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A 18 años del Paulina, se rentan o son vecindades las casas afectadas junto al río El Camarón

Jacob Morales Antonio

A 18 años de la tragedia del huracán Paulina, las casas que se encuentran a las orillas del río El Camarón y que fueron anegadas por la corriente, ahora son rentadas o se han convertido en vecindades. Sus dueños originales se mudaron a otras colonias.
La sobreviviente Gilberta Torreblanca Cruz, de 78 años, rememoró que ese día cuando el viento tocó a su puerta, y ella y su familia permanecieron en casa durante la lluvia.
La corriente del río poco a poco comenzó a salir de su cauce y el agua subió hasta la altura del pecho. La sombra de hace 18 años en las paredes no hay pintura que las borre.
Madera, piedras y tierra obstruyeron la puerta principal, misma que aún conserva en su entrada: “la hemos ido reparando, después de que el agua la dejó doblada”.
En la sala cuelga la Virgen de Guadalupe. Al fondo tres sillones que aparentan la edad de la tragedia.
Parada detrás de una reja, doña Gilberta recordó el estruendoso caminar de las rocas que venían del cerro. El recuerdo de aquel día hizo que sus ojos brillaran como una estrella. Sus brazos tan delgados como la reja, reflejan el palpitar de su corazón.
Ella dice que poco sale de su casa. Pero a sus vecinos de la calle Nuevo León jamás los olvida.
De aquellos años indicó que sólo dos personas viven frente a su casa, el resto se fue, heredó las viviendas, las vendió o las renta. La última persona que vivía a dos casas se fue hace unos meses.
Aquellos que ahora la han dejado, el 9 de octubre del 1997, le gritaron: “¡Salgan!, ¡Salgan, se van a morir!”, pero en la puerta lo único que veía era lodo y madera, y dentro de su casa muebles flotando.
La tienda de abarrotes, que tenía de nombre Miguel, poco a poco expulsó de sus anaqueles los productos en venta.
La señora que en aquellos años trabajó de recamarera en el hotel Emporio indicó que no salieron de su casa y se trasladaron al segundo piso. “Sea lo que Dios quiera”, dijo la señora a sus vecinos, algunos pertrechados en las azoteas.
En las casas de las calles contiguas, como la Tamaulipas y Sinaloa, pequeños carteles anuncian los vacíos que dejaron sus dueños originales luego de la tragedia. Algunas han sido ocupadas por familias que ignoran u olvidaron el poder del río El Camarón y no tienen memoria de ello.

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