Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

Jorge Luis Valdovinos Luna

(Segunda y última parte)

Jorge Luis fue un estudiante distinguido, de origen humilde, nacido en El Naranjito, municipio de La Unión, donde vivió en carne propia la desigualdad marcada por el caciquismo que desde niño le marcó el camino para luchar del lado de los desprotegidos.
Sobresalió en la vida por su aplicación al estudio, pues gracias a que obtuvo el primer lugar estatal de aprovechamiento en el nivel de primaria, fue elegido para formar parte del grupo que las autoridades educativas seleccionaron ese año para ir a la residencia oficial de Los Pinos en la ciudad de México y saludar al presidente de la república, Luis Echeverría Álvarez.
Aquella experiencia del viaje y la imposibilidad de continuar con sus estudios por falta de recursos era algo que le incomodaba pero que no podía resolver.

Doña Amalia Solórzano

Su vida cambió cuando una mañana un elegante automóvil se paró en la calle polvorienta de su casa con una mujer de modales finos que descendió del auto cuando estuvo segura de que ahí vivía Jorge Luis.
Era doña Amalia Solórzano, la esposa del general Cárdenas que en ése entonces se desempeñaba como vocal del río Balsas, venía para ofrecerle una beca por su aprovechamiento sobresaliente.
Con el apoyo recibido se fue a estudiar a Morelia donde refrendó su excelencia académica con el más alto aprovechamiento y eso le valió para que su benefactora le siguiera apoyando.
Aplicó el examen de admisión en la escuela normal de Arteaga y se ganó el lugar sin necesidad de mostrar la recomendación de doña Amalia.
Durante la carrera de maestro Jorge tuvo el aprecio de sus compañeros quienes lo apodaban con el sobrenombre de su pueblo Naranjito. En la normal desarrolló su potencial como orador y también como poeta y declamador.
Cuenta que al egresar de la normal, con el diploma de maestro venía su adscripción al estado de Sonora, y como su propósito fue siempre volver a la Costa Grande, recurrió nuevamente a su benefactora para que le ayudara a lograrlo.
Doña Amalia volvió a darle la mano y lo mandó con una recomendación para el titular de la SEP que entonces era Víctor Bravo Ahuja quien primero le reclamó al joven el hecho de haber distraído a doña Amalia de sus ocupaciones para un asunto que él podía resolver.
Después lo mandó al pueblo del Habillal, muy cerca de ciudad Lázaro Cárdenas y de El Naranjito con su plaza de maestro.

El movimiento cardenista

Cuando se produjo el movimiento cardenista Jorge Luis vivía en Morelia donde se había mudado para hacer la carrera de abogado;
1988 fue el año propicio para volver a su tierra como activista del cardenismo. Quemó sus naves. Dejó su plaza de maestro y se vino a la costa para dedicarse a la organización de la oposición política al PRI de tiempo completo, en un municipio pobre, incomunicado y de alto analfabetismo que él quería transformar.
En un año recorrió todos los rincones de su municipio decidido a ganarlo para el PRD, partido que lo nombró su candidato a la presidencia municipal en 1989.
Al acto de inicio de campaña estuvieron respaldándolo en la plaza municipal de la Unión, la señora Socorro Cárdenas, la media hermana de Cuauhtémoc Cárdenas, y de nada menos que la viuda del también ex gobernador de Michoacán y emblemático funcionario del gobierno cardenista, el izquierdista radical, Francisco J. Múgica.
Quizá haya sido ése arsenal de relaciones políticas y el apoyo masivo que Jorge Luis exhibió como candidato, lo que haya influido entonces en el ánimo del gobernador Ruiz Massieu para impedir a toda costa que ése joven que se convertía en exponente del talante cardenista ascendiera al poder municipal.
Jorge Luis como todo político romántico que se aparta del modelo arribista y complaciente de los funcionarios que todos conocemos, prefirió mantenerse al margen del poder cuando su triunfo fue desconocido mediante artimañas legaloides, rechazando la propuesta de su partido que lo ataba a las decisiones del gobernador.
Para los habitantes de La Unión el joven cardenista era la encarnación de la verticalidad y de la dignidad en la lucha, quizá en la posición cómoda de no tener que tomar decisiones como gobierno dentro de los estrechos márgenes que tienen para resolver los problemas de raíz.

El sobreviviente

En la segunda oportunidad que le dio la vida, después de 8 meses de enfermedad, Jorge cuenta que aprendió a valorar la amistad por encima del dinero y el poder. Eso lo indujo a volver a caminar por los pueblos de su municipio para saludar a cada uno de los compañeros que habían participado junto a él en la insurgencia cardenista.
En esa nueva gira que emprendió en 2014, según el censo que lleva, ya no pudo saludar a 298 de sus antiguos compañeros, y a muchos de los que encontró con vida, los miró sin manos, sin un pie, moribundos, y más pobres que hace tres décadas, como si durante esos años el municipio hubiera estado en guerra.
Esa realidad que vivió el año pasado dice que fue la misma de hace tres décadas, y quizá peor porque con el clima de violencia e inseguridad, cayó la producción agropecuaria porque mucha gente dejó sus tierras y bienes para salvar su vida.
Sólo más caminos para recorrer el territorio fue la novedad que Jorge Luis encontró en éste municipio que tempranamente accedió a la alternancia del gobierno.

