Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

*Jorge Luis Valdovinos Luna

(Primera de dos partes)

El número telefónico para comunicarme con él llegó a mis manos de manera extraña, en un folder con papeles puesto en mi casa, por un intermediario que nunca vi.
Encontré sus datos entre varios papeles, al reverso de una pedazo de hoja que anunciaba el menú de un restaurante.
Le llamé dos días después, un poco por curiosidad, un poco por interés, pues habiendo sido uno de los personajes centrales en la única lucha cívica de gran envergadura que se dio en el municipio de La Unión, en 1989, quería saber lo que había sido de su vida después de 26 años de no vernos.
Jorge había sido candidato a presidente municipal por el PRD y rechazó la propuesta de encabezar el concejo municipal que el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu le ofrecía como alternativa al desconocimiento de su triunfo.
Al paso de los años me interesó retomar contacto con él para tenerlo como fuente directa para el material de un posible libro sobre aquella lucha electoral que encabezó en su municipio después de haber vivido la experiencia cardenista de la Costa Grande.
Lo primero que me causó extrañeza en la llamada fue su voz al teléfono que se escuchaba cansada y pausada, luego la dificultad confesada de que no podía anotar mi número ni registrarlo porque andaba en el monte.
En media hora quedé en volverle a llamar para darle tiempo a que tuviera lápiz y papel a la mano.
Después que anotó mis datos y la cita para vernos, me extrañó que no conociera el museo de Zihuatanejo, lugar que le di de referencia para nuestro encuentro.
–Quiero verte porque tengo un regalo para ti que quiero entregarte personalmente, me dijo con una voz de urgencia.
Por eso quedamos en encontrarnos al siguiente día en la mañana, con la advertencia de esperarlo por si se retrasaba viniendo de Petacalco.

El líder político

Durante la víspera de la cita dediqué tiempo para dar un repaso de memoria a los sucesos relevantes que habíamos compartido en aquellos años, cuando en Guerrero se juntaron la lucha cardenista, acompañada de las fuerzas de izquierda, y luego la conquista de los ayuntamientos como PRD, cuyo registro generosamente le cedió el Partido Mexicano Socialista.
Recordé al muchacho formal que conocí aquel día en el mitin que Cuauhtémoc Cárdenas había encabezado en la explanada municipal frente a la bahía de Zihuatanejo.
La personalidad de Jorge no cuadraba con la hechura costeña, porque parecía bastante formal en el trato, por eso tampoco podía ser chilango.
Sin embargo se notaba su compromiso con la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas y eso nos dio confianza y lo acogimos con simpatía.

Orador nato y reserva moral del cardenismo

Jorge se reveló como un orador nato, hablaba con vehemencia y coraje, sin movimientos estudiados. A veces su emoción atropellaba las palabras, pero su modo directo para decir las cosas animaba a la gente.
El rumor que se corrió en torno a su persona fue que tenía cierta cercanía con la familia de los Cárdenas, aunque la razón se desconocía, pues Jorge había sido siempre de cuna humilde.
Cuando terminó el mitin del ingeniero Cárdenas aquel día, a los compañeros de Zihuatanejo nos llamó la atención que Jorge Luis no lo siguiera.
Después supimos que llegaba para quedarse porque era originario del municipio de La Unión y que venía para organizar a sus paisanos para la elección municipal.
En aquellos años en la oposición se decía que los cambios que el país requería tendrían que producirse desde abajo, que había que ganar los municipios, y muchos de nosotros convencidos de esa idea nos abocamos a su conquista.
Desde 1988, todos los días, sin más recursos que los aportados por sus compañeros en el municipio de la Unión, Jorge Luis recorrió los pueblos y rancherías de la costa y de la sierra promoviendo el voto a favor de Cuauhtémoc Cárdenas.
Jorge aprendió la lección que dejó el cardenismo: Sin organización era imposible ganarle al PRI que había acumulado un arsenal de trampas y marrullerías.
Por eso se dedicó de tiempo completo a recorrer la Unión con la consigna de reivindicar en la elección municipal el apoyo de su municipio al cardenismo.
Pronto Jorge se convirtió en el líder natural de sus paisanos, en el hijo predilecto para muchos de los hombres viejos que conocieron a Lázaro Cárdenas, porque entonces, como sucede aún en estos días: la gente se conforma casi nomás con buen trato de los políticos.

Candidato triunfador en las elecciones de 1989

La frescura del discurso de Jorge, su oriundez y buen trato, así como su preparación, despertó el interés y el ánimo de la mayoría de la gente cansada del PRI, por eso su triunfo electoral para la presidencia municipal en 1989 parecía inobjetable.
Pero el gobierno del estado, con todo el control que entonces tenía de la institución electoral, se aferró a desconocerlo bajo el argumento extra legal de que no podía dejar esa parte del territorio guerrerense, donde los japoneses habían invertido millones de dólares para la termoeléctrica de Petacalco, en un ayuntamiento gobernado por el partido que entonces bautizó como el de la sangre y la violencia.
Aunque en las negociaciones con el PRD la salida política del gobierno fue la constitución de un concejo municipal que podría presidir Jorge Luis, éste jamás aceptó los términos ni las condiciones, optando inusitadamente por mantenerse al margen de las negociaciones.
Le bastó que sus paisanos lo reconocieran como su presidente y se dejó de politiquerías.
En esa postura Jorge Luis vivió en La Unión del apoyo que le daban sus habitantes, muy especialmente una familia de mangueros del ejido de La Parota quienes gastaron parte de su patrimonio en su sostenimiento.

Reserva moral del cardenismo

Pasaron los años y aunque posteriormente el PRD ganó el ayuntamiento con reconocimiento oficial, el partido se fue alejando cada vez más de Jorge Luis quien no encajaba ya en el modelo del líder requerido por quienes hoy dirigen el partido, aunque para sus paisanos siguiera representando la reserva moral del cardenismo.
Casi olvidado por la dirigencia local del PRD y retirado en su pueblo de El Naranjito, Jorge cayó enfermo de fiebre tifoidea, enfermedad infecciosa muy propia de los ambientes de pobreza.
Pasó ocho largos meses en coma el líder moral luchando contra la enfermedad, hasta que finalmente se sobrepuso y logró sobrevivir pese a un nuevo periodo de depresión que lo llevó a las puertas del suicidio.
Milagrosamente en 2012 vinieron al rescate los normalistas de su generación quienes se lo llevaron a Michoacán a celebrar su 33 aniversario, con tanta deferencia hacia él que a partir de entonces revaloró la importancia que la amistad tiene en la vida.

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