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Humberto Musacchio

Mariguana, prohibicionismo y libertad

Don Arturo Zaldívar Lelo de Larrea le puso el cascabel al gato. El ministro de la Suprema Corte presentó a la primera sala un proyecto de sentencia que suprimiría la prohibición total al cultivo y transporte de mariguana para fines lúdicos, pues declara inconstitucionales cinco artículos de la Ley General de Salud relacionados con el consumo personal de la yerba.
De aprobarse el proyecto del ministro Zaldívar, se concederá el amparo solicitado por la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Tolerante y Responsable, mismo que un juez negó en primera instancia después de que la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios rechazara otorgar autorización al solicitante para “ejercer derechos correlativos al autoconsumo de mariguana, tales como siembra, cultivo, cosecha, preparación, acondicionamiento, posesión, transporte, empleo, uso (sic) y, en general, todo acto relacionado con el consumo lúdico y personal”.
El proyecto citado señala que el cáñamo en cuestión no produce una afectación a la salud lo suficientemente grave como para justificar su prohibición absoluta, ni hay prueba de que induzca a la comisión de delitos violentos y sí, en cambio, inhibe los impulsos de agresión en el usuario, produce estados de letargo, somnolencia y timidez.
De acuerdo con la información disponible, agrega, “en México sólo el diez por ciento de las personas que cometieron algún delito lo hicieron bajo el influjo de alguna droga, y de éstos sólo 11 por ciento había consumido mariguana”. No se aclara si entre las drogas que influyeron en la comisión de delitos se cuenta el alcohol, sustancia legal de la que incluso se promueve el consumo mediante una amplísima y costosa publicidad. Tampoco se aclara que las fuentes en que se basó el estudio son precisamente documentos de procesos judiciales en los que, como todo mundo sabe, policías, agentes del Ministerio Público y hasta jueces suelen acusar falsamente a los detenidos de consumo de mariguana.
Lo más destacable del documento es que considera como propio del “estricto ámbito de la autonomía individual… experimentar los efectos de esta sustancia”. Dicho de otra manera, si las personas mayores de 18 años son libres de emborracharse, ver telenovelas o votar por el PRI, no hay razón para que se les prohíba fumarse un carrujo.
A reserva de lo que decida la primera sala de la Corte cuando se discuta el proyecto, hay que celebrar la valentía del ministro Zaldívar, pues para el gobierno mexicano es dogma intocable e indiscutible que el cultivo, transporte y comercio de la mariguana es punible. ¿Por qué? Porque sí.
Desde luego, los beneficiarios de la prohibición ya levantaron su voz para oponerse al amparo. Por ejemplo, Fernando Cano Valle, que fuera director de la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic), esto es, burócrata del prohibicionismo, afirma que la limitada despenalización que se propone traerá “un invariable aumento del número de consumidores y adictos” porque, según él, “si se amplía el campo del consumo y de cultivo, obviamente el daño va a ser mayor y la infraestructura del Sistema Nacional de Salud no es suficiente”.
En el mismo sentido se manifestó el ex policía y actual sucesor de Moreno Valle en la Conadic, Manuel Mondragón y Kalb, quien igualmente lucra con la prohibición, pues de ella depende su sueldo. Cano Valle no cita estadística o estudio alguno que avale sus aventuradas profecías. No lo hace porque no existe. Por su parte, Mondragón y Kalb dice que 20 por ciento de la población tiene tendencia a crear alguna adicción. Pues sí, ¿y?
Aunque cabe esperar que no proponga la prohibición del tabaco y el alcohol, Mondragón y Kalb reconoció que son sustancias más dañinas que el canabis. En su favor, se puede agregar que no hay drogas inofensivas, pues no todos los organismos presentan la misma tolerancia ante cada una y tiene consecuencias nocivas el exceso en el consumo de cualquiera.
Pero la liberalización está dirigida a adultos que ante la ley tienen un criterio válido para decidir por sí mismos. La humanidad ha vivido con las drogas y las políticas restrictivas han resultado más costosas que la liberalidad. Por eso vale recordar al sabio Ignacio Bartolache, quien en el siglo XVIII decía que los pipilzinzintlis (la mariguana) “no son prohibidos por malos, sino malos por prohibidos”. Sí, más daño hace la mojigatería punitiva que la libertad.

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