Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

*Granados Chapa y Plaza Pública: la crítica del poder

Cuatro años después, todavía persiste la sensación de orfandad que produjo entre sus lectores la muerte de Miguel Ángel Granados Chapa y el fin de su Plaza Pública. Con su habitual independencia y agudeza, al cabo de 34 años de aparecer diariamente, la columna de Granados Chapa –y su versión radiofónica transmitida por Radio UNAM– era una presencia familiar e indispensable en el paisaje periodístico nacional, la orientación que necesitábamos para deglutir y resistir el curso del país.
“En un plano ético, el presidente de la República, y más aún el Presidente de un país donde todavía no hay espacios que controlen y contrasten vigorosamente su poder, no puede ser un gladiador de sus propias causas, porque hacerlo equivaldría a que Mike Tyson abofetee a un muchacho que lo mal mira en la calle. En un plano jurídico, el Presidente es un mandatario, posee un poder delegado, que no es suyo, y debe por lo tanto emplearlo en favor y no en contra de los gobernados. Por eso un Presidente no debe ser enemigo de nadie”, escribió alguna vez a propósito de una furiosa reacción de Ernesto Zedillo por críticas lanzadas a su gobierno.
Escribió Ernesto Sábato en sus memorias: “uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen”, pues “el escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo, con coraje para decir la verdad, y levantarse contra todo oficialismo que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista la sacralidad de la persona humana”. Eso hizo Granados Chapa: no sólo supo repeler la fascinación y el veneno de la corrupción que emanan del poder, sino que tomó partido por los que sufren la historia, por los necesitados de voz y por las víctimas de la exclusión social. Nutrió así a ciudadanos que ejercen de una manera documentada y reflexiva su conciencia crítica y su insumisión frente a los arrebatos del poder.
El modelo más próximo de Granados Chapa fue el columnista Manuel Buendía, una figura definitiva en su vocación y a quien veía a como a un segundo padre. “Ejercer el periodismo como actividad elitista, cuya influencia se derrama a capricho sobre el cuerpo social, es supremo pero intolerable egoísmo”, decía Buendía, y de su ejemplo extrajo Granados Chapa un modelo de independencia e integridad en el análisis, la reflexión o la crítica, en contraste con la execrable escuela llevada a su más exitosa expresión por el periodista Carlos Denegri.
Usualmente se considera la Plaza Pública del 24 de agosto de 1981 uno de los mejores momentos de Granados Chapa, cuando (en el espléndido diario que era aquel unomásuno) reveló que el gobernador del estado de México y un grupo de ricos políticos priístas de esa entidad se disponían a regalar al presidente José López Portillo un rancho (que en realidad ya le había sido regalado). Eran tiempos en que el presidencialismo y el culto al presidente justificaban todo y borraban los límites entre legalidad e ilegalidad, entre lo legítimo y lo ilegítimo. En ese contexto, la revelación de Granados Chapa suponía un atrevimiento impensable a los ojos del poder. Pero la fuerza y la sutileza con que dio a conocer el hecho no dejó a López Portillo otra opción más que renunciar al obsequio y convertir el bochornoso episodio en el punto de partida para la reglamentación de los regalos que los funcionarios públicos podrían aceptar, aunque como es sabido ese fue apenas un episodio del océano de corrupción en que se hundió el sexenio lopezportillista. De todos modos, López Portillo nunca perdonó a Granados Chapa, a quien solía culpar de haberlo “privado” de su rancho, lo que de cuando en cuando el columnista solía recordar con una sonrisa de satisfacción. Historias de poder y corrupción: quién diría que aquellos trastupijes regresarían a nuestra época con la “Casa Blanca” del matrimonio Peña-Rivera y la casa de Luis Videgaray en Malinalco.
Con el mismo ánimo y determinación con que expuso a la opinión pública la ilegítima pretensión de poner en manos del presidente una lujosa propiedad a la que éste no tenía derecho, Granados Chapa se pasó la vida desnudando a los gobernantes y denunciando atropellos del poder público contra la sociedad. No sin resistencias, en octubre de 2008 el Senado de la República sería el conducto para reconocer el valor civil del periodista con el otorgamiento de la Medalla Belisario Domínguez. A diferencia de la figura exangüe que lucía en aquel momento, el discurso que Granados Chapa leyó en el recinto legislativo, en presencia del presidente Felipe Calderón, fue una defensa ardiente y vigorosa de las libertades y una denuncia de las tendencias autoritarias que desde el gobierno alentaban la criminalización de la lucha social y la asfixia del ciudadano.
El cáncer lo había mantenido en vilo desde cuatro años antes de su muerte, minó su organismo y le quitó fuerza, pero pese a los dolores en ningún momento socavó su lucidez. En ese periodo escribir la Plaza Pública era sin duda una proeza, pero ni siquiera entonces rompió Granados Chapa el ejemplar hábito de nunca hablar de sí mismo ni de sus dolencias. Sabía dónde correspondía hacerlo y dejó un testimonio de ello. “Aunque la muerte nunca ha sido una preocupación para mí, entiendo que mi vida toca su final. No deseo ser carga para nadie ni contagiar mis pesares a mis seres queridos. Todo me cuesta trabajo, lo antes sencillo ahora es complicado (…), nada sirve, no más, nada puede ofrecerme la medicina”, le dijo Granados Chapa, unos días antes de morir, al médico Arnoldo Kraus, a quien acudió para hablar sobre la muerte, sobre su inminente muerte. El diálogo entre paciente y médico le permitió a Kraus escribir: “Las enfermedades terminales son un reto único y brutal. Aglutinan la dignidad de la vida y la dignidad ante la muerte. Hay quienes logran vencer la humillación de las enfermedades terminales. Hay quienes consiguen dialogar con su muerte. Quienes escapan de las humillaciones de la enfermedad, y dialogan con su final a través de la historia de su existencia rinden un homenaje a la vida. Eso hizo Granados Chapa”. (“Granados Chapa: dignidad ante la muerte”, La Jornada, 19 de octubre de 2011)
Aun postrado, en sus días finales dio muestra de que su juicio estaba intacto, y el jueves 13 de aquel octubre de 2011 incluso tomó disposiciones y firmó documentos para el destino del último libro que escribió, la biografía de Manuel Buendía. La preparación de este libro, que le tomó un año casi terminarlo y fue publicado póstumamente en octubre de 2012, pudo haber sido uno de los estímulos finales que tuvo para vivir, si se considera que lo había proyectado y postergado durante años. Al final también cumplió con ese deber.
En diciembre de 1976, tras el golpe de Echeverría contra Excélsior, Octavio Paz preguntó en el primer número de Vuelta: ahora “¿dónde se va a hacer la crítica del poder y de los poderosos?”. Para entonces ya existía Proceso y estaba en marcha la gestación de unomásuno, que empezaban a responder esa pregunta. En aquel momento Granados Chapa también se preparaba para ofrecer su propia respuesta a ese vacío. Era la Plaza Pública, esa fortaleza de rectitud y honradez intelectual que desde hace cuatro años exactos tanto echa de menos la numerosa comunidad de lectores de Granados Chapa.

[email protected]
otropais2015.wordpress.com

468 ad