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La guerra de las paradojas

Jorge Zepeda Patterson  

Seis hombres son obligados a formar una pirámide con sus cuerpos desnudos; otros son forzados a representar actos sexuales, uno más es condenado a pasarse horas de pie en una caja por temor a que los cables conectados a sus brazos lo electrocuten. Tardaron un año en ser difundidas, pero las fotos de las torturas y vejaciones que los soldados norteamericanos infligieron a prisioneros iraquíes le han dado la vuelta al mundo. Es tal la cantidad de contradicciones que la guerra de Irak pasará a la historia como la gran tomadura de pelo. Una broma monumental si no tuviera el saldo trágico de tantas víctimas que experimentan en carne propia lo que para el resto del mundo es una comedia de paradojas.

Una. En una muestra de humor negro involuntario, el viernes George Bush recordó que hace un año había declarado la “misión cumplida” al completarse el derrocamiento de Sadam Hussein y ahora agregó “gracias a ello, ya no hay cámaras de tortura en Irak”. La frase no pudo ser más infortunada, en momentos en que el mundo se horroriza, muy en particular el mundo árabe, por las escenas de los soldados de Bush humillando a los detenidos, en las mismas cámaras de tortura del régimen anterior.

Desde luego, ninguna de estas vejaciones guarda proporción con la escala con que se practicó la tortura en el gobierno de Hussein. También es cierto que el ejército ha iniciado una investigación en contra de los responsables. Pero el incidente ha constituido una bomba en las pretensiones moralinas de la derecha, que quiere convencerse de que la invasión de Irak es una cruzada del bien contra el mal (y todavía está por comprobarse que estas vejaciones sean sólo un incidente y no una práctica sistemática del ejército estadounidense).

Dos. El viernes pasado Estados Unidos entregó el control de Faluya, la pequeña ciudad que se ha convertido en foco de resistencia, a Jassim Mohamed Saleh, un general de la Guardia Republicana de Sadam. Es un doloroso reconocimiento de la incapacidad de un ejército de ocupación para lograr la transición a una sociedad democrática. Washington ha querido convencer a la opinión pública de que la resistencia procede de lo que queda del ejército de Sadam. Pero cada vez es más evidente que, a un año de la derrota de Sadam, en realidad se trata de una resistencia generalizada de origen étnico y religioso de una sociedad que se resiste al control por parte de un ejército invasor. Por lo pronto, los símbolos hablan: el general Saleh se presentó con su uniforme del ejército de Sadam, bigote incluido, para apagar una rebelión popular como lo hizo en las décadas anteriores al servicio del dictador.

Tres. Hace unos días, Estados Unidos logró que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU reunida en Ginebra emitiera una resolución en contra de Cuba, voto de México incluido. Desde luego, es una condena ganada a pulso por las continuas violaciones del régimen de Fidel a la integridad de los disidentes y otras minorías (homosexuales e intelectuales críticos, entre otros). Pero no deja de ser paradójico que esta condena hace caso omiso de las monumentales violaciones a los derechos humanos que se realizan en la misma isla, en la base de Guantánamo, en perjuicio de los detenidos de la guerra de Afganistán. Ahora las escenas de las cárceles de Bagdad simplemente hacen más patética esta doble moral.

Cuatro. Estados Unidos está presionando al gobierno de Qatar para que controle a la agencia de noticias árabe Al-Jazeera y favorezca una cobertura informativa menos favorable al mundo islámico. Como se sabe, Al-Jazeera ha logrado una audiencia enorme gracias al conocimiento del mundo árabe, la calidad de sus fuentes y su capacidad de denuncia. En efecto, sus notas frecuentemente están inflamadas de indignación islámica y resentimiento hacia occidente, pero no hace sino reflejar una percepción ampliamente difundida en el oriente medio. El gobierno de Qatar defiende a la agencia, de cuyo consejo forma parte, asegurando que en el mundo árabe también se difunden los canales occidentales, usualmente favorables a Washington (incluyendo el rabiosamente conservador Canal Fox). En nombre del periodismo objetivo Colin Powell busca el cierre de Al-Jazeera, al mismo tiempo que una cadena de televisoras en Estados Unidos decidió bloquear un programa de la ABC dedicado sólo a leer los nombres de los soldados norteamericanos caídos en Irak. El programa Nightline, de Ted Koppel, intentaba hacer un homenaje a los casi 700 soldados muertos en combate (incluyendo 200 caídos por fuego amigo, suicidios y accidentes), pero la derecha consideró que ese recordatorio podría interpretarse como un llamado al retiro de las tropas en Irak. En consecuencia, decidió bloquear el programa.

Esta semana el gobierno provisional de Irak (bajo protectorado de Estados Unidos) presentó la nueva bandera nacional. Un día después era quemada en las universidades y barrios populares de Bagdad: la bandera les parece sospechosamente parecida a la de Israel. El fantasma de las selvas de Vietnam de los años setentas ronda los desiertos árabes. Los generales “nativos” de pacotilla, sus gobiernos de transición corruptos y sus supuestos símbolos democráticos ajenos al pueblo, revelan la misma hipocresía. La guerra de Irak no es una cruzada del bien contra el mal, es una tragicomedia de proporciones absurdas.

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