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La sesión legislativa

Jaime Castrejón Diez  

Terminada la sesión del poder legislativo se confirma la incapacidad de legislar que ha caracterizado a las últimas dos legislaturas. Para ser más exactos en el lenguaje debiéramos llamarla “la cesión” legislativa, porque cedieron su función reguladora de la vida del país por la de la guerra intestina de partidos, se recordarán más por estas razones que por su aportación a la vida nacional.

 

La realidad vista por la ciudadanía es que cedieron su función modeladora del sistema político por luchas de facciones y por tratar de dirimir luchas inter-partidos e intra-partidos bloqueando el ejercicio de su función fundamental: legislar. Esta etapa de la legislatura se recordará más por el derrocamiento de Elba Esther Gordillo como coordinadora                         de la bancada del PRI, por la purga priísta delas comisiones, por el enojo de las multas del IFE, por la alianza del PRI-PRD porque un diputado panista llamó a algunos diputados delincuentes electorales que por las leyes que emitieron. Es decir lo anecdótico avasalló en lo sustantivo.

No cabe duda que el desprestigio que la legislatura se ha ganado con la ciudadanía es merecido, la esterilidad la detecta todo mundo. Pero sería necesario asomarnos también al interior de la institución. Sus reglamentos son muy antiguos y ya obsoletos para una sociedad como la nuestra. Se requiere rediseñar el poder legislativo para que sea adecuado a las necesidades de una nación que quiere emerger y no puede, porque los compromisos políticos y clientelares                         de sus legisladores impiden que actúen con visión para que el país evolucione. Tal vez los mismos diputados con otras reglas funcionarían mejor, pero entre las cosas que tiene pendiente la transición son la actualización, la profesionalización del poder legislativo y la responsabilización de los legisladores con sus electores.

Esto lleva a tres temas, la creación de una ley orgánica del poder legislativo que refleje la realidad del México actual, la reelección de los legisladores y si se sostendrá a los legisladores sin representación: los plurinominales.

¿Qué tan válido es un legislador que no representa a nadie? Se puede decir que representan a su partido, pero de hecho diluyen la representación de quienes han sido electos por la ciudadanía. Se ha dicho que es para que los ideólogos de los partidos aseguren su presencia y que ellos fueran los conductores de sus bancadas. ¿Pero cuantos ideólogos necesitan? En la situación actual el 40 por ciento de los diputados no representan a nadie y el 50 por ciento de los senadores tampoco.

Muchas veces se ha mencionado lo exitoso que fue el proceso de la transición española. Hay que recordar que el Pacto de la Moncloa tenía un plan maestro para modernizar el Estado Español y que los partidos pusieron por delante el éxito del proceso de reforma y hubo un compromiso de los distintos partidos de llevarlo a cabo. Las Cortes (equivalente a nuestra Cámara de Diputados) decidieron por unanimidad el 3 de noviembre de 1977: “Asumir la responsabilidad que le incumbe en el desarrollo de las medidas legislativas que exige el cumplimiento del acuerdo…” Si analizamos el procedimiento es claro que la transición se logró por dos razones muy claras: había un plan maestro acordado previamente y las Cortes apoyaron la decisión sin jaloneos partidistas.

El contraste es muy claro. Pero los que deseamos una transición vemos que en el primer lugar no hay un plan maestro acordado, principalmente por los intereses partidarios y de personas que obstaculizan el proceso de transacción. Por otra parte, porque se presentan reformas aisladas y no un todo consistente. Hay dos formas de enfrentar este proceso, positivamente haciendo a un lado todos los intereses parciales en aras de un sistema operante que refleje los anhelos sociales. Por otra parte hay una forma negativa de verlo, seguir pugnando por prevalecer como personas o como partidos por encima del bien general.

Al cerrar este periodo de sesiones el enfoque ha sido claramente negativo, prevalecieron los intereses particulares de partidos y de personas. El poder legislativo ha caído en un círculo vicioso, se establecen polémicas intrascendentes                         y los ofendidos obstruyen las propuestas del contrario en principio. Es decir, se trata de legislar con espíritu de vendetta y no como un cuerpo colegiado que solidifique la tan llevada y traída transición.

 

Si hay o no sesión extraordinaria es intrascendente. Veremos más de lo mismo. Se requiere que en este receso se reflexione y se autoevalúen, porque en la transición queda muy mal parado el poder legislativo

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