Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge Zepeda Patterson

El Chapo, Netflix y Pablo Escobar

“Pues si medio mundo me quiere matar, contratemos al otro medio mundo para que me defienda”, dicen que dijo alguna vez el narcotraficante Pablo Escobar, algo que El Chapo probablemente no ha dicho pero sí ha hecho. De otra manera no se explica la longevidad de casi tres décadas de Joaquín Guzmán Loera como capo de capos, un oficio que suele caracterizarse por su corta duración.
No sé si ustedes han visto la primera temporada de la serie Narcos, de Netxflix, sobre Pablo Escobar; valdría la pena. Ayuda a entender algunas similitudes y diferencias entre el fenómeno colombiano y el mexicano. Más allá de lo extraño que resulta oír hablar al capo de Antoquia con la curiosa entonación del actor brasileño Wagner Moura, yo he visto la serie estos días en curioso contrapunto con las noticias que nos llegan de El Chapo: primero su fuga, luego la cacería desatada en su contra, más tarde el video desde la celda de la que se escapó, y esta semana las presuntas heridas que se llevó en la pierna y en la cabeza al escapar de un cerco tendido por el ejército.
Lo cierto es que por la mañana me entero de la última incidencia de la telenovela de El Chapo, y por la noche la veo dramatizada por Pablo Escobar. Obviamente las diferencias entre la vida y la personalidad de ambos son enormes. Escobar tenía un talante expansivo y protagónico, mientras que El Chapo se caracteriza por un temperamento sosegado y más bien introvertido. El mexicano prefiere adoptar un perfil bajo y ha tomado distancia de los excesos tropicales y extravagantes de otros capos y del propio Escobar, muy dados a exhibir sus mansiones, zoológicos y jacuzzis con dimensiones de alberca. El colombiano incluso quiso transitar una carrera política para hacerse del poder institucional; participó en una campaña electoral para llegar al Congreso y soñó con ser presidente de su país. Desde luego no es el caso de El Chapo.
Sin embargo el sinaloense ha adquirido una celebridad que trasciende el papel de hombre de negocios de una actividad ilícita, que es como a é le gusta definirse. Desde aquél incidente en 1993 en el aeropuerto de Guadalajara cuando los sicarios rivales acribillaron al Cardenal Posadas al confundirlo con El Chapo, hasta sus espectaculares y cinematográficas fugas de la prisión.
Puede haber diferencias sustanciales con el colombiano, pero lo cierto es que la figura de ambos adquirió ribetes legendarios. Y no es el único rasgo que comparten. A los dos les caracteriza un estilo eficaz, duro y vertical para ejercer el mando. Es temible la forma en que los dos fueron capaces de eliminar hombres de su círculo cercano ante la mínima sospecha de deslealtad. Egocéntricos y narcisos, absolutamente crueles en el momento de impartir castigos aleccionadores. Ambos fueron igualmente mujeriegos y simultáneamente muy apegados a sus familias (Pablo a la madre de sus hijos, El Chapo a la mujer en turno).
Cuando uno observa el video de las imágenes de Don Joaquín, como lo llaman los custodios, minutos antes de su fuga del penal del Altiplano, llama la atención la calma del narcotraficante. En cuatro ocasiones se escucha el sonido de los golpes de sus cómplices contra la loza de cemento de la regadera pero El Chapo no mueve un dedo. Sabe que es el momento decisivo que pondrá fin a su aislamiento y no obstante, se mantiene tranquilo observando la televisión. Habría sido un toque de elegancia que hubiera estado viendo en ese momento la serie Narcos, de Pablo Escobar, pero dudo que le permitieran tener una suscripción de Netflix en la cárcel (aunque nunca se sabe). El video es valioso no sólo porque da cuenta de la inaudita torpeza de los custodios (mitad corrupción, mitad estupidez), sino también porque muestra de cuerpo entero el aplomo de este personaje. Supongo que esa temeridad es uno de los rasgos que permiten a delincuentes como Escobar y Guzmán encumbrarse y sostenerse en la cúspide de la feroz jerarquía del crimen organizado.
En los últimos días cada vez que escucho una noticia de El Chapo no he podido evitar imaginarme al capo con una cara que termina siendo una mezcla de Joaquín Guzmán y de Pablo Escobar protagonizado por Wagner Moura. Fiel reflejo del carácter hollywoodense que han adquirido la vida de estos personajes. Supongo que en cualquier momento nos enteraremos de que El Chapo tuvo un final parecido al del colombiano. Quizá. Lo que si pueden apostar es que tarde o temprano, también tendrá su serie de televisión.
Nota: por un lamentable lapsus, en el texto de la semana anterior escribí John Kerry donde debería haber puesto Al Gore. Una disculpa a los lectores.

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