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Eduardo Pérez Haro

Los plazos de la transformación y sus condiciones

Para Clara Turner

La ausencia de Plan B frente al fracaso de las reformas estructurales del régimen ha colocado al régimen ante la decisión de salvar las elecciones del 2016-17 como puente para refrendarse en el 2018, es decir que si no pudo salvar a México del atraso (en el hipotético caso de que así se lo hubiera planteado) no le queda otra más que intentar salvarse en la continuidad del poder político que a la vez le sirve para salvar lo que le toca para sí, del poder económico.
Esa es la perspectiva en que se define y se inscribe el régimen encabezado por el PRI y secundado por la partidocracia PAN, PRD, PVEM, Nueva Alianza y ahora, Encuentro Social, donde el PAN especialmente se frota las manos, pues bien saben que los poderes reales de la economía, los negocios y de la misma política gremial están por la continuidad de sus áreas y condiciones de influencia, mando y autoridad mas no necesariamente de partido político como se probó en el 2000-2006.
El gobierno se desentiende del gobierno y se perfila hacia la continuidad del poder insertando cuotas de personeros de los partidos en el aparato de Estado, no sólo en los mandos gubernamentales como se puede ejemplificar con el subsecretario del PVEM en Gobernación y así muchos de los acomodos y reacomodos sino también la inserción en los órganos de Estado no gubernamentales como lo podrían ejemplificar los casos del Banco de México o la Suprema Corte de Justicia o la UNAM llegado el caso, pero sobre todo se vuelca sobre los procesos electorales con visible temor frente a Morena y particularmente sobre López Obrador.
El 25 de julio ante los priístas, el 3 de septiembre en el discurso por su tercer informe de gobierno y en inusitada alocución durante la 70 Asamblea de la ONU, el presidente Peña Nieto se lanza y convoca al mundo a combatir el populismo, en un desbordado miedo a perder el control-continuidad frente a López Obrador. ¡Pero qué cosa!, mientras el otro se erige encaramelado por tan desmedida dedicatoria, asienta sus pies sobre el corredor electoral y avanza. Todo parece que los millones de mexicanos tuviéramos que caer presas de esos apetitos como si en sus creencias y disposiciones pudiésemos resolver el pan de cada día pero eso no es así y habrá que decirlo y condicionar nuestras voluntades a tomar las cosas con mayor seriedad.
Las elecciones por venir en los años subsiguientes y las federales que habrán de realizarse en el 2018 son, como lo hemos expresado, una eventual oportunidad de acomodar en grado alguno, es decir, en grado menor al tamaño de los cambios que deben de procesarse, pero no sólo es una cuestión de tamaño sino a su carácter o naturaleza y a la manera en que estos pueden sucederse en el mediano y largo plazos, cuestiones que se deben de ir entendiendo desde ahora entre los contendientes y muy especialmente entre la población que habrá de elegirles, y ahí está el detalle.
Nuestros conspicuos contendientes, sean Nuño, Videgaray, Margarita Zavala o López Obrador, no pueden llevarnos a escoger por alguno como si estuviéramos en una competición deportiva donde cuentan la gambetas, el brillo de las camisetas o en el mejor de los casos la suerte y el dinero. Está de por medio la suerte propia, la del vecino y la de millones de compatriotas incluidos nuestros hijos. El mundo está enfrascado en serios problemas económicos y guerras, la gente sin trabajo y con complicaciones de salud y en lugar de ofrecernos un oportunidad de manifestarnos, una manera de ayudarnos o más que eso, una reflexión seria, amplia y profunda para entender y explicar el sentido de los mejores derroteros, nos ensalzan de palabras amenazantes o prometedoras con las que los cambios no se dan pero las elecciones se acomodan a favor de unos o de otros. Vaya frivolidad, futilidad, puerilidad. Y qué tontos somos si lo aceptamos.
Tendremos que pasar por ahí, sí por las elecciones, tendremos que asegurarnos de que los procesos electorales no estén amañados por el dinero y la coerción sea por acción directa o indirecta, en efectivo, o en especie, por no perder la chamba o porque nos atiburren de propaganda y frases amenazantes o prometedoras. Pero en ese esfuerzo y ajuste habrá que aceptar que en el mejor de los caos sucederá al través de muchos procesos electorales y no en uno sólo, sí poco a poco y sí todo cuenta, no hay que dejar de procurarlo pero en dichas tareas que empiezan por recuperar a los representantes camarales y a los INEs desde el nacional hasta los estatales, etc. habrá que ser tan incisivos como pacientes más el asunto de fondo no está ahí.
En el remoto caso de que ello sucediera y más aún que pudiésemos evitar ceñirnos a los candidatos elegidos o designados a distancia de nuestro sentir y parecer, y en su caso se admitiese a los mejores hombres y mujeres de nuestro país, que los hay aunque por lo mismo no están en este juego, el problema es que existen estructuras, barreras, verdaderos diques y murallas tras los que se atrincheran las llamadas élites dominantes, dueños de las más grandes empresas agrícolas, industriales, comerciales o financieras, pero también socios e influyentes en grado determinante de los aparatos institucionales que hacen leyes, dictan sentencias o perfilan las maneras de ver y de pensar como los medios de comunicación o las universidades por no ir más lejos.
