Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Movimiento en un retén policiaco y balazos en la Costera de los que nada se informa

Aurelio Peláez con información de lectores de El Sur

Once treinta de la noche: media docena de camionetas de la Policía Judicial del estado –así dice la leyenda en las puertas– y de la AFI, y unos 30 policías, interceptan una camioneta roja en la calzada Pie de la Cuesta, a la altura de la avenida Vicente Guerrero. Las luces delanteras de los vehículos y de las sirenas de algunas patrullas, alertan a los vecinos sobre un dispositivo de seguridad de gran magnitud, que pudiera adelantar la detención de un peligroso narco o, para quienes pasan en auto, de una nueva ejecución ligada a la narcoviolencia.

Por lo pronto, la movilización policiaca ya bloqueó un sentido de la calzada –del centro hacia Pie de la Cuesta. La camioneta roja queda encerrada entre los vehículos policiacos.

Los vecinos que están cerca ven que el conductor baja y es interrogado. Mientras se revisa el interior de la cabina, los tapetes. Se ven lámparas potentes mover su haz amarillo de arriba abajo. Los uniformados –de café, con chaleco blindado y armas de alto poder apuntando todas al mismo sitio– esperan tensos. Llegan más camionetas de la Policía.

Los que pasan en auto ven el operativo y buscan al nuevo ejecutado de la semana. No se ve a nadie tirado en el suelo, no se observan los cristales rotos por las balas de los cuernos de chivo, no llega la Cruz Roja. Sólo se observa a los policías rodeando a la camioneta roja y al conductor que tiene que mover su auto, porque ya le pitan otros automovilistas detrás.

Los vecinos, los de a pie, después de unos minutos, ven cómo los policías suben a sus camionetas, que la camioneta roja avanza con ellos, y quién sabe si adelante da la vuelta hacia otra dirección o se la llevan detenida, y sólo queda esperar al otro día para ver qué noticia dan los diarios.

Cuatro treinta de la mañana, viernes pasado. Dos balazos al aire interrumpen la tranquilidad de la avenida Costera. Se hacen desde un vehículo en movimiento que ni siquiera va a alta velocidad sino, digamos, a vuelta de rueda normal. Quienes viajan de regreso del trabajo a esa hora o andan de trasnochados, piensan en un asalto o en una nueva balacera entre narcos. Pero nada.

Sólo son disparos al aire. Después, otros cuatro disparos más desde el auto que va en la ruta hacia el centro de la ciudad. Ninguna patrulla, ninguna presencia visible de la PFP, ningún patrullaje permanente en las calles, como se anunció.

–Lo bueno es que ya no hay turistas –dice el taxista.

Los disparos se hacen frente al centro comercial La Gran Plaza, a unos metros del hotel Avalon, donde el pasado jueves 6 de abril a eso de las 11:55 de la noche fue ejecutado un joven proveniente de Sinaloa, cuando conducía su camioneta Liberty.

Y quienes fueron testigos de los dos sucesos preguntan al otro día en los periódicos qué pasó, al no ver nota; y los reporteros buscan en los partes policiacos algún reporte sobre lo que sucedió en el filtro policiaco y de los balazos en la Costera. Y en las fuentes policiacas, nada, ninguna noticia, ningún reporte, ni siquiera de rutina. Como que todo pasó de noche, como si la Policía se guardara lo que sabe para sí misma, como si la sociedad no tuviera por qué enterarse de todo eso que pasa en los sótanos de ese fenómeno que ahora llamamos narcoviolencia.

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