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Normalizar las relaciones entre México y Cuba

Félix Bautista Matías *  

Las relaciones con Cuba son un tema polémico, pero también forman parte del debate acerca del rumbo que debe seguir el país. Aunque concierne de manera fundamental a la posición internacional de México, a la esencia y valores de nuestra política exterior, no podemos soslayar que incide sobre la política interna y que su desenlace repercutirá sobre el futuro de la Nación.

No exageramos; simplemente apuntamos que lo que está en juego es la manera cómo debemos procesar nuestra inserción en la globalización de la economía y de la política; cómo entendemos los actuales equilibrios internacionales y cómo proyectamos y procesamos la defensa de nuestros intereses nacionales.

Ciertamente este nuevo repunte de la tensión en las relaciones entre México y Cuba, está muy marcado por el protagonismo de sus actores fundamentales. Eso tampoco puede ser de otra manera. Desde el retiro de Fidel Castro de la Cumbre de las Américas, en Monterrey, y la posterior difusión de su conversación con el presidente Vicente Fox –el famoso “comes y te vas”–, los malos entendidos y los desencuentros entre ambos mandatarios desgraciadamente fueron subiendo de tono.

No siempre fue así. La llegada de Vicente Fox a la presidencia, la asistencia de Fidel Castro a su toma de posesión y la designación del doctor Ricardo Pascoe Pierce, como embajador de México en Cuba, auguraban el mejoramiento de las relaciones. Poco duró el encanto. El efecto Monterrey y la poca prudencia política de ambos mandatarios echaron por tierra esa expectativa. Después de eso las relaciones descendieron a su más bajo nivel. Se mantuvieron formalmente abiertas las embajadas, pero el intercambio de bienes y servicios se redujo a su mínima expresión. Las agencias de inteligencia sustituyeron el trabajo de los diplomáticos. El gobierno norteamericano comenzó a filtrar la insidia y a profundizar las contradicciones.

El caso Ahumada vino a dar un nuevo empujón a estas diferencias. Lo que debió haberse limitado al ámbito estricto del Poder Judicial, se convirtió en la fuente de nuevas discordias políticas. Tanto la jefatura de Gobierno del Distrito Federal como la Presidencia de la República, han carecido de visión y altura política para procesar este asunto y le regatean al país el reconocimiento de sus mutuas responsabilidades al respecto. El encono alcanzado está descomponiendo gravemente el ambiente político, al fracturar el diálogo y desacreditar a las instituciones de la República. Ojalá que pronto las fuerzas políticas tiendan puentes para la reconciliación y la concordia. Fox y Gobernación deben ir más allá de su propuesta de “diálogo sin condiciones”, pero también López Obrador y el PRD necesitan mostrar mayor disposición a negociar.

Que bueno que el presidente Fox rechazó la semana pasada las pretensiones norteamericanas para aumentar la presión sobre Cuba y que haya ratificado el apoyo de México a la persistente y contundente resolución de la ONU que condena el bloqueo de los Estados Unidos contra la Habana. También ha sido positiva la reacción de la cancillería, distanciando a México respecto a las declaraciones del secretario de estado de Estados Unidos con motivo del enfriamiento de las relaciones con Cuba.

No es ningún secreto que el actual gobierno de los Estados Unidos, alienta y prepara la invasión militar a Cuba y que se apresta ya para meter de lleno las manos en este hermano país, cuando Fidel Castro desaparezca de la escena política. Pero también tenemos claro y el curso de las diferencias con Cuba lo han remarcado, que en caso de que los Estados Unidos intervengan en Cuba habrá plena y total solidaridad de México con el pueblo cubano. La seguridad nacional de Cuba es parte de nuestra propia seguridad.

Cuba y México necesitan replantear y sanear sus relaciones con honestidad y dignidad, restablecer el respeto mutuo y fijar garantías recíprocas a la no injerencia en los asuntos internos de cada país. El alejamiento de México y Cuba sólo beneficia a quienes promueven la sujeción de la comunidad internacional a las determinaciones de una sola potencia. Los mexicanos aspiramos a un nuevo orden mundial de corte democrático, sustentado en la libre autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

No podemos equivocarnos. México y Cuba deben normalizar sus relaciones, restablecerlas al nivel de embajadores y abrir negociaciones para reanudar cuanto antes el entendimiento, la cooperación bilateral y el respeto mutuo. Todavía estamos a tiempo.

* El autor es diputado local del partido Convergencia.

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