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A pesar del alto oleaje, visitantes se metieron al mar en la playa de Caleta

Abel Salgado

El Mar de Fondo que se registró el sábado y domingo, no fue impedimento para que turistas que visitaron las playas de Caleta y Caletilla dejaran de meterse al mar.
Pese al alto oleaje, las lanchas de fondo de cristal dieron servicio a los visitantes este fin de semana.
Los niños que salían del embarcadero del islote de la playa de Caleta sonreían y veían como una aventura el subirse a las embarcaciones; los padres, por su parte, preguntaban a los operadores si no había problema en el paseo que prometían éstos les respondían que no se preocuparan porque ellos ya habían salido “en medio de huracanes y olas de tres metros y no pasaba nada”.
Cierto o no, a los turistas les reconfortaba escuchar que no salían con inexpertos.
Ayer, el oleaje de las playas Caleta y Caletilla, que se caracterizan por ser tranquilas y calificadas por ser seguras para los niños, se observaban agitadas, aunque las olas apenas alcanzaban a reventar y llegando al medio metro de altura.
Para los incipientes nadadores y asiduos visitantes de Caleta, en su mayoría niños, ayer fue una ocasión diferente porque el Mar de Fondo “le quitó lo aburrido a la playa”, aseguraba el más pequeño de los cuatro integrantes de la familia Téllez Gracida, de Cuernavaca, Morelos, que llegaron el viernes.
Entre lo diferente que encontraron este fin de semana fue el “raro” comportamiento del mar que se había extendido y llegaba a las mesas.
Dijeron que esperaban ver lo cristalino del agua pero un mesero les explicó que había Mar de Fondo y eso ocasionaba corrientes internas, pero que en la playa de Caleta sólo se manifestaba como pequeñas olas.
Las playas de Caletilla también se observaba el mismo comportamiento del mar; esta vez no había lanchas pequeñas donde se venden artesanías, quizá por la marejada o por los pocos bañistas.
Cruzando el puente en remodelación para llegar al islote, los turistas se asombraban. Había algunos que se tomaban fotos “desde abajo para que salgan los tubos”, como comentaban dos adolescentes que tomaban selfies y pretendían que salieran las estructuras de madera del pasaje y recién puesto.
Todo el furor que se escuchaba entre risas y gestos mientras los jóvenes tomaban ráfagas de autorretratos desde su teléfono celular se detuvo, cuando llegaron al corroído puente de metal coincidieron parar su sesión fotográfica “no wey, aquí no; van a decir que venimos a Caleta”.
En el islote los vendedores de boletos e informadores turísticos ofrecían viajes en lanchas de fondo de cristal y decían, ante las preguntas de algunos preocupados padres, que el mar estaba “un poco picado” pero no había problema: “hemos salido en medio de huracanes y olas de tres metros y no pasa nada”, mientras hacían con sus dedos la señal de la cruz y la acercaban a sus labios, “verdad de Dios que van asegurados con nosotros”.
Entre comentarios se escuchaba que algunos se quejaron de que no se veía ni un pez a través del fondo de cristal, pero los acomodadores en la lancha insistían en que el mar estaba “un poco picado” pero sí verían a la Virgen de los Mares.
Al partir del islote, los dos operadores de la lancha se persignaron, quizá por costumbre o porque había alerta a la navegación de extremar precauciones por el Mar de Fondo.

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