Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Durante la presentación de la Memoria de la elección de ayuntamientos y diputados del 2 octubre de 2005, se resaltó que esos comicios hubo menos participación ciudadana en las urnas en comparación con los procesos de 1999 y 2002, y por eso autoridades del Consejo Estatal Electoral (CEE) y del Instituto Federal Electoral (IFE) llamaron a los guerrerenses a la “corresponsabilidad” para ejercer su derecho a votar en las elecciones presidenciales y legislativas del próximo 2 de julio.




CRÓNICA DE UNA APURADA VISITA

Antes tenía un hijo, ahora tengo 81, dice
el gobernador y ex alcalde de Acapulco

“Para eso fue elegido”, responde a Zeferino una de las vecinas que lo abordaron a la entrada del C-4 para plantearle diversas demandas

Ricardo Castillo Díaz

Padre de 81 hijos. Papá gobierno. O lo que sería lo mismo, papá Zeferino. El que le saca la vuelta a una demanda ciudadana. El del “no, mejor después doña, porque ahorita andamos muy apurados”.
La escena ocurre en la esquina que forman las calles Pénjamo y Uruapan. A pesar de estar cerca de las avenidas de El Tanque y de El Espanto, la nomenclatura de aquellas nos indica que todavía estamos dentro de la colonia Progreso, en la frontera con el fraccionamiento Hornos Insurgentes.
Es mediodía y después de media hora de acalorada espera, hace su arribo el gobernador. Inamovible, el cabello parafinado como un sello de control. Inquebrantable, la raya del peinado se refrenda a la derecha. Impecable, de la camisa blanca a cuadros de ligerísimos trazos podría decirse que combina bien con el color café de su pantalón. Incorregible, se acomoda las gafas de sol.
Zeferino Torreblanca viene a la reunión de evaluación de las acciones de seguridad pública, en el Centro de Control, Comando, Comunicación y Cómputo, que alguien tuvo la inteligentísima idea de abreviarlo como C-4. Afuera, cuatro pancartas se salen del guión establecido para este tipo de encuentros: sólo cuentas alegres, viene el gobernador.
No se trata de una multitudinaria congregación, pero en el círculo de una veintena de mujeres hay demandas ciudadanas, como el de la mejora del kínder que se cae en pedazos. “Ya tenemos el C-4 ¿y nuestra calle cuándo?”, preguntan las vecinas en una de las cartulinas.
Vienen de la colonia 13 de Junio, una zona medio pobre en los límites de la Progreso y el Hornos Insurgentes. Antes de entrar al C-4, abordan al gobernador, que intenta entrar rápido.
–A ver, a ver, son muchas las peticiones. Van a decir que puro quiero a esta colonia –intenta cortarlas Torreblanca.
–Es el kínder, señor Zeferino, y es la calle, nada más –insiste una ellas.
–Voy a platicar con Félix –les contesta como si las turnara con su secretario de Asuntos Acapulqueños, y no con el alcalde.
–Pero que nos cumplan –desconfía otra.
–Voy a platicar con él, para empujarlo –insiste.
Son puras mujeres y los guaruras no saben qué hacer. Adentro ya esperan a Torreblanca y el acto se retrasa. No será necesaria la intervención de los guardaespaldas. El gobernador demuestra que va aprendiendo a dar el cortón.
–Señor Zeferino, regálenos diez minutos –le suplica de plano una de las demandantes.
–No, mejor después doña, porque ahorita andamos muy apurados –¡les da la vuelta el gobernador!
–No le queremos quitar mucho tiempo, pero le vamos a mandar un oficio.
–En el escrito que me den, apóyenlo con algunas fotos o con algo, eso me ayuda mucho…
–Sí, gobernador, está bien.
–…porque nosotros ya tenemos todo el diagnóstico, yo lo platico con Félix.
–Nosotros confiamos en usted. También queremos que pase el carretón de la basura.
–Ustedes entiéndanme, porque ahora me toca atender a 81 hijos, antes tenía uno, pero ahora tengo que atender a los 81 –dice el gobernador en una tierna referencia paternalista al número de municipios en el estado.
–Pero para eso fue elegido –le salta una respondona, ante un vencido gobernador que lo único que muestra a estas horas es urgencia por entrar al acto, en el cuartel policiaco enclavado entre decenas de casas.
–Dios me la bendiga, doña –resuelve Torreblanca juntando las manos muy al estilo de la madre Teresa de Calcuta. Y ai se ven.
Afuera del búnker en el que se convierte hoy el C-4, se quedan decenas de agentes armados de las policías federal, estatal y municipal, que vigilan por todas las vías que conducen hasta este lugar.
Por entre las reducidas calles atascadas de camionetas Jeep, Windstar, Suburban y Voyager de los funcionarios de “primer” y “segundo” nivel, el director de Saneamiento Básico del Ayuntamiento, el ex priísta José Salgado esconde el cochinero bajo la alfombra. Para que no le caigan en la movida de que aquí no pasa el carretón, él mismo levanta montoncitos de bolsas que escurren desperdicio.
En las inmediaciones de la calle Uruapan, alguien paga las consecuencias de contar en este día con tan distinguidos visitantes en la colonia. Una combi de un hombre que vino al acto del C-4 le ha dado un llegue al vehículo de una vecina. El chófer, que se presenta primero como “trabajador de Comunicación Social” del gobierno estatal, resulta ser un tal Víctor Baños, trabajador de Rodimiro Salinas, propietario de la agencia de publicidad que le manejó la campaña a Torreblanca como candidato, pero además hermano de Magali Salinas, la actual e influyentísima secretaria privada del ahora gobernador.
Faltaba más, Rodimiro sale a cubrir los 7 mil 500 pesos en los que les salió el chistecito de su trabajador. Presente en el acto de Torreblanca, el hermano de la secretaria privada del gobernador ha terminado de proyectar el video que le produjo al gobierno estatal para la ocasión.
Total. Si en Guerrero tenemos el problema de las drogas ¿por qué no habría el del tráfico de influencias?

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