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Rápido vistazo a una exposición de fotos sobre la lucha por las libertades en Sudáfrica



Ricardo Castillo Díaz

Festeja la libertad tras unas rejas. De ojos saltones, la cara del niñito negro cabe entre el hueco de dos barrotes. Y espera. Se mantiene afuera de la casa de Madiba (El Venerado), el cariñoso sobrenombre que Nelson Mandela recibió de su clan.
Como interesado, Zeferino Torreblanca se detiene para darle apenas un vistazo a la imagen. Su retina enfoca. Descubre que el pequeño sudafricano de la foto aguarda para ver si se asoma Mandela, recién salido de prisión en 1990, por encabezar la lucha por las libertades políticas de su pueblo en el régimen de segregación racial conocido como apartheid. El gobernador encuentra el emotivo brillo que resalta en la mirada del pequeño, que lo hace ver como si quisiera llorar.
En unos cuantos minutos, la mujer que guía el recorrido en la exposición fotográfica le cuenta al gobernador un poco de la historia reciente de la República de Sudáfrica, de los últimos países que a la fecha siguen su lento proceso de descolonización.
Pero en la galería Dolores Olmedo, del Centro de Convenciones, cada quien trae su tema. El bullicio deja en segundo plano la voz de la mujer que narra, micrófono en mano. Por momentos la explicación llega incluso a desaparecer. Para más, se oye la conversación que a mitad del salón sostiene por su Nextel el secretario de Fomento Turístico, Ernesto Rodríguez Escalona, la aportación del renejuarismo al gabinete zeferinista del que alguna vez su nuevo jefe dijo que su ratificación era sólo por una temporada.
El bip-bip del teléfono sigue. Cerca, la presidenta de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco (AHETA), Mary Bertha Medina parece competir por la atención de los asistentes que por primera vez le quita otra mujer. Por hoy, todos prefieren a Daniela Kosán, altisisisísima y escultural.
La modelo venezolana se acomoda aros, pulseras y otros colgandijos de cuero que penden de sus muñecas. La conductora del canal de paga E Entertainment –especializado en las luminarias gringas, su estilo de vida y de moda– sonríe hacia todos los ángulos, como si cada asistente tuviera una cámara de televisión.
Mientras unos merodean a la mujer-imagen del desfile de modas organizado por el gobierno del estado Acapulco Fashion 2006, Zeferino Torreblanca se detiene en otra imagen con el embajador de Sudáfrica en México, Malcolm Grant Ferguson, un güero de evidentes reminiscencias británicas. El de la foto es un negritillo jornalero que se asoma por las puertas de una mina de carbón, que retrata la explotación infantil.
Varias de las tomas fueron de la lente de Omar Badsha, antes que fotógrafo, activista político y líder sindical. El mismo que se mantuvo 38 años al frente de la mayoría de las principales campañas en contra del apartheid, el sistema de duras leyes racistas impuesto por una minoría blanca. El mismo Badsha al que durante 25 años se le negó el pasaporte. El que durante ese tiempo varias veces fue detenido. El fotógrafo siempre hostigado.
El gobernador le da un rápido vistazo a las fotos de protestas estudiantiles tras la muerte de Victoria Mxenge, la activista de derechos humanos y defensora de los presos políticos asesinada en 1985, algo así como la Digna Ochoa del sur del continente africano. Observa de reojo los cuadros de maestros y padres de familia reunidos en descarapelados salones de clases, retratados entre 1984 y 1986. De obreros, sastres, vendedoras, ancianos. De mujeres hincadas rezando sobre descocidos tapetes. De líderes del Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, entregándose a la policía. De los premios Nobel a Mandela y al arzobispo Desmound Tutu. De Madiba en una marcha tras salir de la prisión.
–Hay cárcel que denigra. Pero, como en el caso de Mandela, hay cárcel que dignifica –opina en voz alta el alcalde Félix Salgado ante el embajador Ferguson.
Hay otros que no dicen nada, avanzan a la foto que sigue. Da igual.
“El señor Mandela es el principal líder africano en las luchas por las libertades”, le explica por último la guía de la exposición a Zeferino Torreblanca, al finalizar el recorrido de apenas 20 minutos.
El gobernador se lleva las manos a la cintura, atento, como si quisiera saber más.

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