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Veleidades

Carlos Rojas  

Si algo caracteriza al gobierno del Presidente Fox es el constante cambio de opiniones e incluso de contradicciones que se dan entre sus diversos colaboradores. Este fenómeno que podría resultar natural en un grupo tan heterogéneo, sin unidad en el mando y con tantos intereses en juego; Es también el origen de la decepción y frustración de amplios grupos sociales y de la pérdida de credibilidad gubernamental; es un obstáculo importante para la construcción de los acuerdos políticos, pero lo más grave es que el síndrome de las ocurrencias es la causa principal del deterioro de las instituciones y de la carencia de resultados a lo largo de esta gestión.

Así, sin poder faltar al sistemático cambio de opiniones, el conflicto con Cuba se ha convertido en un asunto sin pies ni cabeza. Tan sólo hace unos días el canciller Derbez junto con el secretario Creel protagonizó no sólo uno de los peores momentos de esta administración sino de la historia diplomática de México. La actitud caprichosa de algunos miembros del gabinete que se sintieron ofendidos por las críticas del Presidente Castro llevaron al punto más bajo la centenaria relación entre los dos países, casi al grado del rompimiento.

No obstante, la incoherencia con la que se conduce la administración foxista a pocas horas de haber instruido a la embajadora mexicana retirarse estrepitosamente de la Isla y expulsar groseramente al representante de Cuba, el secretario de relaciones exteriores no sólo dio marcha atrás, sino decidió expresar un gesto de reconciliación. Sin dejar de ser este un acto positivo y plausible, ya que la mayoría de los mexicanos deseamos el restablecimiento de relaciones normales con el pueblo y gobierno cubanos, no deja de llamar la atención la celeridad en el arrepentimiento.

Pero el colmo de la inconsistencia de las decisiones políticas, en particular la exterior, es el anuncio del Doctor Derbez, fuera de todo contexto, para integrar un grupo de amigos de Cuba. Sin que haya más detalle sobre el tema, porque fue planteado al parecer como un chispazo más de esos que se prestan a cualquier interpretación y que luego se convierten en un malentendido aun mayor, éste debiera explicarse puntualmente. Lo deseable sería que en efecto tomara forma una expresión internacional solidaria más firme con los cubanos, pero habrá que irse con cuidado con dicha iniciativa porque no vaya a ser que sea una forma tramposa para pretender coaccionar al gobierno de aquel país o una manera encubierta de intervencionismo, como ya se ha visto en otras ocasiones.

Peor aun es necesario tomar con todas las reservas del caso el asunto, pues también en estos mismos días inexplicable e innecesariamente, el propio encargado de la política exterior del gobierno federal, ha querido poner en la mesa del debate nacional un asunto que está fuera de toda lógica y discusión.

A estas alturas parecería ocioso querer abrir un tema como el de la participación de nuestras fuerzas armadas en conflictos internacionales. Es obvio que habría un rechazo popular generalizado a una medida de esa naturaleza, más aun si se considera que México única y exclusivamente ha tomado decisiones de intervenir en problemas bélicos cuando se ha puesto en riesgo nuestra soberanía o hemos sido atacados desde el extranjero. Precisamente eso es lo que le da el carácter de pacifistas a nuestras fuerzas armadas.

O tal vez, este protagonismo del secretario de relaciones exteriores pudiera deberse a su muy novedosa pretensión de querer convertirse en el candidato presidencial del PAN en el 2006. Esto no tendría ninguna relevancia ni nos merecería mayor comentario, si no fuera porque su propuesta parece caprichosa, pragmática y oportunista, pero sobre todo con posibles consecuencias comprometedoras y negativas para México.

Así, más allá de los dislates, los tropiezos, lo que hay detrás de esas declaraciones, que ya se sabe de antemano su improcedencia, es que se trata de una forma de compensar o de quedar bien con el único país y relación que le interesa a este gobierno, que es con los intereses norteamericanos. Lamentablemente, esos juegos perversos, los dobles discursos y las veleidades con las que se conduce la política exterior foxista han provocado el desprestigio internacional de México y la pérdida de la credibilidad en las instituciones nacionales.

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