Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Asuntos de familia  

Raymundo Riva Palacio  

La historia política en México se puede comprimir en un pañuelo. ¿Lo duda? Véanse las siguientes estampas:

1.- Santiago Creel, secretario de Gobernación, tuvo una bisabuela llamada Ángela Terrazas, hija de un terrateniente en Chihuahua llamado Luis Terrazas, de quien también es descendiente Fernando Baeza Meléndez, consuegro de Lino Korrodi, el operador financiero de Amigos de Fox, y padre de José Reyes Baeza Terrazas, actual candidato del PRI a la gubernatura del estado.

2.- Andrés Manuel López Obrador, jefe del gobierno del Distrito Federal, que creció al amparo del magisterio del gobernador y poeta de Tabasco, Carlos Pellicer, fue recomendado por éste a Ignacio Ovalle, quien había sido uno de los jóvenes favoritos del entonces presidente Luis Echeverría, sexenio en el cual se relaciona con Enrique González Pedrero, a quien se designa en aquella época director del Canal 13 y posteriormente de la Comisión Nacional de Libros de Texto.

3.- Cuando González Pedrero llegó a Tabasco para iniciar su campaña a la gubernatura en 1982, quien lo recibió en el aeropuerto de Villahermosa fue López Obrador, quien lo convierte en el líder estatal del PRI. González Pedrero, ya como gobernador, designó como jefe de la policía a Wilfrido Robledo Madrid, primo del ex gobernador de Quintana Roo Mario Villanueva Madrid, y lleva a trabajar con él a Alcides Magaña, conocido como El Metro por su baja estatura. Villanueva tendría problemas derivados de presuntas relaciones con el narcotráfico que lo llevan a Almoloya, y El Metro se convierte en uno de los narcotraficantes más temidos del sureste. Robledo Madrid, en permanente conflicto con el secretario de Seguridad Pública Alejandro Gertz Manero, maneja hoy en día asuntos de seguridad de Telmex, cuyo presidente Carlos Slim es uno de los empresarios que más ha ayudado a López Obrador.

4.- Slim compró Telmex durante la privatización en el gobierno de Carlos Salinas, cuyo padre Raúl Salinas Lozano se vinculó estrechamente desde sus tiempos universitarios con Leandro Rovirosa Wade, que fue secretario de Estado en el gobierno de Echeverría y gobernador de Tabasco, desde donde protegió de muchas maneras a doña Manuelita Obrador, madre de Andrés Manuel. Rovirosa Wade tuvo a su yerno como jefe de Protocolo en la Secretaría de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Salinas, y cuando González Pedrero, que fue su primer ideólogo, dejó el PRI para irse al PRD en 1997 convirtiéndose en senador, López Obrador protegió a sus viejos mentores y lo llevó a dar una cátedra a la Universidad del Distrito Federal, a su esposa Julieta Campos como secretaria de Turismo local, y a Ovalle a trabajar en el gobierno capitalino.

¿Sorprendido? Y apenas es una muestra en la arqueología del poder que se desnuda en el último libro de Rafael Loret de Mola, próximo a aparecer, Destapes, donde a través de la revisión biográfica de todos los candidatos a la Presidencia se pueden establecer vínculos y alianzas que se remontan por más de 40 años y que revelan el tamaño de la clase política mexicana. Ahí figura, por ejemplo, el candidato Manuel Ángel Núñez Soto, gobernador de Hidalgo, con sus estrechísimas relaciones con el gabinete económico del ex presidente Ernesto Zedillo, quien impulsó a Slim a los niveles plutocráticos en los que se mueve ahora y que empujó a López Obrador en contra del salinismo. Viejos amigos de Salinas, como Manuel Camacho, figuran en el libro como nuevos aliados lopezobradoristas, y reaparecen figuras míticas y casi olvidadas, como el tabasqueño David Gustavo Gutiérrez, a quien Echeverría hizo el primer gobernador del territorio de Quintana Roo, y que apoyó en su tierra a Arturo Núñez, que se convirtió en enemigo acérrimo del presidente del PRI, Roberto Madrazo, y a Raúl Ojeda, quien viró del PRI al PRD, y de ex empresario fustigado por López Obrador durante su crítica al saqueo del Fobaproa, se convirtió en cercanísimo asesor.

Las redes se cruzan caprichosamente. Loret de Mola establece las analogías religiosas entre López Obrador y el Subcomandante Marcos, de la misma manera como va tejiendo la historia de Madrazo a través de la rebeldía de su padre, muerto en un extraño accidente de aviación en 1968 cuando estaba enfrentado al presidente Gustavo Díaz Ordaz, y de la construcción de un tejido de poder que emana del Grupo Atlacomulco y de, principalmente, su gran protector cuando el presidente Zedillo quiso descabezarlo como gobernador de Tabasco, Carlos Hank González, muy cercano a Salinas pero, a la vez, mentor de Emilio Chuayfett, quien como secretario de Gobernación de Zedillo golpeó a la familia Salinas y hoy está enfrentado con Madrazo.

Están las conexiones que unen y enfrentan a ex presidentes, en esta radiografía del poder donde el narcotráfico no podía estar ausente. Desde los 60, el autor va describiendo la forma como los políticos encumbrados se relacionan con lo que sería el poderoso Cártel del Golfo, encabezado por Juan García Ábrego, hoy preso en Estados Unidos, y la manera como en el norte y el sur se establecen vínculos con el Cártel de Juárez, el cual, a decir de Loret de Mola, juega un papel preponderante, siempre en su relación con los políticos, en la cadena de asesinatos interminables que se conocen genéricamente como “Las Muertas de Juárez”, donde aparece sobremanera el ex gobernador de Chihuahua, diputado y también aspirante panista a la Presidencia, Francisco Barrio.

El libro, en sí mismo, es una muy interesante radiografía de los aspirantes a la Presidencia en el 2006, pero tiene otra lectura política que lamentar. El hecho que todos los políticos, priístas, perredistas y panistas tengan tanto en común desde hace tanto tiempo, que sus raíces genealógicas sean las mismas, habla de un sistema político que no se ha renovado. La clase política sigue siendo la misma; quizás ahora están los hijos de unos, pero también siguen existiendo esas fuerzas que ya lo eran hace casi 40 años. No hay renovación, sino refundación de políticos. No hay sangre nueva, sino reciclada. No hay tampoco un nuevo pensamiento para aplicar nuevas prácticas y métodos, sino lo mismo que aprendieron a través de los años en la praxis y por la tradición oral. Es más de lo mismo, o se podría decir que la política mexicana sigue siendo un asunto de familia. No hay nada de que sentirse satisfecho, sino de lamentarlo y de empezar a conformarle un juicio histórico al PRI, cuyo legado más pernicioso fue que haya sido incapaz de generar una clase política que se fuera renovando en lugar de seguir produciendo, como se dice coloquialmente, más de lo mismo.

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