Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Eduardo Pérez Haro

La ausencia del plan b

Para Alberta Bravo Marín.

México se adentra a la segunda y final etapa del régimen de gobierno que encabezado por Enrique Peña Nieto se encuentra envuelto en más problemas que soluciones sobre la búsqueda de un desarrollo nacional acorde con la superación del atraso que acusa nuestro país frente a las necesidades sociales-nacionales y respecto de la competencia glob@l.
Los rezagos acumulados en los diversos órdenes de la vida nacional, los trastabilleos y caídas de las “reformas estructurales” convertidas en desdibujada promesa generan un cavernoso plan de gobierno, ahuecado por la crisis de seguridad y de las instituciones con lo que nos regresan a volver a empezar.
Ahora es necesario, más que exigir cambios a la manera de los siempre solicitados golpes de timón, advertir la necesidad de emprender procesos que son más difíciles y por lo mismo llevarán más tiempo, sin desconocer que pueden tener una pista de aterrizaje en el 2018 pero no necesariamente en la ilusión de un cambio definitivo porque esas son “expresiones de campaña” que no censuramos pero que tenemos que dejarles en una condición secundaria frente al imperativo de emprender procesos superiores a la democracia sin adjetivos.
En el mejor de los casos las elecciones del 2018 deben ser estación de paso en un recorrido necesariamente más largo por cuanto se requiere transformar y crear nuevas y mayores capacidades sociales-nacionales en correspondencia con un mundo de naciones que estarán en procesos semejantes que presuponen competencia tácita, y por esto el asunto no se reduce a construir clientelas y ganar comicios por más que habrá que reconocer que los procesos de transformación no pueden correr al margen de estos eventos de la democracia formal pues efectivamente no son inocuos, inciden en el reacomodo de fuerzas y actores que en grado alguno serán influyentes en el devenir del sistema socioeconómico ulterior con lo que pueden favorecer o afectar la mejor trayectoria del desarrollo nacional y desde ahí a definir su particular inscripción en el contexto mundial-glob@l.
Bajo esta perspectiva los próximos comicios federales (que no es nuestro tema de hoy propiamente) si bien no pueden obviarse, es preciso entenderles sólo como un momento para materializar un mejor acomodo de fuerzas en la perspectiva de la transformación nacional, lo que supone procesos de mayor tiempo y alcance, pues no estamos ante la necesidad de sacar al PRI de los pinos ese, en todo caso, es un asunto político electoral por el que se habrá de pasar pero no es el fin en sí mismo y no debemos confundir los medios con los fines, el asunto de fondo está en colocar a México en una base de desarrollo acorde a las exigencias del tiempo actu@l que por ahora no lo está y el régimen no da cuenta de disposición para ello sino al contrario desde tiempo atrás los gobiernos se han empeñado en cerrar filas con las élites reconformadas en las últimas décadas dentro del proceso de globalización que ha sido muy importante en la conformación de la era digit@l pero que lo ha hecho ensanchando la brecha de la desigualdad y lo que es peor, amenazando las bases sociales y naturales de la reproducción.
Las instituciones que conforman el mundo y las naciones son consecuencia secular, no provienen del mejor ejemplo que haya en el mundo aunque influye (países industrializados-moderniz@dos), o de la mejor idea, o aceptemos que en la práctica provienen de la mejor idea pero la idea misma proviene del impulso del devenir de los aconteceres, de los hechos, marcados por los avances y los traumas, por la oscuridad opresora y la claridad del conocimiento probado y/o siempre aproximado. No hablamos de la idea platónica ni acaso de la idea hegeliana sino del pensamiento crítico.
No estamos ante el sueño o la acción del Estado como consagración y fin de la historia sino ante la necesidad de hacer avanzar a la sociedad en el ejercicio del poder político que conlleva cuando consigue amalgamar los entendimientos entre los diferentes pueblos, sectores, clases, estratos, colectivos e individuos con hegemonía ganada y aceptada en un entendimiento-acuerdo que alcanza las fuerzas de la ley y la costumbre que concede libertades y derechos y que otorga seguridad y prosperidad como sentido inequívoco y derrotero.
La historia en su complejo devenir va y viene, avanza, se estanca, retrocede y vuelve a descollar progresos pero en cualquier dinámica social se crean instituciones de la cultura, del sistema de creencias, del poder y del gobierno, con lo cual se incide sobre la técnica de los medios de producción, la organización del trabajo, la construcción de capacidades para competir con el mejor producto al mejor precio o para dejar de hacerlo.
