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Economía justa

Carlos Rojas  

Dice el Presidente Fox que el país va por el camino correcto y que su modelo económico es el adecuado para impulsar el desarrollo. Sin embargo, quizá esa declaración, como tantas otras del régimen, tenga como origen la desinformación o la falta de reflexión. En especial, se desconocen las consecuencias sociales de la insistencia en una política macroeconómica aparentemente aséptica, pero que sólo beneficia a unos cuantos y la imposición de un modelo diseñado desde los escritorios de analistas y funcionarios de organismos financieros internacionales, formados en la ortodoxia de las tesis neoliberales.

Tal vez ese modelo, del cual se siente tan orgulloso el Presidente de la República, sea el correcto para algunos grupos de interés económico que son los únicos que han podido sacar ventaja, incluso no sin esfuerzo, de una política que apuesta todo a mantener cifras en apariencia positivas, pero que descuida la calidad de vida de la gente.

Ese proyecto, en efecto, ha sido acertado para las instituciones bancarias y sus accionistas, quienes han obtenido importantes utilidades, pero no por el otorgamiento de créditos que promueva el desarrollo de las empresas o aliente la inversión para crear empleos. En buena medida, los bancos han obtenido jugosas ganancias, en los últimos años, debido a los intereses que reciben cada año del presupuesto para pagar el Fobaproa o por las altas comisiones que cobran a los usuarios de sus servicios, las cuales inexplicablemente están por encima del mercado internacional o de los países de origen de esas instituciones, pero no han sido producto de su trabajo esencial.

Es probable que el Presidente Fox piense que su modelo económico es el que necesita México porque los altos ejecutivos de las empresas privadas o los funcionarios de mayor rango de su administración reciben sueldos más que decorosos, que se cuentan en cientos de miles de pesos, aunque desconozca que casi tres cuartas partes de los trabajadores mexicanos ganan menos de 6 mil pesos al mes, en los casos más afortunados, sin olvidar que alrededor de 50 millones de personas se encuentran atrapadas en la pobreza.

Es posible que el Presidente Fox considere que el país va de maravilla o sea “el más atractivo de la tierra” porque, entre muchas otras cosas, no esté consciente de que el sistema de pensiones y jubilaciones está prácticamente en bancarrota y que se requiere un esfuerzo descomunal, para impedir el estallamiento de un problema social de enormes magnitudes. Porque no sólo hay que corregir el sistema financiero, sino resolver también las míseras jubilaciones que reciben millones de personas que entregaron su vida al trabajo y que ahora de viejos apenas pueden sobrevivir en condiciones inaceptables, prácticamente sin ninguna esperanza.

Es obvio que tampoco nadie le ha dicho al Ejecutivo que con su modelo nuestra economía ha perdido terreno internacional y que por ello México ha dejado de ser el segundo socio comercial del mercado más poderoso del mundo. Aunque ese dato puede parecerle irrelevante pues el principal indicador de la Bolsa de Valores reporte en los últimos meses un aumento inusitado en su administración, alcanzando nuevas marcas, pese a todos los escándalos o quiera engañarse él mismo con una cifra irreal sobre la inversión extranjera directa, que en verdad sólo asciende a poco más de 3 mil 200 millones de dólares y no a 7 mil 400 millones, como declaró recientemente.

Quizá en el gobierno también piensen que su modelo es bueno por haber alcanzado un nivel histórico en las reservas de divisas, sin que importe que buena parte de ellas provengan de varios millones de mexicanos que han ido a otro país en busca del empleo que aquí no encuentran.

El modelo tal vez sea pertinente para aquellos pocos que han hecho del campo un negocio rentable, pero sin duda no lo es para los 30 millones de campesinos que atraviesan por la peor crisis que hayan vivido, sin que ninguna institución los apoye para aumentar su productividad o para participar en el mercado en condiciones menos desfavorables.

La conclusión foxista es equivocada. El modelo económico actual, lejos de ser la solución a la penosa desigualdad es un factor que la agrava. Todos los indicadores muestran que la concentración de la riqueza sigue avanzando y que los esfuerzos para mitigar la pobreza seguirán siendo insuficientes si el gobierno se empecina en sostener un modelo que no promueve el desarrollo, ni siquiera garantiza ya la competitividad en un mercado globalizado y mucho menos ayuda a construir una economía justa.

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