Instituciones, ya no meramente personas enriquecidas, intempestivas o impetuosas sino instituciones, es decir, personas organizadas bajo formas y autoridades formalizadas, legalizadas y aceptadas por todos en ese papel, actitud y función, que no se doblegan por los juegos de la razón, la interpelación solicita, ni por el ejercicio de la autoridad electa sólo por el hecho de serla. Y cuando decimos que son instituciones que cuentan con el aval de la ley y la sociedad es cuando al verticalizarse, se separan de las ideas y condiciones que en su momento les dieron origen y sentido y ahora se vuelven en contra de cualquier disposición que les atente, no estoy hablando en un sentido moral de las personas sino del peso de las instituciones que habrá que reblandecer y vencer a cambio de otras que en efecto respondan de mejor manera al sentido de las exigencias ontológicas, reales, existentes de la población que por supuesto razón y sentido llevan.
Mas al decir de las instituciones que es preciso cambiar no sólo habrá que mirar a las que pareciera son dominadas por los dominantes sino que habrá que volver la mirada hacia las instituciones del pueblo que en grado alguno son las mismas pero localizadas del otro lado, del lado de la aceptación de que las instituciones del poder dominante estén ahí y se reproduzcan, lo que presupone cambios en los atavismos en que se fundan las instituciones o mejor dicho configuran las instituciones del acarreo y la corrupción, de la explotación convenida, de la dádiva y la televisión, de la historia de los héroes que nos dieron patria y libertad o petróleo, o el sufragio, el dedazo o la tarjeta Soriana.
Los grandes problemas que envuelven a la economía del mundo y de México, nos agobian y nos lanzan a un sacrificio de décadas (deuda-pago-deuda) sin escapatoria visible porque la mejor frase que se nos ocurre es combatamos al populismo o de otro lado cambiar el modelo económico porque visiblemente el modelo neoliberal no da resultados de equidad, pero puesto en esos términos se convierte en frase de campaña del juego insustancial de la democracia controlada al carecer de compromisos y vías para emprender procesos de transformación de las instituciones en su expresión más amplia y no referida a los aparatos administrativos del Estado, ¡vaya banalidad!
Los fenómenos migratorios y las guerras son evidencia de la angustia y la indisposición a girar en dirección de los cambios sustantivos, el endeudamiento provocado y la incapacidad de pago se vuelven estratagema delirante del poder y la intolerancia, y nos olvidamos de la enseñanza aprendizaje, de los procesos abiertos y de la democracia como baluarte de los cambios. Lo primero que se requiere es que sea quien fuere el candidato o el partido se requiere de un compromiso con la democracia como práctica social y política no como discurso impuesto a clientelas acarreadas por distintos medios.
Los cambios no son así nomás de modernizadores de empresas de calidad mundial vs mayor gasto para los más necesitados, ojalá fuera tan fácil y ojalá nadie se moviera para que estos modelitos corrieran su suerte, el asunto es más complejo, intervienen muchas variables y detrás de cada variable hay fuerzas sociales e institucionales, las soluciones en la economía precisan de la técnica económica pero no basta con adquirir, copiar o imaginar la mejor fórmula, en todo caso además de ello se precisa de la disposición y participación de la gente que es la que en principio y al final de cuentas mueve las tecnologías y las ideas, nada corre en ausencia de la gente , ni la mejor idea.
Los procesos democráticos y de enseñanza aprendizaje presuponen amplitud y profundidad tampoco son aventuras autogestivas en la escuela, la parcela o la fábrica en todo caso estos procesos pueden perfilarse a la manera de viveros en los que se germinen la base de trasplantes que habrá que sembrar a lo largo y ancho de los territorios zonales, regionales y nacionales hasta crear las fuerzas de un mainstream, un torrente cuya fuerza respalde procesos de mayor envergadura en la concordancia de intereses de los diferentes estratos y sectores como sustrato de los cambios en las instituciones y sí, en el modelo económico que aquí entre nos conlleva cambios en la organización laboral, en las capacidades y destrezas del trabajo, en las tecnologías, en el qué se produce, cuánto, cómo y para quién no es solo de criterios de política económica.
La pregunta es si de estas cosas no vamos a discutir o a hacer nada en tres años o nunca tal vez sino a propagandizar una y otra vez quién el mejor partido, ¿quién el candidato, quién el consejero, para entretenernos en lo que se dio en llamar la transición democrática cuya democracia no se ve por ningún lado ni transita hacia ninguna parte?. En cualquier caso el abrevadero está en las luchas sociales que no son partidistas porque esa no es su naturaleza, en principio son protestas y reclamos, desvelo de la ignominia, sin los cuales el pensamiento crítico no tendría parámetro, referente y dirección. Los veinte, cincuenta o cien mil que han salido a la calle ante la convocatoria de los 43 normalistas desaparecidos no están en los partidos pero esa no es la debilidad o la pregunta sino al revés, ¿dónde están los partidos, los gremios o las conciencias, acaso preparando las elecciones?

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