Congreso local y en un módulo del almacén central de la delegación de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
La movilización, que salió del Zócalo de la capital a las 11 y media de la mañana y terminó con un mitin a las 2 de la tarde afuera del Palacio de Gobierno, fue para recordar el 47 aniversario de la masacre estudiantil de 1968 en Tlatelolco, Ciudad de México.
En el trayecto de la marcha los manifestantes demandaron castigo a los responsables de las víctimas de la masacre de 1968, a las víctimas del 26 y 27 de septiembre del 2014 y la presentación con vida de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.
Los maestros de la CETEG, del Frente de Defensa Popular (FDP), egresados de las normales públicas, y agremiados al Sindicato Único de los Colegios de Bachilleres (Sutcobach) salieron del plantón que mantiene la CETEG en el Zócalo de la ciudad y tomaron una ruta distinta a la que han tomado en marcha anteriores.
Esta vez, la marcha salió del centro de la ciudad y bajó por la calle Morelos hasta llegar a la calzada Defensa Nacional, que lleva a la puerta 3 de las instalaciones de la 35 Zona Militar, pero una cuadra antes de llegar al acceso doblaron en sentido contrario por la calle prolongación Valerio Trujano rodeando el cuartel militar.
En ese trayecto, la dirigente del FDP, Clemencia Guevara Tejedor, a través del aparato de sonido que iba al frente de la marcha, recordó que en la masacre de 1968 participaron soldados del Ejército mexicano vestidos de civil, igual que en el ataque que sufrieron los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa la noche 26 y la madrugada del 27 de septiembre del 2014 en Iguala.
El contingente de más de mil inconformes coreaba las consignas “Fue el Estado”, y “2 de octubre no se olvida”.
Mientras, Guevara Tejedor acusaba al Ejército, manifestó que se ha comprobado mediante las masacres del 68 y del 26 y 27 de septiembre en Iguala que el Ejército actúan por órdenes y dan protección a las bandas delictivas. Además acusó al Ejército que en vez de cuidar al pueblo desaparece a estudiantes como en el 68 y el 26 y 27 de septiembre del 2014 en Iguala.
Al llegar a las puertas 1 y 2 de las instalaciones de la 35 Zona Militar que se encuentran en el bulevar Vicente Guerrero, la vanguardia de la manifestación comenzó a arrojar piedras a las rejas. A diferencia de otras ocasiones no había militares visibles resguardando las instalaciones, pero los accesos permanecieron cerrados.
Frente a la puerta 1, los manifestantes permanecieron unos 20 minutos, en lo que se realizó un mitin. Ahí, uno de los oradores de la CETEG denunció que en 1968 los militares se vistieron de civiles para matar a los estudiantes y que, igual, el 26 y 27 de septiembre del 2014 en Iguala, “estuvieron presentes con su uniforme y sus camionetas con el logotipo del Ejército mexicano”.
Advirtió que, por eso “no los vamos a dejar descansar y seguiremos manifestándonos, porque estamos cansados los guerrerenses y los mexicanos de que este Ejército se dedique a reprimir, y por otra parte diga que son la salvación”.
Dijo que los militares, la guerra que deben emprender no es en contra de los que se manifiestan, porque estos solamente buscan justicia, sino en contra de los que ocasionan la violencia, y les reclamó que, por ejemplo, el jueves asesinaron a uno de sus compañeros maestros en Chilapa “y el Ejército no hizo nada”, el reclamo fue por el asesinato del director de la telesecundaria de la comunidad de Ocuituco, municipio de Chilapa, Alberto Román Cortez, quien fue asesinado a balazos cuando se dirigía a su centro de trabajo.
Mientras tanto, la dirigente del FDP, Guevara Tejedor reprochó que si alguno de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desaparecidos fuera hijo de algún militar, del presidente de la República, o de algún banquero, “les aseguro que estarían moviendo cielo, tierra y mar para encontrarlo, pero como son hijos del pueblo, hijos de campesinos, no hacen nada por encontrarlos”.
Dijo que, por eso “nos queda claro que el Estado es el responsable, junto con sus fuerzas represoras, de los hechos de Iguala el año pasado, así como de la masacre de 1968 en la ciudad de México, mientras que los sicarios andan paseándose por las calles de esta capital y ejecutando sin que les hagan nada”.
Durante el mitin en la puerta 1 de la 35 Zona Militar, algunos de los manifestantes arrojaban piedras hacia las rejas y hacia adentro de las instalaciones militares. Después del mitin, la marcha siguió por el carril de baja velocidad de norte a sur en sentido contrario. Al frente caminaban unos 15 maestros cubiertos del rostro, algunos con palos y tubos, otros con resorteras. Unos 200 metros adelante de las instalaciones militares, arremetieron contra un módulo de seguridad de la Sagarpa al que, a pedradas, le rompieron los vidrios.
El contingente pasó por el Congreso local, donde también, algunos de los manifestantes arrojaron piedras a los vidrios. En esta ocasión, no hubo policías de Seguridad Pública resguardando el inmueble. Atrás de los edificios, sólo se vieron unos 15 policías antimotines que no intervinieron.
Aquí los manifestantes sólo se quedaron unos 10 minutos y la marcha continuó en el Bulevar Vicente Guerrero, pero luego doblaron hacia el Palacio de Gobierno, en donde los manifestantes participaron en un mitin que duró una media hora.
La puerta principal del Palacio de Gobierno estaba cerrada, debido a que desde la mañana jubilados y pensionados del gobierno del estado llegaron a protestar y bloquearon el acceso principal.
Durante el mitin, los manifestantes se fueron retirando en grupos, o uno a uno, hasta que, al final, solamente quedaron unos 100 de ellos, que también se dispersaron en distintas direcciones.

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