Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jesús Mendoza Zaragoza

¿Empresarios por la paz?

¿Cómo vender a un empresario la idea de que su mejor inversión, en un contexto de violencia e inseguridad, es la construcción de la paz? Esta pregunta es relevante en nuestro entorno en el que la economía ha sido duramente castigada por la inseguridad y la violencia. Y la empresa, como unidad productiva, tiene que navegar con mayores adversidades originadas, precisamente por la inseguridad. Es sabido que el comercio informal, y la pequeña empresa, en muchas ocasiones, están sometidas a las cuotas que les imponen las bandas criminales. Y las medianas y grandes empresas no están exentas de esta imposición. Se sabe que las mineras, por ejemplo, tienen que estar negociando constantemente sus cuotas para continuar operando.
El sector empresarial no es uniforme, pues hay pequeños, medianos y grandes empresarios, con características y condiciones diversas; hay empresarios con mayor o menor responsabilidad social y, aún, los hay que están conectados con las mafias criminales para lavar dinero. Hay empresas que desangran a los trabajadores mientras que las hay que los promueven y los valoran. Lo cierto es que la empresa es un actor económico fundamental para el desarrollo y para la construcción de la sociedad y, por ello, necesita contar con un alto sentido de solidaridad social para cumplir con su misión específica.
Es muy común el discurso empresarial que reclama seguridad para los negocios. Desde luego, seguridad jurídica pero también condiciones de seguridad pública. En la reciente Convención Internacional de Minería, que se realizó la semana pasada en Acapulco, se escucharon voces que reclamaban por la insuficiente eficacia de la seguridad pública. Es más, el ex presidente Zedillo denunció la incongruencia entre la ansiada estabilidad económica y el precario Estado de derecho que priva en México. Eso quiere decir que los empresarios no están contentos con las condiciones de inseguridad y reclaman que el gobierno haga su parte. Y es legítimo apelar a un verdadero Estado de derecho, tan necesario para la sana convivencia social. Pero no es suficiente.
Los empresarios tienen que asumir, en el tema de la seguridad y de la paz, su parte. La paz es una responsabilidad de todos los actores políticos, económicos y sociales y, a mayor relevancia social de un actor, mayor su responsabilidad social. Este es el caso de los empresarios. Hay ocasiones en las que se percibe que su interés se reduce a sus negocios y punto. Habla bien de Aca, por ejemplo, expresa un interés por la imagen de Acapulco, más que por la trágica realidad que vivimos de manera cotidiana. Hablar bien de Acapulco tiene el interés de atraer turismo para beneficiar a las empresas y, de paso, dar respiro a las necesidades económicas de la población. Pero no es la solución. Más que hablar bien de Acapulco hay que transformar Acapulco, transformar sus condiciones sociales, políticas y económicas, que son factores de las violencias que sufrimos. Si los empresarios pusieran tanta atención en Acapulco, y en Guerrero, y en México, como la ponen en sus negocios, otro gallo nos cantaría. ¿Qué implicaría esto?
Hay que comenzar por reconocer la no neutralidad social de la empresa. Esto quiere decir que la empresa, o favorece o perjudica a la sociedad, o construye la paz o genera violencia, o abona a al bien común o desangra a la comunidad. Por ejemplo, una empresa que no paga sus impuestos, que afecta al medio ambiente, que no distribuye sus utilidades, que impone contratos desventajosos a sus trabajadores, es generadora de violencias, de violencias institucionales que no son visibles a primera vista. El empresario, en este sentido, tendría que comenzar por examinar el impacto social de su empresa más allá de las ganancias económicas, de manera que asegure una empresa que construya y favorezca la justicia social.
Además, tiene que abrir el concepto mismo de la empresa en el que esté incluido en bienestar de la sociedad. La empresa no es una isla, pues interactúa recibiendo y dando, con la sociedad en general, y lo hace en varios círculos concéntricos. El primero de ellos está conformado por los trabajadores, quienes tienen que ser directamente beneficiados mediante salarios justos, reparto de utilidades y prestaciones sociales. Hay empresas que se ocupan del desarrollo humano de los trabajadores y de mejores condiciones para sus familias. El segundo círculo de beneficiados por la empresa es la sociedad misma, a través de la calidad de los productos, de mejores precios y del correspondiente pago de impuestos. Y el tercer círculo de beneficiados es el medio ambiente, cuando la empresa no contamina, ni destruye los ecosistemas y cuida de los recursos naturales. En estas condiciones, una empresa construye la paz porque impacta favorablemente a la sociedad, aportando beneficios que se distribuyen de manera proporcional a los que recibe de la misma sociedad.
No obstante, nos un escollo queda. La empresa en México está prisionera de un modelo neoliberal de economía, que en sí mismo es excluyente pues tiende a la acumulación de la riqueza y es alérgico a su distribución. Como quiera, el gran desafío de la empresa está en generar beneficios sociales que impacten en las condiciones económicas de la población. El empresario tiene que comprender que, a la larga, este modelo económico genera crisis económicas y financieras recurrentes en las que las grandes corporaciones se tragan a las empresas menores y dañan a la sociedad. Por lo mismo, la empresa debe salirse del círculo del lucro para entrar a los terrenos de la solidaridad. Este es un gran desafío.
En este sentido, los empresarios tendrían que aplicar el ingenio y la creatividad empresarial, precisamente, en esta dirección: cómo colaborar con la sociedad civil, de la que son parte, para la construcción de la paz mediante proyectos específicos tales como la capacitación para el empleo, el apoyo a proyectos de economía solidaria, el respaldo a causas sociales como la atención a víctimas de las violencias y la prevención de la violencias entre jóvenes. En fin, si en algo son especialistas los empresarios es en la innovación y en el ingenio. Pues hay que aprovecharlos para la construcción de una sociedad más justa y pacífica en la cual haya oportunidades para todos porque todos metemos el hombro.
Si el empresario entiende que contar con mejores condiciones económicas y sociales para la población, que son fundamentales para la paz, le asegura una mayor bonanza para su empresa, será capaz de construir la paz porque no vela ya solo por su negocio sino también por la comunidad que aporta el capital social de su negocio. Por lo mismo, la mejor inversión de su vida la haría en construir esas condiciones económicas y sociales que redundarán en beneficios para la empresa. En esto tiene que estar seguro: si al pueblo le va bien, la empresa con responsabilidad social tiene futuro. Y si al pueblo le va mal, la empresa estará en riesgo.

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