En el mundo de los intercambios se truecan el trabajo de unos por el trabajo de otros bajo la condición de mayor destreza que encierra los atributos de capacidad en la combinación de medios (tecnologías), fuerzas (capacidades) y formas (organizacionales y de concordancia en las participaciones; salario, ganancia, renta e interés) que se plasman en el contrato legal o informal pero que cobran vida en las condiciones de la sobrevivencia y la reproducción no meramente humana sino social e histórica por cuanto se da de una manera siempre diferente en el acontecer del día a día, singular e irrepetible.
En nuestro país, existen muchos ingredientes para cocinar el mejor guisado del desarrollo pero no tenemos la receta, y no hay receta disponible en el mundo dicho sea sin ser omisos frente a sus indiscutibles experiencias y aportaciones que están y/o provienen de las diferentes naciones, pero estamos ante la exigencia simple de revisarnos ante los rezagos acumulados, las insuficiencias de la conciencia y la caducidad de los esquemas de funcionamiento otrora instituciones de la fe y la esperanza, cuerpos de gobiernos de la independencia, la reforma y la revolución ahora convertidos en impunes e ineficaces aparatos de control bajo la égida de una globalización controvertida por la centralización financiera y la exclusión.
La supremacía del sistema financiero que encuentra ganancias extraordinarias en el endeudamiento y la especulación comercial y subordina al capital productivo al grado de bloquear la ampliación del mercado mediante la obstrucción del flujo de nuevas tecnologías y productos, obligándole a pagar salarios por debajo de las condiciones correspondientes de reproducción de la fuerza laboral (básica, operativa y especializada) amen de frenar su calificación con lo que aumenta la construcción de super-poblaciones de reserva (desempleo) con las que se apalanca para reprimir el salario, una manera análoga a los inicios del capitalismo basado en la ampliación de la jornada de labor y el desempleo, de tal manera que con esto se marca un momento de obsolescencia institucional por cuanto se trastocan las reglas de funcionamiento del sistema.
Técnicamente las deudas se tornan impagables con lo que se crea un mecanismo de “acasillamiento” donde éstas se heredan y las obsoletas formas de producción alargan su vida y aumentan sus ganancias sin reparar en el daño que le hacen ya no a las poblaciones de los países sometidos sino a sus propias bases sociales cuando de los países desarrollados se trata.
Las deudas de todos, gobierno, empresariales o individuales, las pagan los estratos que están fuera de la órbita global, es decir, trabajadores de todos los niveles, y medianos y pequeños empresarios (que bordan sobre el 99% de los 5 millones de establecimientos empresariales de México), y en forma semejante sucede con las mayoría de los países, incluidos los otrora países desarrollados que ya no los son en sentido estricto sino sus empresas principalmente las que conforman, sustentan y operan el sistema financiero internacional o están vinculadas a través del mismo financiamiento.
La transformación nacional tiene su correlato en la esfera global, mas no es dable suponer una transformación global y de sus instituciones sino se procesa desde un primer plano que es el que corresponde a los estados-nación, la perspectiva del cambio en México ya desborda los procesos electorales para exigir cambios institucionales que nos remiten a procesos de enseñanza aprendizaje, creación de capacidades y movimientos sociales capaces de encauzar nuevos entendimientos entre clases, estratos, colectivos y personas, como sustrato de nuevos acuerdos, reglas e instituciones, y esto no se logra con desplantes electorales sino con democracias ampliamente marcadas por la participación social de sociedades informadas y formadas
Su terreno de aplicación y procesamiento es el de los diferentes frentes de discusión por nimios o grandilocuentes que se presenten, pero la perspectiva del cambio de modelo económico, no sucederá sólidamente en ausencia de la perspectiva del cambio de capacidades y desempeños sociales que en otra dimensión prefiguran los cambios institucionales como lo podemos observar en Grecia, Brasil o China, cuyos realces económicos se tornan frágiles para relevar la fuerza financiera y militar de las élites y los ejércitos anclados en sus principales lugares de residencia (OTAN) por falta de idea alterna más allá del prurito del crecimiento económico para internalizar un amplio y nuevo concepto del desarrollo con lo que revela la presencia volátil de sus basamentos sociales y la obsolescencia de sus instituciones en el más amplio sentido del término como lo hemos venido refiriendo.
México se encuentra en medio de una tormenta perfecta pero el régimen finge no darse cuenta o de plano no lo sabe pues a estas alturas, después del resquebrajamiento de las “reformas estructurales” y la crisis institucional cercada por la inseguridad nos ofrece un discurso sin cambios o cambios sin modificación del discurso. Todo indica que ante el cambio de condiciones no hay Plan B dejando el plan inicial convertido en caballo de Troya para el 2018.

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