Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

CONVERSACIONES PRIVADAS

Puntos oscuros  

  1. Jesús Blancornelas  

Hice varias llamadas telefónicas a Laredo, Texas. Otras tantas a Nuevo Laredo y a Monterrey. Por lo menos unos diez correos electrónicos a camaradas. Consulté a varios funcionarios. Total, empezaba a tener grandes posibilidades. Podría saber algo de lo no conocido. Tal vez una lucecita en el oscuro asesinato del periodista Roberto Mora. Director editorial de El Mañana. 29 de marzo por la madrugada. Nuevo Laredo. Bajó del vehículo para entrar a su apartamento. No pudo llegar. Apenas apagó el motor y llegó encarrerado un joven a la portezuela. Discutieron. Mora quiso zafarse la bronca. Fue acuchillado hasta morir. Nadie fue detenido inmediatamente. Señal de incapacidad investigadora. Desde allí empezó lo que no. Abrieron puertas a variadas suposiciones. Detuvieron en Mexicali a Eduardo Coss, nada más porque les dijeron. Ni siquiera hizo por escapar. Tampoco negó el crimen. Pero cuando fue llevado a Nuevo Laredo lo liberaron con tanta rapidez como no en la investigación. Mis primeros datos sobre Coss le ubican cercano a un importante ex funcionario estatal. Es de imaginar influyente intervención para desafanarlo. Lo acusó su amigo Mario Medina, pareja sentimental de Hiram Oliveros Ortiz. Vecinos de Mora. Liberado Coss supe: Posiblemente en venganza señaló a Mario Medina. Por eso policías ministeriales de Tamaulipas lo espiaron hasta en territorio texano. Para más señas fueron vistos allá. Marzo 26. Al día siguiente el perseguido regresó al apartamento de Nuevo Laredo. Primero detuvieron a su pareja Hiram. Luego lo utilizaron para llamar a Mario. Capturado. Fue a las 6 de la tarde. Una amiga vio todo. Acarreados en secreto a la plaza de toros Lauro Luis Longoria, les enredaron las muñecas con papel periódico para no marcarlos. Zambutieron sus cabezas en bolsas de plástico. Se llevaron tiempo en obligarlos a confesar. Por eso el reporte oficial de la aprehensión es a las 11 de la noche.

Mario fue presentado a los periodistas como asesino hasta el día 28. Motivo: “Celos infundados”. La policía mostró la ropa de Medina con rastros sangrientos del periodista. Pero el acusado vestía la misma camiseta al ser detenido que cuando fue asesinado Mora. Esa usaba no todos los días en el penal. Nunca le quitaron los tenis. Debieron tener huellas. Allí quedaron en el calabozo después de muerto. Su familia le llevó otros nuevos sin cintas. Antes, el procurador de Justicia, licenciado Francisco Cayuela, casi cerró la averiguación. Lo manejó con el sello de la homosexualidad, pero su razonamiento no convenció. Tampoco pudo desmentir el reclamo periodístico. Sospechas por el quehacer en El Mañana. Filtraron perversas cuestiones. Contaminaron la situación. Para acabarla. Un abogado defendió a Mario Medina en principio. Pidió dinero a los familiares “para repartir” y abandonó el caso. Otro licenciado serio tomó el asunto. Promovió un amparo 386/04. Ya no servirá.

No es desconocido. Hay una ley no escrita en los penales. A violadores de menores o señoritas les pagan con la misma moneda. Entre narcos se matan. Por eso los cuidan sus angeles. Así llaman a guardaespaldas. El Comandante Zafiro era un poderoso mafioso prisionero en Tijuana. Un día se le acercó inocente recluso. Le acuchilló. “Fue por orden de ‘El Flaco’ Araiza”. Otro capo. Lo mataron en cuanto salió libre. El año pasado se suicidó Lino Portillo. Sicario de los Arellano. Detenido en la sierra sinaloense. Encarcelado. Misteriosamente-a-propósito no trasladado a La Palma almoloyense. “Si no me sacan de aquí van a matarme”. Su boca fue de profeta. Lo mismo pasó hace días con un sicario de Osiel Cárdenas. Pero casi nunca matan por venganza a un homosexual encarcelado. Al contrario. Se sirven de él. Hasta le ponen a lavar y cocinar. A Mario Medina, presunto victimario del periodista, lo acuchilló el drogadicto Roberto Herrera González “El Pitufo”. Al asesinarlo nacieron las suposiciones de venganza o por el encargo de alguien. Así le impidieron hablar “posiblemente de otras personas importantes”. El vicioso dijo que acuchilló porque lo fastidiaba sexualmente. Suponiendo –sin conceder– que así fuera. El insistente dejaría sus propósitos ante tan peligroso reo. O el drogadicto sometería a su capricho al nuevo prisionero sin necesidad de matarlo. Final y efectivamente, alguien en o fuera del penal encaminó al malasangre: “Mátalo”.

Aparte brota lo lamentable para la tropa periodística. Desde cuando mataron a Mora hubo protestas. Primero de El Mañana. Luego y hasta el domingo de mil 23 periodistas anotados en la página web del diario. Después formaron Comisión en Verdad. Integrantes: Reporteros sin Fronteras. Libertad de Información México. Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de Derechos Humanos. Pen Club Capítulo de México. Periodistas frente a la Corrupción y Centro de Periodismo y Etica Pública. No tuvieron resultados concretos. Ni siquiera alguna luz a esos puntos oscuros identificados certeramente por el periodista Martín Holguín. Está como eso de primaria. Limpiar toda sangre del acuchillado tras el crímen. Inmediatamente. Como dicen en términos policiacos. No se preservó la escena del crímen, y eso provoca desconfianza. Pero el caso resaltó. Prontamente reclamó el Consulado de Estados Unidos oficialmente. “No se brindaron garantías” a Medina, que era ciudadano norteamericano. Ni antes ni durante su detención. Reaccionó la Secretaría de Relaciones Exteriores. Envió una nota diplomática a la embajabada estadunidense. Se comprometió a “…usar todos los recursos a su alcance”. También “esclarecer la muerte del ciudadano norteamericano” y “desarrollar el proceso en estricto apego al derecho”. Otra falla. El gobierno federal legalmente no se puede entrometer en asuntos del Estado tamaulipeco. Sólo si atrae el caso. De otra manera viola la ley. Es triste. No actuó cuando le reclamaron la muerte del periodista mexicano Mora, pero sí cuando Estados Unidos le reprocha el asesinato de un sospechoso estadunidense.

Espero que no pase lo de Sinaloa. Hace 30 y tantos años mataron al periodista Roberto Martínez Montenegro. Todo mundo dijo “…fue orden del gobernador Alfonso G. Calderón”. Era cetemista. Por eso hasta Fidel fue a defenderlo personalmente en Sinaloa. Amenazó con un huelga nacional. Es que no había duda del crímen. El entonces presidente López Portillo actuó: envió a uno de sus hombres de confianza, Miguel Nazar Haro. Llegó con sus achichincles. Según eso investigó. Pasaron pocos días. Llamó a los periodistas. “Le echó tierra” al difunto. Inventó motivos y nombre de un prófugo. Regresó a Los Pinos y reportó: “Todo arreglado señor Presidente. El señor Gobernador ya no tendrá problemas”. Ahora los hechos nos aclararán si Yarrington es o no igual a Calderón y Fox a López Portillo.

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