El encuentro

Cuando se cumplió la cita y nos encontramos en Zihuatanejo fui yo quien llegó con retraso. El lugar acordado para el encuentro estaba inusualmente concurrido.
Atento en descubrir a mi amigo barrí con la vista al grupo que caminaba frente a mí. Casi intuitivamente lo ubiqué, pero estando aún cerca dudé que se tratara de la misma persona que había conocido hace casi tres décadas.
De por sí delgado, ahora lo veía mucho más escuálido y con el rostro demacrado, pelo escaso y mirada cansada. Era evidente que venía de haber sufrido una grave y larga enfermedad.
Para no equivocarme, casi junto a él le pregunté antes de abrazarlo:
–¿Jorge?
Respondió a mi saludo repitiendo mi nombre, y luego nos abrazamos.
Sin mayor preámbulo me dijo casi con ansiedad a lo que venía.
–Vengo a saludarte, luego a decirte que estás entre las personas que tuve la fortuna de conocer y que considero como amigo; después quiero decirte que traigo un regalo para ti, que te voy a entregar para que lo guardes en un lugar especial de tu casa, porque si muero antes que tu, quiero que lo veas y me recuerdes.
Luego me extendió dos pliegos de papel engrapados, después uno más, y al final la fotocopia de una fotografía que presidía doña Amalia Solórzano, acompañada de un amplio número de campesinos de la Unión que la visitaron en 1988 en su residencia de las Lomas de Chapultepec.
Mientras miraba las caras conocidas de la foto, Jorge me pidió si podía decirme de memoria el contenido en los pliegos de papel que me había entregado.
Eran dos poemas de su autoría, uno dedicado a los campesinos y otro a una madre difunta.
Mientras casi declamaba los poemas recordé que en aquellos años de lucha fragorosa, una vez Jorge y yo coincidimos como invitados a un convivio organizado por campesinos de El Chico en el ejido de la Unión. Era la inauguración de la represa Las Cuatas, una obra de la comunidad.
En aquella comida allá en el campo, inspirado, Jorge declamó El sembrador, poema que habla del personaje que sembraba para los demás: Siembro robles, pinos y sicomoros;/quiero llenar de fronda esta ladera,/quiero que otros disfruten de los tesoros/que darán estas plantas cuando yo muera.
Ahora estamos en Zihuatanejo, platicando lo difícil que ha sido para él encontrar un empleo decoroso que le permita vivir con dignidad.
A pesar de que vive entre dos polos de desarrollo modernos como son el puerto industrial de Lázaro Cárdenas y el turístico de Ixtapa Zihuatanejo, o quizá por ello, se siente rebasado, relegado y hasta aislado de sus antiguos compañeros, pues aparte de que nadie lo visita, ni siquiera ha podido incorporar a su vida las herramientas básicas del teléfono celular y la computadora para mantenerse comunicado. Por eso después entendí su dificultad para anotar mi número y mi dirección electrónica la primera vez que nos llamamos por teléfono.
Comparándose con sus compañeros de generación recuerda que a muchos les fue bien, que algunos han muerto en accidentes, otros por enfermedad.
Como desde 2012 en cada aniversario sus compañeros de generación lo invitan y pasan por él para llevarlo al lugar escogido para la fiesta, me dice que en 2013 estaba muy contento porque se había decidido que se reunirían en Arteaga.
Era una gran oportunidad de regresar al pueblo donde vivió como estudiante normalista poco más de cuatro años. Podría saludar a la familia que le dio alojo y en especial a un profesor nacido en ése mismo lugar cuya fama había trascendido las fronteras del estado y del país.
–Va a estar Servando, le dijeron.
–¿La Tuta?
–Él mismo.
Dice Jorge que desde sus tiempos de estudiante La Tuta era un personaje popular y que estaba entusiasmado de poderlo saludar en el festejo del aniversario, pero ya cercana la fecha, por recomendaciones del mismo personaje se cambió de sede porque “va a llamar la atención una celebración de maestros en ese lugar” dice que dijo.
Cuenta que a la fiesta no llegó La Tuta, pero que se enteró de un apoyo enviado por él a la familia de un maestro que murió en esos días.
–Le mandó un sobre con cien mil pesos, y dos vacas para la comida del velorio, cuenta.
Le digo que para muchos la política y la maña son una oportunidad para hacer dinero, y nos ponemos a enumerar los casos que conocemos en la región donde ése apetito de enriquecerse traspasa fronteras ideológicas y colores partidistas, porque la ambición de poder es tanta que un día pueden amanecer con unas siglas y dormir con otras, si eso les favorece.
Entonces me confiesa que en las elecciones pasadas estuvo siendo visitado por los dirigentes del PRI quienes luego de hacerle ver el olvido en que lo tiene el PRD, le han ofrecido hacerlo su candidato.
–Les he agradecido el ofrecimiento y les he hecho ver que jamás traicionaré a mi partido ni mis ideales.
Cuando lo dejo en la terminal para que se regrese a su pueblo me viene a la memoria otro personaje singular de aquellos tiempos, romántico y declamador: Octaviano Roque Ruiz, también costeño, candidato a la presidencia municipal por el PRD en Atoyac, en aquel año de 1989.

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