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Plaza Pública

Despido con infamia  

Miguel Ángel Granados Chapa  

El embajador Héctor Vasconcelos fue informado de que su misión ante la corona danesa había terminado. Pero alguien aprovechó la conclusión de su nombramiento para cobrar una vieja deuda, alimentada durante meses por el rencor silencioso. Y por esa causa se despidió con infamia al representante mexicano en Copenhague.

El medio escogido fue una filtración. Un diario capitalino recogió el martes 25 una notita aparecida casi dos meses atrás en un periódico escandaloso de la capital de Dinamarca, el Ekstra-Bladet, que circula ampliamente pero carece de la influencia que le atribuye la filtración. La versión mexicana agrandó las falsedades aparecidas en aquella publicación danesa. Esta última, sin embargo, tuvo el cuidado de atribuir a testigos la afirmación de que el embajador Vasconcelos mostraba signos de haber bebido. Ese testimonio se convirtió en la afirmación de que se trataba de un borrachazo del que, se asegura fue difundido por periódicos daneses, siendo que sólo uno, en una breve nota, casi el pie de la foto que acompaña a la información, dio cuenta del suceso. Según la filtración, Vasconcelos habría manejado ebrio el auto oficial de la embajada, razón por la cual se introdujo en una céntrica avenida en sentido contrario, lo que produjo varios choques. Para salvarse de la sanción debida, que aplicarían oficiales policiacos llegados en una patrulla con la torreja encendida, Vasconcelos se habría amparado en la Convención de Viena que asegura la inmunidad de los diplomáticos.

La noche misma del martes, entrevistado por Joaquín López Dóriga, el embajador involucrado en este ruin episodio desmintió los hechos narrados en la publicación mexicana y puntualizó lo aparecido en el único diario danés que se refirió al accidente que efectivamente sufrió el 1o. de abril, y del cual tuvo noticia cierta e inmediata la cancillería. En efecto entró en sentido contrario en una calle de Copenhague y chocó contra un taxi, lo que provocó una raspadura en el automóvil oficial. La policía intervino sólo mientras llegó una grúa que retiró los vehículos como lo demandaron las compañías de seguros que se hicieron cargo del asunto. Los agentes policiacos no creyeron necesario someter a Vasconcelos al alcoholímetro, ni formularle cargo alguno, por lo que no fue invocada su inmunidad diplomática.

La suposición de que Vasconcelos manejaba ebrio, en caso de efectivamente haber sido expresada por testigos, carece de fundamento, informó el embajador al periodista: jamás se ha embriagado, por una imposibilidad fisiológica; desde mucho tiempo atrás padece gastritis y colitis, que le impiden beber más de dos copas de vino, pues se le genera enseguida una acidez insoportable.

La Secretaría de Relaciones Exteriores no necesitaba un pretexto así para hacer concluir la misión de Vasconcelos. Aunque fue coordinador general de asuntos especiales internacionales de la cancillería en tiempos de don Jorge Castañeda, y después cónsul general en Boston, no pertenece al servicio exterior, y por lo tanto puede ser separado de su cargo en cualquier momento. Atendiendo a su ya larga permanencia en Copenhague, se le había comunicado meses atrás que sería sustituido, lo cual finalmente le fue comunicado de modo formal el 18 de mayo, en una decisión que surtirá efecto a fines de julio próximo. Nombrado por el presidente Zedillo en 1999, sirvió en Dinamarca bajo los secretarios José Ángel Gurría, Rosario Green, Jorge G. Castañeda y Luis Ernesto Derbez.

Pero alguien en Tlatelolco u otras áreas del gobierno federal resolvió que Vasconcelos no dejara su cargo diplomático sin pagar la osadía que mostró en marzo de 2003, cuando ejerció sus convicciones personales. En vez de desmentir la especie, lo que no haría pues de allí surgió la filtración, la SRE dio por hecho el borrachazo y abundó en falsas razones para la remoción del embajador, como su inactividad en órganos multilaterales (¡que no existen en Copenhague!).

Vasconcelos había sucrito una firme declaración de principios en defensa del Estado laico, que a juicio de los firmantes del documento estaba en riesgo por el activismo de grupos y figuras situados en posición eminente en la escena pública.

Signada por un grupo de personas que no coincidirían quizá respecto de ningún otro asunto (tanto que consideraron necesario explicar que dejaban de lado “las diferencias que podamos tener entre nosotros”) aquella declaración proclamó el valor y la necesidad política del laicismo:

“Junto con el combate a la pobreza, que es la mayor de nuestras prioridades, nada es más importante que mantener la riqueza y la diversidad de nuestra sociedad. Esto implica que ningún sector particular, sea mayoritario o minoritario, pretenda obtener el control de nuestras conciencias… Las instituciones públicas son de todos y no pueden deformarse para imponer dogmas y cultos… Reiteramos que el laicismo no se opone a las religiones: sólo impide que el Estado favorezca a una sola de ellas”.

Vasconcelos se graduó en ciencia política en la Universidad de Harvard, y es doctor en historia política por la de Cambridge. Cuenta además con formación y sensibilidad artística que le han permitido no sólo encabezar instituciones e iniciativas culturales, sino escribir un libro (Cuatro aproximaciones al arte de Arrau) que como dice en el prólogo el maestro Mario Lavista, es “un amplio e inteligente estudio sobre el pensamiento y la obra del portentoso pianista nacido en Chile y educado en Alemania”.

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