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Federico Vite

Enfocar el marketing

Cuando el autor se propone trabajar un personaje extraído de la realidad, uno de los problemas esenciales es la caracterización de esta persona en la obra. Para que alguien ya vivido se mantenga vivo en las páginas de una historia, el autor debe escoger muy bien el método que utilizará para hacer entrañable el objeto de estudio a lo largo de un oleaje de intensidades, lo que finalmente es la novela. En algunos casos, el método de lo entrañable carece de imaginación; en otros casos se ponderan los prejuicios, es malo y bueno, como si de una producción de Disney se tratara, pero la peor de todas las desatenciones es cuando el autor es incapaz de explicarnos por qué su objeto de estudio está loco, ¿sólo porque está loco? Es sombrío, ¿sólo porque es sombrío? Por ejemplo, Wakolda (Tusquets, 2015, México, 216 páginas), de Lucía Puenzo. Novela en la que la escritora y directora de cine sigue de cerca la trayectoria de ‘El ángel de la muerte’ de la SS por Bariloche, Argentina.
El libro avanza con una premura tosca, pues Josef Mengele es perseguido por agentes de la Mossad. Rápidamente se interna en el sur de América para ocultarse. Josef, transmutado en José, se muestra al principio de la novela más como un soldado que como un médico. Cumple una rutina y gracias a esos hábitos conoce a Lilith, rubia, blanca y de ojos claros, adolescente que sin ser enana es muy pequeña. La madre de Lilith, embarazada de gemelas, es el pretexto para que Mengele tenga una extensión de sus investigaciones. Por principio, el nombre de la adolescente es un exceso y una casualidad, que raya en lo inverosímil, que la mujer embarazada hable alemán. Aparte de esos atractivos heredó una casa de huéspedes en Bariloche. Demasiado peso argumental en tan pocas hojas sólo nos refiere un diagnóstico del daño: no hay un enfoque preciso del narrador. Apunta con mira telescópica hacia todos partes. Vemos a Mengele dar tumbos bajo el granizo de la Patagonia; manejar un auto con mucha elegancia, recordar a su familia con pudor melodramático e incluso silbar ópera mientras se excita viendo a Lilith. Pero, ¿cómo es realmente el Mengele que Puenzo nos trata de mostrar? A pesar de que la novela arranca enunciando la premura, en el texto no encontramos esa prisa de quien se sabe perseguido. De hecho, la historia parece un asunto contemplativo que no molesta al lector.
En la segunda parte, titulada ‘Wakolda’, nombre de la muñeca mestiza que Lilith intercambió con una adolescente mapuche, conocemos Bariloche. Un sitio que definido por Josef es muy parecido a su hogar. Mengele se aloja en la casa de huéspedes de la familia de Lilith y, con el permiso de los padres, comienza a inyectarle hormonas de crecimiento a la adolescente. Aparte, se interesa por las muñecas que hace el padre de Lilith, así que le propone un negocio: comprar material para vender muñecas europeas. Por si fuera poco, Mengele asiste el parto de la madre y como una de las gemelas es débil inicia un tratamiento con ella. Esta parte del libro muestra más a un científico loco de caricatura que a un ‘Ángel de la muerte’. Todo con un orden progresivo repentino, funcional para la acumulación de datos, pero lamentable para el espectro dramático que trazó Puenzo. En esta parte de la novela, por primera vez en todo el libro, logramos observar a Mengele. Es gordo, medio calvo. Canta ópera mientras se baña. Esa imagen basta para derrumbar la descripción sombría que la autora consumó durante 160 páginas y en dos párrafos nos pintó al hombre que debió aparecer desde el inicio de la historia, el carismático que se ganaba la confianza de todos. De apariencia bonachona, incluso. Debió hablar de Mengele como si nadie supiera quién es él, no con el preconcebido de que todos, en especial el narrador en tercera persona, repararan en ‘El ángel de la muerte’.
Y por un caos natural, ante tanta acumulación de anécdotas y datos, la novela comienza a perder nuevamente el enfoque. Aparece una mujer, Nora, en busca de Mengele, alguien a quien el médico esterilizó. La chica morirá páginas adelante, pero mientras tanto bailará con el médico, se retan ante los ojos de todo el pueblo, pero no pasa nada de gravedad. Con una escena así se va preparando el cierre de la historia que parece la primera entrega de una zaga protagonizada por Mengele, un tipo como Hannibal Lecter, según Puenzo.
La autora señala, en entrevista publicada por Página /12, que tomó datos de diversos historiadores para recrear la estancia de Mengele en Bariloche. “Hay diferentes versiones; algunos dicen que fue con su mujer, pero no en el momento en que lo empezó a buscar la Mossad. Lo que me dijeron diferentes historiadores fue que ése es el período más misterioso de Mengele, porque se le perdió un poco la pista y no se sabe bien qué pasó. Y hubo otro dato, que a mí me dio el hilo por dónde escribir: él estuvo en contacto con la manufactura de muñecas; en algunos libros dicen que trabajó en una juguetería, en otros que hizo muñecas. Como no se sabe bien, me pareció que era un terreno para hacer ficción. Mengele haciendo muñecas era la cima de la perversión, ¿no? Cómo puede ocurrir que un tipo que se pasó décadas tratando de modelar genéticamente a una nación, después decida trabajar con muñecas. Este fue el punto de arranque”. Aunque en la novela, el comienzo es otro, inquietante, pero un chispazo a final de cuentas que no consuma el incendio emocional en toda la historia.
Wakolda también puede leerse como una suma de anécdotas en las que estuvo involucrado ‘El ángel de la muerte’. Pero esencialmente, me abruma que una escritora muy bien posicionada en el mainstream literario de habla castellana haga una versión parca, mediana, de Mengele. Tenía todo para ofrecer una visión renovada de la forma en la que tocaba el mundo un monstruo, pero no lo logró.
Wakolda, publicada gracias al acuerdo entre Literarische Agentur Mertin Inh. Nicole Witt, Frankfurt am Main, Alemania, y la Agencia Riff, Río de Janeiro, Brasil, parece un ejercicio literario para un subsecuente proyecto superlativo. La autora movió muy bien sus cartas publicitarias, pues la distribución del libro fue amplia, en diversos idiomas y con el aval de institutos de prestigio. Evidentemente tanto apoyo no se debe al valor de este libro, sino a la trayectoria de Puenzo, tanto en el ámbito literario como en el cine. Se nota en Wakolda un error grave: el protagonista de la historia no fue comprendido por la autora. Que tengan un buen martes.

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