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La nueva mayoría y su candidato

Jorge Salvador Aguilar

Para Modesto Brito y el pueblo de Teloloapan por su lección de madurez política.

Desde la década de los setentas, en el gobierno de Rubén Figueroa Figueroa, el pacto que permitió la siempre endeble gobernabilidad quedó roto en Guerrero, cuando la violencia contra las fuerzas disidentes pasó de ser la excepción a ser la regla.

En la siguiente administración, la de Alejandro Cervantes Delgado, se intentaron restablecer los consensos y, ciertamente, bajó la represión, pero este gobierno careció de una política de largo plazo para atacar los profundos rezagos de Guerrero, por lo que el caciquismo permaneció intacto.

La administración de José Francisco Ruiz Massieu se anunció como la modernizadora de la sociedad guerrerense, pero no resistió la prueba de la movilización social y, con la aparición del Frente Democrático Nacional y después del PRD, sacó nuevamente las garras caciquiles y retrocedió a los viejos tiempos, de tal manera que regresaron los mismos nombres y ocurrió el genocidio de Aguas Blancas, que significa el rompimiento de cualquier consenso que aún pudiera haber sobrevivido

Desde entonces, el régimen guerrerense y la sociedad caminan en diferente rumbo, y lo único que mantiene la precaria gobernabilidad es la inercia y la incapacidad de la oposición, fundamentalmente la de izquierda, para establecer una nueva mayoría que releve al viejo y arcaico bloque gobernante.

A pesar de los errores cometidos por la izquierda suriana, hoy las circunstancias están dadas para desplazar al viejo régimen por uno que represente a las fuerzas sociales y económicas emergentes, cuya exclusión es fuente de inestabilidad política.

El armado de este bloque político-social implica un fino trabajo de filigrana política, que vaya más allá de una visión pragmática y electorera, y se plantee la renovación de la institucionalidad, que implica entender la compleja red de intereses que es la actual sociedad guerrerense y el acomodo y jerarquización de éstos en el nuevo pacto, es decir, se requiere conocer y comprender la historia y las necesidades mediatas e inmediatas del estado.

Si esto lo hubiera entendido el PRD hace seis años, ahora estaría por terminar el primer gobierno de la alternancia y ya se hubiera recorrido una buena parte del camino en el desmontaje del viejo régimen; pero no fue capaz de procesarlo y nos encontramos en el principio. Hoy una buena parte del partido del sol azteca tampoco ha sabido leer el momento histórico por el que atraviesa la sociedad suriana y, en lugar de estar armando el nuevo bloque y diseñando el proyecto democrático, están pensando en lanzar un candidato popular, es decir, un producto de mercado, más que un líder.

Incluso, editorialistas serios de este periódico y viejos militantes de la izquierda histórica, aducen que el candidato de la izquierda debe ser alguien que sea muy conocido para ser capaz de ganarle al PRI, sin argumentar cuales deben ser los puntos básicos de un proyecto alternativo de gobierno; con un candidato popular y buen administrador basta, aseguran esos adoradores de la opinión pública.

Desmontar el régimen caciquil, cuyas raíces se extienden a todos los ámbitos y rincones del tinglado social, que ha nutrido poderosos intereses que son gigantescos obstáculos para democratizar la vida pública, que ha acaparado los negocios más rentables para un pequeño núcleo de beneficiarios, que ha creado peligrosas redes criminales al interior de los cuerpos de seguridad, que carece de una institucionalidad fuerte, para el que el marco legal es una lejana referencia, requiere más que encuestas.

Derrotar a este obsoleto sistema hace necesario el establecimiento de la más amplia alianza social y política posible; un bloque social que coloque de un lado al reducido grupo caciquil, beneficiario de este régimen, y en otro a la sociedad guerrerense.

Una alianza de esta magnitud no se puede hacer con exclusiones mercadotécnicas, como la encuesta; requiere el respeto de todos los puntos de vista, el diálogo paciente, la inclusión de todas las propuestas programáticas y de los candidatos a encabezarla y que sean los ciudadanos los que sancionen. Un candidato de esta alianza de izquierda, surgido de un proceso abierto, con el respaldo de la sociedad suriana, saldrá con una fuerza tan considerable, con tal legitimidad, que será invencible; un candidato impuesto desde arriba, es lo que está esperando el PRI para mantenerse en el poder.

Mal cumplen su trabajo los asesores de Zeferino Torreblanca, cuando le aconsejan que se aferre a la encuesta como método de selección. En primer lugar porque, si realmente lleva veinte puntos de ventaja en las encuestas, como asegura, son demasiados para no reflejarse en un triunfo contundente en las urnas, que le daría una legitimidad extraordinaria. En segundo lugar, mostrar desconfianza por el partido que lo ha llevado a tres puestos de elección popular y pretende que lo lleve a la gubernatura es, por decir lo menos, incongruente.

Una imposición de la cúpula, disfrazada de encuesta, sería como un balde de agua fría para el entusiasmo de las bases perredistas, que pudiera alejar a una buena parte de éstas del proceso constitucional. Ojalá que el escándalo de los videos haya servido para enseñarle a la élite del PRD, que un partido que excluye a la militancia es fácil presa de los chantajistas.

Observación. Desde hace quince años los perredistas teloloapenses jamás han perdido el ayuntamiento, porque en décadas de lucha han aprendido que los dirigentes son detentadores pasajeros de la voluntad popular; quienes han querido apropiarse de este derecho, han sido desechados. El pasado domingo el pueblo de Teloloapan, con respeto y civilidad, dijo que quiere opinar sobre su abanderado; no creo que alguien se atreva a negarle este derecho a los invictos.

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