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Gana el Nobel de Economía investigador que estima la relación entre el dinero y la felicidad

*El británico Angus Deaton estableció que en efecto los ingresos contribuyen al bienestar de las personas, pero sólo hasta cierto nivel, debido al estrés que se sufre en los trabajos muy bien pagados y el poco tiempo que dejan para otras actividades y para pasar el tiempo con la familia y los amigos

DPA

Estocolmo

El dinero, ¿contribuye a la felicidad? A diferencia de lo que dice la sabiduría popular, la ciencia tiene otra respuesta: sí. Al menos sólo hasta determinado nivel de ingresos.
La sensación subjetiva de felicidad de las personas en Estados Unidos, por ejemplo, aumenta hasta unos ingresos anuales de 75 mil dólares (unos 6 mil 250 dólares al mes).
Más allá de esta cifra, un aumento en los ingresos no significa necesariamente mayor felicidad debido al estrés que se sufre en los trabajos muy bien pagados y el poco tiempo que dejan para otras actividades y para pasar el tiempo con la familia y los amigos.
La ciencia debe este tipo de información al investigador británico del consumo Angus Deaton, que ganó este año el Premio Nobel de Economía.
Deaton, de 69 años, es considerado uno de los investigadores más famosos en la economía de salud, desarrollo y bienestar.
En 2010, en un estudio con el premio Nobel Daniel Kahneman, Deaton investigó la relación entre dinero y felicidad y estableció este umbral. El estudio también confirmó que un ingreso escaso genera insatisfacción e infelicidad.
En sus investigaciones, Deaton siempre se centró en el bienestar, la pobreza y el consumo. De esta forma, también influyó en la política. Deaton se ocupó de analizar cómo dividen su dinero para la compra de distintos bienes los consumidores. Con su método se puede evaluar qué sectores sociales se ven más afectados por un aumento del IVA a los alimentos. O quiénes son los ganadores y perdedores de las modificaciones en los impuestos a los ingresos. Los economistas tenían antes grandes problemas para poder saber esto.
“Aún 35 años después estas premisas son el estándar para medir los efectos de la política económica, establecer índices de precios o comparar el estándar de vida de distintos países”, dijo el Comité Nobel. Para aumentar el bienestar y combatir la pobreza, hay que entender las decisiones individuales de los consumidores.
Esta nueva premisa elegida en los años 80 por Deaton, nacido en Escocia, y quien da clases en la universidad de élite estadunidense Princeton, fue clave. Investigó cuándo ahorran los consumidores y cuándo gastan. Para ello partió de los ingresos individuales y no de los del país o un consumidor promedio representativo, como se hacía antes.
Y es que los ingresos de un hogar fluctúan en el transcurso del tiempo mucho más que los ingresos totales de la población. Y cada persona basa sus gastos en la suma con la que cuenta en el momento. De esta forma, Deaton cuestionó las teorías clásicas, por lo que se habla de la “paradoja de Deaton”. Este tipo de encuestas de hogares son hoy en día estándar en la ciencia.
¿Cómo medir bienestar y pobreza? Deaton también encontró una respuesta a esto. Con ayuda de datos sobre gastos de los consumidores calculó el estándar de vida y la pobreza en los países en desarrollo. También en esto apostó a interrogar los hogares y tuvo en cuenta factores como si había niños en la casa, que necesitan menos que los adultos. Esto le permitió estimar la pobreza de forma más realista.
Deaton también demostró que la alimentación deficiente no genera pobreza, sino que es una consecuencia de ella. Además, encontró indicios de que, si los ingresos son bajos, los padres tienen tendencia a privilegiar a los varones y dejar atrás a las niñas en cuestiones como alimentación y educación. “Su investigación abarca cuestiones de gran significado para el bienestar de las personas”, escribió el jurado del Nobel.
Por teléfono, tras el anuncio del premio, Deaton dijo: “Aún queda mucho por hacer. Para muchas, muchas personas en el mundo las cosas están muy mal”. En cuanto a la actual crisis de refugiados, recordó los “siglos de desarrollo desigual” entre regiones ricas y pobres.
Actualmente, Deaton trabaja en la pregunta acerca de qué papel podría desempeñar la medición de la felicidad en la política.

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